El deseo más paciente de todos
Aladín es un misterio, su origen mismo se encuentra en la niebla. Sabemos que nace en un libro escrito por cientos de manos y miles de voces. Las mil y una noches es la recopilación de la tradición oral de los así llamados “confabulatores nocturni”: hombres que en las noches orientales se dedicaban al noble y antiguo oficio de contar cuentos. La serie toma su cuerpo principal en India, se engrandece en Persia, y recién en Egipto, hacia los finales del siglo quince, se realiza la primera compilación. Según Borges, en Siete noches, el título de la colección refiere a la magia. Son mil noches más una porque el número par trae mala suerte, mientras que el impar trae la bendición. Pero por sobre todo esas mil y una noches dan la sensación de un infinito al que se le suma algo más, por lo cual se vuelve más infinito todavía, y por ende más mágico. Porque hablando de Aladín, la magia es esencial: en el que quizás sea el libro más misterioso de todos, la historia de este joven es a la vez un misterio todavía más secreto, como si dentro de la sombra hubiera zonas todavía más oscuras.
Aladín es el cuento más famoso de Las mil y una noches, el más occidental, el más popular, pero, cosa extraña, no se encuentra en el libro original. Galland, el primer traductor para occidente, lo presenta en su trabajo, pero nunca fue hallado el original en árabe o persa. ¿De dónde salió entonces Aladín? ¿Fue una invención de Galland? ¿Se perdió el manuscrito que lo contenía? ¿O Galland lo escuchó de algún anciano junto al fuego y lo transcribió justo antes de que se perdiera por siempre? Cualquiera de estas opciones es posible. Cómo también es posible que frente a los tres deseos que un genio brinda alguien haya dicho: “Quiero un cuento, uno que unifique al Oriente con Occidente, uno que sea misterioso, mágico, emocionante y divertido. Quiero que nunca se conozca su origen y quiero que sea conocido por todos. Y lo más importante, lo esencial, lo único que realmente me importa… quiero que sea genial”.
“Si amo. Será genial”.
La autora Marisé Monteiro tomó la historia de Aladín y, apartándose lo necesario tanto del original como de las versiones más famosas, supo crear su propio Aladín, fiel al que nos brindó el libro infinito y a la vez tan personal como buena creación de artista. ¿En qué se destaca este Aladín? En la magia. Pero en una magia muy particular. La magia de un pueblo. Y este concepto, el de pueblo, hace justamente que Aladín se nos vuelva ya no solo occidental, sino también profunda y agradecidamente argentino.
Esta nueva versión del texto de Monteiro que se presenta en el teatro Gran Rex cuenta con la dirección de Ariel del Mastro (Despertar de primavera, American idiot) y el protagónico de Fernando Dente. Donde el prejuicio frente al teatro infantil puede marcar: “Un tema reconocible y simple, muchos efectos especiales, una estrella del género y a cobrar”, el juicio verdadero solo puedo admirarse del respeto ante el género, la calidad de los artistas, la seriedad del planteamiento y la dignidad de todo lo presentado con la nobleza del oficio. Aladín, será genial es un encuentro con la única magia digna de encontrarse sobre un escenario: la magia del teatro. ¿Qué es la magia? Borges, refiriéndose a Aladín, nos dice:
“La magia es una causalidad distinta. Es suponer que, además de las relaciones causales que conocemos, hay otra relación causal. Esa relación puede deberse a accidentes, a un anillo, a una lámpara. Frotamos un anillo, una lámpara, y aparece el genio”.
Agreguemos nosotros que esa magia puede nacer también en el teatro. Frente a algo bien hecho, bien pensando, bien ejecutado, dejamos de creer que ahí hay solamente un truco, una ficción, una mentira. Proyectamos tanta imaginación sobre esos resortes, esas sogas, esas luces, hasta un punto en que nuestra incredulidad se apaga y empezamos a pensar en otra clase de causalidades, en otras maneras posibles, en otras magias. Del Maestro y su equipo creativo lo lograron mediante un despliegue colosal de luces, de pantallas, de bailes, de efectos, explosiones, cantos y hasta lágrimas.
Señalemos puntualmente la emoción pura que se vive en el primer vuelo de Aladín sobre su alfombra mágica. Pocas veces una idea dramática, un truco de escena y una proyección muy bien pensada desde lo cinematográfico tuvieron tanta coordinación para generar un momento realmente especial. Porque Aladín tiene la capacidad de trasladarnos por un tiempo a un mundo donde hay cuevas que hablan, reinos que surgen de la arena, princesas caritativas, alfombras que vuelan y un pueblo que no teme hacerse una pregunta esencial. Porque, recordemos, Aladín es sobre todo la historia de un pueblo.
Fernando Dente se encuentra en un momento superlativo para interpretar a Aladín. Su presencia es dulce, tierna, graciosa. Sabe conquistar con sus sonrisas y la conexión con la platea es inmediata. Dente lleva adelante un elenco numeroso y se lo adivina como un buen y generoso líder. Sus compañeros se divierten con él y los actores nunca comprenderán hasta que punto esa diversión sobre el escenario es contagiosa. “Entre el oro y sin tu amor” es sin lugar a dudas una de las mejores interpretaciones que hemos presenciado de este talentoso artista.
Pero sin lugar a dudas la verdadera revelación, el plato fuerte de Aladín, la actuación que será inolvidable, es la que crea Dario Barassi como el genio. Desde que entra y domina la escena, su personaje se vuelve un centro tan potente que el tiempo ya no importa. Genera tantas risas, tanta diversión, tanta sorpresa, que una vez más se comprueba lo evidente: el teatro son los actores, todo lo demás, efectos, música, luces y maquillaje, son el noble acompañamiento de esos milagros que por un rato dejan de ser ellos y se vuelven todos. A estos dos actores los acompaña un notable elenco, entre los cuales vamos a destacar las participaciones de un malvado pero querible Carlos Belloso, una extraordinariamente divertida Diana Amarilla y un emotivo y exacto Leandro Bassano, que con su Naim tiene la difícil tarea de equilibrar y realizar lo que parecería un imposible: en un musical infantil despertar conciencia crítica, en el pesimismo general despertar la posibilidad de un amor inimaginable, en lo que parece un mero festejo hacer ritual, secreto y mito.
Y así volvemos al centro de la cuestión. ¿Por qué es tan especial entonces este Aladín nuestro? Por algo que supera sus grandes canciones, su inmenso humor, sus bellísimas coreografías o el poder de sus imágenes. Aladín, será genial es la historia de un pueblo que se pregunta hasta cuando la injusticia reinará por sobre el dolor de los trabajadores, de los desahuciados, de los infinitamente solos. Escuchar en un musical infantil una canción como “Ley despareja” no solamente asombra por su contenido, su emoción, su rabia tan bien expresada. Asombra también por lo que despierta entre el público, por la potencia del momento vivido y compartido. Así Aladín se engrandece por sobre cualquier prejuicio y, más allá de su excelencia teatral, se hace carne con nuestro tiempo, con nuestro dolor. Algunos dirán, ¿y de qué sirve que eso surja de un teatro privado, de un infantil, de un espectáculo que no es para todos? Exactamente de eso mismo. No tenían necesidad de hacerlo, y lo hicieron. Corrieron el riesgo, se comprometieron, se preocuparon no solo por divertirnos y asombrarnos sino también por conmocionarnos y preguntarnos por nuestra adormecida paciencia. Eso es tener fe en el teatro. Eso es hacer teatro.
Aladín, será genial merece ser reconocida como la gran obra que es. Porque en definitiva este Aladín nuestro es la historia de un hijo del pueblo que denegó la bajeza y eligió por el amor. Estuvo en cuevas oscuras y brilló alto en el oro de la maduración. Voló por sobre los espejismos de sus viejos fantasmas y allí arriba, entre las estrellas y el sano frío de la noche, cantó con su eterna voz de cristal y niebla.
La magia existe, y será genial. No hay que desesperarse ni tampoco esperarla. Porque es destino. Y ya está acá.
Teatro: Gran Rex – Av. Corrientes
Funciones: de martes a domingo a las 15:30 y 18 hs
Entradas: desde $250.-
Diego Ávalos, 2018
Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.
Libro: Marisé Monteiro. Actúan: Carlos Belloso, Julieta Nair Calvo, Fernando Dente, Carolina Kopelioff, Dario Barassi, Diana Amarila, Leandro Bassano. Diseño de vestuario: Gabriela Pietranera. Diseño de escenografía: Jorge Ferrari. Producción musical: Oscar Mediavilla. Video: Maxi Vecco. Música: Oscar Mediavilla, Patricia Sosa, Daniel Vila, Federico Vilas. Producción: Preludio Producciones, Mp Producciones, Ozono Producciones. Diseño de coreografia: Rosario Ascencio, Maia Roldán. Dirección vocal: Katie Viqueira. Dirección de actores: Daniel Casablanca. Dirección: Ariel del Mastro.