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CRÍTICAS - CINE

Flora no es un canto a la vida

(Argentina, 2018)

Guión y dirección: Iair Said. Elenco: Iair Said, Flora Schvartzman. Producción: Eugenia Campos Guevara, Flor Efron, Iair Said. Duración: 64 minutos.

Sin todavía alcanzar el estatus de famoso, el actor Iair Said está moldeando una carrera más que interesante. Participó en cortos premiados y dirigió otros iguales de exitosos, entre los que se destacan 9 Vacunas y Presente Imperfecto, que compitió en el Festival de Cannes. Es habitué de webseries, como Eléctrica (también repite su papel en la obra teatral homónima). En cuanto a largometrajes, aparece en films de Ariel Winograd (Mi Primera Boda, por ejemplo) y es coprotagonista de Mike Amigorena en Mario on Tour. Suele interpretar a muchachos tímidos y buenos, con salidas inteligentes, que generan una simpatía inmediata. Junto con Martín Piroyanski, uno de los actores jóvenes más representativos de la comedia argentina del siglo XXI.

Flora no es un Canto a la Vida representa su primer largometraje. En este caso, un documental sobre Flora Schvartzman, su tía abuela por parte de la familia, con la que recupera contacto después de mucho tiempo. Flora tiene 90 años, es soltera y desde siempre pensó en morirse. Su carácter, generalmente duro, tampoco la vuelve alguien con quien pasar un buen rato. Y qué decir de su costumbre de ponerle tabaco a la ropa con tal de alejar a las polillas. Pero Iair sabe llegarle y ambos consolidan una relación entrañable. Según dice Iair, el motivo real por el cariño y el apego a la señora se debe a que pretende quedarse con su departamento de cuatro ambientes, ya que en teoría le corresponde. Sin embargo, el vínculo entre ambos resulta genuino, más fuerte que cualquier interés material.

Como en sus cortos, Said le imprime humor y ternura a la película, y consigue que uno le tome cariño a Flora y, sobre todo, a la dupla que él y ella logran conformar. En cada uno de los fragmentos que comparten se complementan a la perfección: Iair es joven e inocente, mientras que Flora nunca teme exhibir el desencanto que le genera el mundo. La suerte de subtrama en la que Iair trata de que Flora no termine donando su departamento a una fundación israelí aporta momentos de comedia de enredos. ¿Es este recurso un elemento traído de la ficción o sucedió realmente? No hay respuestas, pero le otorga al film un condimento especial, que lo aleja de las convenciones.

Flora no es un Canto a la Vida demuestra que se puede hacer un documental intimista sobre un familiar o ser querido, pero dándole una potencia y un desarrollo propio de una historia de ficción. Además, confirma el talento de Iair Said como cineasta. Vale seguir sus pasos tanto delante como detrás de cámara.

 

 

 

© Matías Orta, 2018 | @matiasorta

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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