(Corea del Sur, 2019)
Dirección: Bong Joon-Ho. Guion: Dae-Hwan Kim, Bong, Joon-Ho. Elenco: Kan-Ho Song, Lee Sun-Kyun, Yeo-Jeong Cho. Duración: 132 minutos.
Clonando a los ricos
Uno empieza a ver Parasite y tiene la sensación de que es una historia lateral, contigua a la muy buena Shoplifters de Hirokazu Koreeda (ganadora del festival de Cannes del año pasado), con gente que está en la más baja escala social y solo busca sobrevivir a través del robo, tanto de comida como de identidades.
Parasite cuenta la historia de una familia que vive en un sótano, en medio de un barrio marginal, con hijos que a pesar de ser inteligentes no pueden acceder a la universidad porque no tienen trabajo. Pero Parasite es más que una simple expresión sociológica; artísticamente es una genial mezcla de géneros que empieza con una comedia costumbrista, vira al drama, luego al cuento de terror con alta dosis de tirismo.
Parasite no es una crítica al capitalismo como algún periodismo quiere ver, sino que es una crítica al arribismo social. Los ricos aquí son ingenuos, buenos, influenciables, casi como los aristócratas ingleses de Match Point de Woody Allen, pero también despreciativos e insensibles.
El director Bong Joon-Ho recordó en la conferencia de prensa la inspiración que tuvo en Kim Ki-Duk, de quien sacó esas tomas rodadas en casas donde las escaleras tienen una atmósfera muy específica. Gran parte de la historia se desarrolla en la casa, en los diferentes espacios verticales que se relacionan a través de las escaleras (un elemento arquitectónico muy cinematográfico, resaltó el realizador de títulos como la muy buena The Host y la pobre Okja del universo Netflix).
Como una topología, Bong Joon-Ho maneja la verticalidad en sus distintos niveles: el bajo-bajo que es el sótano en el que viven y que se inunda en cada lluvia; el bajo que es su marginal barrio sucio, lleno de vagos y alcohólicos; el alto que es el barrio donde viven los ricos y el alto-alto que es donde está la casa de la familia rica a la que terminan sirviendo los protagonistas.
También la casa tiene un bajo-muy bajo, un espacio claustrofóbico más cerca de la tumba y que recuerda a esas descripciones de La barrica del amontillado de Poe. En definitiva, escaleras que suponen la fantasía del ascenso social como si fuera un cuento de hadas y sótanos que esconden no solo oscuras situaciones sino que también significan la muerte de las ilusiones o simplemente la muerte.
Haciéndose cargo de varios géneros Bong Joon-Ho los rompe a todos; el resultado es un film fascinante que podría pelear arriba en la consideración de los Jurados ahora que el festival empieza a definir a sus ganadores.
© Luis Alberto Zas, 2019 | @zasito
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