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CRÍTICAS - STREAMING

La vieja guardia (The Old Guard)

LA TRISTEZA DE LOS VIVOS

Las peores películas de superhéroes no son las películas de superhéroes malas, sino las películas que quieren hacer algo distinto con el cine de superhéroes, darle un giro, usarlo para decir algo, diferenciarse, distinguirse. Como Birdman y su cancherismo cínico, o como Joker, esa tontería con ínfulas de crítica social. A las dos les fue bien. A La vieja guardia no tanto, pero tuvo las mismas oportunidades. De todas formas, no se sabe bien qué cosa es La vieja guardia, y no precisamente por buenas razones: se la presentó como un desvío respecto del cine de superhéroes, una especie de novedad, pero salvo por un dato sobre los personajes, la película es más bien cine de acción del montón, o un thriller de acción, o como prefieran llamarlo. El dato, claro, es lo más relevante: La vieja guardia cuenta la historia de un grupo mercenario de elite compuesto por cuatro inmortales que, después de una misión fallida, descubren que hay otro ser como ellos dando vueltas por ahí. Resulta que la inmortalidad no es lo que esperábamos: uno nunca está al tanto de semejante beneficio y se entera de la peor manera, justo en medio de la faena. Parece que los demás tampoco se lo toman tan a bien y los amigos se van o, si se quedan, ya no los mueven los buenos deseos de antes. Los seres queridos envejecen y mueren mientras uno sigue estando en el mundo como si nada. Una porquería, al final. El golpe de gracia llega inesperadamente: resulta que en algún momento puede pasar que el don se consuma tan misteriosamente como fue obtenido y que uno, justo cuando esperaba usufructuarlo una vez más, expira como cualquier hijo de vecino. 

Con esa premisa estaba todo dado para una comedia negra desaforada y sin pretensiones, pero la directora Gina Prince-Bythewood prefirió una meditación lúgubre que interrumpe la acción a cada rato para recordar los inconvenientes de esta inmortalidad con fecha de vencimiento. Una avivada. En Sin aliento, Jean-Pierre Melville aparecía diciendo que su deseo era “ser inmortal. Y después morir”. Un cameo con vuelo filosófico que no renunciaba a la ligereza de una parodia encantadora. Pero la directora entiende esa premisa como el punto de partida para un espectáculo de sensibilidad, para revolear una reflexión solemne sobre la vida, la muerte, el amor y los intereses de una corporación farmacéutica, que a fin de cuentas es la que manda a secuestrar a nuestros héroes para estudiarlos y ver si se les puede exprimir alguna esencia para fabricar una droga contra el envejecimiento. Un ejército de médicos crueles somete a los protagonistas a todo tipo de pruebas terribles y, por si hiciera falta, sin anestesia, aunque ellos tampoco la piden, como si se quisiera subrayar que el sufrimiento es algo que se da y se acepta serenamente, la cifra de un mundo trágico y cosas por el estilo. 

El caso es que nuestros protagonistas viajan realizando misiones y trabajos como lo haría un grupo de elite random en cualquier otra película de Netflix. ¿Cine de acción, entonces, con tiros, peleas, inteligencia, armas y vehículos high-tech? Más o menos, porque la película suele interponer entre esos momentos más o menos gozosos diálogos largos y escenas tristes que deben recordarnos que esto no es cine con explosiones y acrobacias para pasarla bien y que estos mercenarios inmortales no son superhéroes sino mártires que arrastran su pena a través de los siglos. De tanto en tanto se juega con la cuestión de los orígenes: ¿de dónde viene cada uno, qué habrá visto, en cuántas guerras habrá peleado? Eso está bien, funciona, es una idea bella, cinematográfica. Cuando el clima fúnebre que inunda la trama se disipa un poco y asoma algo de ese pasado la película gana algo de nervio, de interés, de gusto por el relato, al menos hasta que alguna nueva calamidad se impone y vuelve el semblante adusto de antes.

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

(Estados Unidos, 2020)

Dirección: Gina Prince-Bythewood. Guion: Greg Rucka. Elenco: Charlize Theron, Kiki Layne, Chiwetel Ejiofor. Producción: A.J. Dix, David Ellison, Marc Evans, Dana Goldberg, Don Grander, Beth Kono, Charlize Theron. Duración: 125 minutos.

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