Vivir acechado por el fantasma de la normalidad es un peso para los que sueñan con el vuelo de los pájaros. Pero los fantasmas no existen.
Clasificada como ‘’teatro de imagen’’ se trata de un texto de la finlandesa Saara Turunen, inspirado en El fantasma de la libertad, de Luis Buñuel y dirigida por el argentino Sebastián Kalt. En el choque de culturas a veces hay una nacionalidad que gana, que se superpone a la otra. En esta obra la identidad finlandesa da la impresión de haberse comido viva a la identidad argentina, aunque en realidad eso es lo que parece, gracias a la inteligencia en la dirección de Kalt.
Y es que el resultado es tan acabado que cuesta dilucidar qué parte de la pieza responde al texto de Finlandia y qué parte a una dirección argentina. Sobre todo porque lo que fuera que compusiera la partitura original consta de muy poco texto. Como la película de Buñuel, la obra es una sucesión de escenas de corte surrealista sobre lo que se supone que es ser normal para la sociedad occidental y lo que implica no pertenecer. Un análisis plástico sobre las reglas y convenciones sociales, sobre la relación individual con lo colectivo y los sentimientos de vergüenza o frustración a los que puede llevar el intento de cumplimentar siempre ciertos estándares. Ya que lo ‘’normal’’ parece querer definir por imposición el bien del mal, dejando siempre afuera, paradójicamente, nuestras partes más humanas, como la irracionalidad, la imaginación y el deseo. Pero a pesar de que las generaciones imperantes ya empiezan a evaluar que muchas formalidades están quedando obsoletas aún no es posible cambiarlas del todo.
Una de las contradicciones más extravagantes que tiene la búsqueda de lo normal en la sociedad es que se trata de la misma sociedad que postula expresamente la valoración de los ’’lugares exclusivos’’, ‘’la vestimenta de autor’’ o los ‘’platos únicos’’. Incluso ha exhibido y desarrollado dilatadamente en el teatro contemporáneo -particularmente el argentino- personajes con capacidades especiales o personalidades ‘’disfuncionales’’, a través de los cuales obtiene la sensibilización y consecuente beneplácito del público masivo.
‘’Tengo mucha curiosidad por ver cómo ha montado la obra Sebastián. Seguro que será diferente que en Finlandia. Nuestro código cultural es muy poco expresivo, y por lo que he entendido en la Argentina se expresan los sentimientos mucho más”, expresó la autora. Para Saara en la sociedad finlandesa las personas suelen avergonzarse fácilmente ante la opinión pública. Característica poco habitual en Argentina que siempre llama la atención por su particular libertad expresiva y falta de prurito. Pero por supuesto no todos los artistas pertenecen a la misma idiosincrasia de una nación. Es el caso de Sebastián Kalt que, a modo de ejemplo, podría contener en sus modos artísticos un estilo nórdico, más allá de su gran capacidad para leer un texto como director.
Entonces si, según se ha dicho, en esta obra domina más la identidad finlandesa, se trataría de una obra que comunica poco. Por el contrario, se trata de una obra cuya belleza expresiva se sale por los poros. Lo hace mediante el simbolismo y la poesía visual, así como de las pausas e interludios que no responden al código naturalista. Excepto cuando éste irrumpe por contraposición de modo violento formando una postal, como cuando un joven comienza a masturbarse con todo lo que encuentra, lo que incluye un almohadón de plumas y un televisor. Sin embargo todo esto está coreografiado, el sonido de la palabra porteña arrastrando las vocales en su búsqueda desenfrenada de la organicidad no aparece. Porque no siempre lo que se supone que es lo natural, lo normal, justamente, es lo que transmite la noción más acabada acerca de la realidad humana.
A través de una fantástica y meticulosa estética de la perfección en la escenografía y los vestuarios, en un trabajo sobre la armonía y el color, desfilan personajes de una familia, unos amigos del colegio y gente al pasar en la calle. Cabezas de oso o de loro realizadas con excelencia; vestidos de lentejuelas con molde de sastrería; pájaros en blanco y negro en una pantalla plana; una masturbación sobre un almohadón de plumas; la basura bajo la alfombra que magistralmente venía designada desde el principio para la ocasión. Danza de imágenes, de reacciones pautadas y deseos guardados sobre lo que se supone que debemos ser. Y lo que no.
Un pas de deux de cinco intérpretes moviéndose bajo el peso de una pequeña vergüenza por no ser normales. No se trata de una vergüenza grande pero allí está, todos los días presente. No les gusta pero no luchan por cambiar lo que los rodea. Hay cierta desidia, pero no oscuridad. Y hay tristeza pero también una extraña resignación europea. Hay, sobretodo, un especial tempo, que es lo que produce la amalgama entre la fotografía y lo carnal. Un tempo de vals finlandés, frío, abúlico y triste, pero cuya belleza atrae. Por eso la carne argentina se corre, deferente, hacia ese código distinto de intensidad. Y por eso la dirección fija para las actuaciones una apatía diligente, muy bien distribuida entre todos los actores y a través de la pieza.
Por último pero desde el principio, la obra goza de un saludable humor ácido desparramado por todos sus fragmentos, que explicita cuánto puede haber en la comicidad sin la necesidad de estridencias o chabacanería, al menos como condición sin equanon. Y sin perder un atisbo de verosimilitud sobre el tema que transmite.
Los fantasmas no existen pero a veces el frío no hiela, y lo cálido no nos reconforta. A veces la belleza está muy lejos de la normalidad.
Teatro: El Cultural San Martín – Sarmiento 1551
Funciones: Jueves 7, Miércoles 13 y jueves 14 de junio 20 hs
Entrada: Promocional $120
© Natasha Ivannova, 2018
Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.
Autoría: Saara Turunen. Traducción: Luisa Gutiérrez Ruiz. Intérpretes: Josefina Boscaroli, Bautista Duarte, Benjamín Lahitte, Jorgelina Pérez, Guillermo Weiss. Escenografía: Sebastián Kalt. Video: Juan Pedro Yelpo. Asesoramiento técnico: Ariel Silvestre. Iluminación: Jorge Ferro. Vestuario: Lara Sol Gaudini. Asistencia de vestuario: Gabriela Muñoz. Realización de máscaras: Axel Caponi. Fotografía en gráfica: Nacho Iasparra. Dirección: Sebastián Kalt. Prensa: Marisol Cambre.