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CRÍTICAS

Crítica: Lo salvaje, por Natasha Ivannova

El texto de Lo Salvaje fue escrito especialmente para el Festival, ya que como se ha explicado, no sólo congrega diversidad cultural sino que da a luz producciones originales. La autora peruana Mariana Silva Yrigoyen llega con su cultura, desembarcando en el puerto de Buenos Aires con toda la selva peruana a cuestas. Lo hace para llenar con su vegetación los recovecos de lo que podría ser un departamento de Villa Crespo. Y logra entenderse a la perfección con el país que la recibe al retratar un tema universal: la vida en pareja en el ajetreado mundo contemporáneo. El amor en pugna con los anhelos personales; los grandes sueños frente a la necesidad de llegar a fin de mes; la lucha de los profesionales de carreras artísticas y humanísticas en un mundo capitalista, capaz de presionar para elegir entre una posición laboral o el amor. Como de refilón y no tanto, el texto describe también la problemática que aqueja a las mujeres que llegan muy activas y plenas a una edad en la que su biología ya no acompaña sus deseos de maternidad.

La sinopsis de la dramaturgia tiene como protagonista a Sofía, de 40 años, que procesa un duelo en su casa, que comienza a ser tomada por la selva. Por la vida que si ella no habita reemplazará su lugar. A través de sus recuerdos nos contará su historia, lo que da paso a la representación. Sofía tenía una familia. Antes de conocer a Daniel era una periodista exitosa de 35 años en un mundo competitivo. Una mujer independiente que no buscaba formar una familia pero se enamoró. Daniel es un graduado de cine lleno de aspiraciones y sueños, aunque sin un sueldo mensual, y con una hija. Sofía decide jugarse por él, y así se convierte en la madre sustituta de la niña, pasan a convivir y por un tiempo los tres son felices. Pero Daniel está muy abocado a su trabajo. Le explica a Sofía que de algunos proyectos no recibirá mucho dinero pero son importantes para su carrera, y ella decide sostenerlo económicamente. En algún momento hacen un viaje a la selva. Ahí tenemos la impresión de que Sofía ya está sola.

Hacía tiempo venía haciendo tratamientos de fertilidad y finalmente queda embarazada de Daniel. Pero cuando se lo comunica entusiasmada, él se va. Sofía pierde al bebé, y con él a toda su familia. Junto, además, a sus posibilidades de ser madre biológica en el futuro. Esta infertilidad en la vida de Sofía se contrapone con la fertilidad de la selva, que va tomando su casa amenazante, como la vida que reemplaza lo que ya está seco.

También hay una interesante contraposición en la paz que Sofía encuentra en la selva, frente a un orden social que se proclama capaz de calmar la angustia existencial del hombre, a través de una sociedad salvajemente competitiva y mercenaria. ¿Las estructuras sociales realmente producen paz? ¿O encierro? ¿La selva es realmente salvaje? ¿O pacífica? ¿Y el amor? El amor es una salvación o un peso? Vivir es profundamente salvaje.

La puesta en escena se organiza desde un fantástico lugar minimalista lumínico. Unas seis hileras de luces paralelas al borde del escenario forman pasillos por los que todo sucede. Sólo se modifica su color, otorgando a la perfección el ambiente requerido para cada escena. La dirección de Nacho Ciatti es dedicada, focalizada, incisiva y profunda. Opera básicamente sobre la dirección de actores pero con un gran cuidado estético espacial. Esto es sobre el plano actoral pero sin descuidar en absoluto los desplazamientos en el espacio, habitual característica del naturalismo, cuya imprecisión en los movimientos es casi una pesquisa con miras a lograr una organicidad en el actor. Ciatti trabaja sobre la dirección de actores, una vez encuadrada con meticulosidad la puesta minimalista que, ni constituye el cómodo vacío en el que se apoya a veces el teatro antropológico, ni la escenografía que dibuja lo mismo que ya expresa el texto. Lo salvaje propone hablar de actuación pero, paradójicamente, de una actuación no salvaje.

Quien escribe pocas veces se detiene en el rubro, dedicada a una investigación sobre los textos y las puestas en escena más que en procesos actorales. Pero en este caso vale la pena hacer un pequeño análisis. Lo interesante a la hora de descomponer para examinar una obra que resultó muy buena es preguntarse sobre los elementos que la sostienen. ¿Se consolida armónicamente entre las tres patas del teatro que son la dramaturgia, la puesta en escena y la interpretación? ¿La soporta más una puesta en escena de producción frondosa? ¿Se apoya exclusivamente en un gran texto clásico? O se sostiene únicamente en las actuaciones del elenco? En Argentina son muchas las obras que se apoyan casi exclusivamente en la tarea actoral. Pero sobretodo son demasiadas las que se despliegan en un único mismo código interpretativo, casi como un patriarcado de la labor actoral: el naturalismo. Que no gusta de sutilezas, delicadeza ni modos femeninos. Que sólo le interesa exponer una realidad cruda, desplumada, sin vueltas: masculina.

Las actuaciones de esta obra trabajan el equilibrio y armonía del realismo contemporáneo. Que se despliega más a través del uso de todos los elementos que componen el arte escénico, ya que le interesa el tono de la ecuanimidad consonante y no el efectismo de una verosimilitud permanentemente atormentada. Que es permeable a cierto encanto que pueda surgir en alguna escena, aunque se trate de un drama en donde se expone a la protagonista con un profundo dolor. Que no rastrea con voracidad la identificación popular de un mayor número de personas, en lugar de exponerse en su propio camino expresivo.

No necesariamente las formas más salvajes de contar algo son las que transmiten el concepto de lo salvaje. Algo sobre lo que Perú puede dar cátedra, especialmente frente a Argentina. Acostumbrado su teatro y cultura a no necesitar de ampulosidades para transmitir el dolor.

Porque lo verdaderamente salvaje es vivir.

 

Teatro: Espacio Callejón – Humahuaca 3759

Funciones: Sábados, del 23 de junio al 8 de septiembre, 22.30 hs

Entradas: valor promocional $120

 

© Natasha Ivannova, 2018 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

Coproducción entre Festival Internacional de Dramaturgia. Autoría: Mariana Silva Yrigoyen. Actúan: Martina Iglesias, Laila Duschatzky, Francisco Donovan. Escenografía e Iluminación: Santiago Badillo. Vestuario: Gisela Mancuso.  Asistencia de Vestuario: Carolina Boverini. Música y Diseño Sonoro: Patricia Casares . Fotografía en gráfica: Nacho Iasparra.  Asistencia de Dirección: Florencia Zothner Ciatti. Dirección: Nacho Ciatti. Prensa: Marisol Cambre.

 

 

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