David Gilmour llegó a nuestro país luego de años y años de espera. Creíamos que nunca lo íbamos a tener tocando en nuestras tierras. Pero ese sueño se cumplió el pasado viernes en el Hipódromo de San Isidro. Decenas de miles de personas tuvimos el placer de ver y escuchar, por primera vez en Argentina, a una figura inconmensurable de la música e integrante fundamental de Pink Floyd.
Por desgracia, la magia de un músico de la talla de Gilmour, puede verse empañada por empresas irresponsables que son las encargadas de organizar este tipo de espectáculos. Esta vez, quien le arruinó la noche a muchos fans fue Ake Music. Tanto el ingreso como el egreso fueron desastrosos. Cientos de personas entraron con el recital a mitad de camino y salir del lugar también se convirtió en un desafío de varias horas. Ello sin contar que hubo sobreventa de entradas, lo que además puso en riesgo la seguridad de todos los que nos encontrábamos ahí dentro. Pero aunque no se pueda dejar de hacer un comentario acerca de lo nefasto de la organización, mi misión es contarles qué pasó desde que las luces se apagaron hasta que se encendieron definitivamente.
Gilmour es uno de los músicos más sobresalientes de la historia y, por ese motivo, las exigencias del público también se vuelven altísimas. David cumplió, y con creces. Permitanmé decirles, sin ningún temor a equivocarme, que nadie puede haberse retirado descontento del Hipódromo de San Isidro tras tamaña demostración de talento. Las luces se apagaron pasadas las 21:30 horas, para que David y su banda salieran a escena. El círculo característico desde las épocas floydeanas, tan imitado y copiado por otros artistas, plagado de luces en su perímetro, fue la escenografía que presentó al público. En su superficie, imágenes de todo tipo en una resolución inmejorable. No podíamos esperar otra cosa más que un clásico show de Gilmour. Eso era lo que queríamos. Y lo tuvimos.
La propuesta fue clara: David salió de gira para para presentar su último disco y no para ejecutar –exclusivamente- temas de Pink Floyd. Del total de diez canciones que contiene “Rattle That Lock”, sonaron siete. También quedó un lugarcito para algo del magnífico “On An Island”. Con la tríada “5 am”, “Rattle That Lock” y “Faces Of Stone” dio comienzo al show, tal como comienza su último álbum, con un sonido que, al principio, distó de ser el esperado. Volúmen bajo y una pequeña interrupción en uno de los primeros temas.
Hago esta salvedad, no con el fin de criticar a un genio como Gilmour y así darme ciertos aires, sino para transmitir de manera fidedigna lo que se vivió el viernes pasado. De más está aclarar que este pequeño desacierto del inicio, en nada opacó lo maravilloso que resultó el show en su conjunto. Una vez que el sonido “se acomodó”, en todo sentido, a partir del cuarto tema, todo fue sencillamente excelente hasta el final, sobre todo luego del primer intervalo que tuvo la noche. La cuarta canción fue “Wish You Were Here”, una de las más esperadas por la mayoría de los presentes. Por primera vez, en nuestro país, estaba sonando una canción de Pink Floyd, ejecutada por David Gilmour. Los encendedores ya no se hacen presentes, debido a que la iluminación, durante la totalidad del show, corre por cuenta, desde hace rato, de aquellos que insisten con filmar cada segundo, sin dedicarse a vivirlo, para luego presumir ante sus cercanos y mientras molestan e interrumpen la visión de los demás.
“A Boat Lies Waiting”, nos trajo de vuelta hacia “Rattle That Lock”, para dar paso a una preciosa perla que forma parte de “On An Island”, llamada “The Blue”, un tema que David pareciera no querer dejar de tocar nunca. Y lo bien que hace. Tras dos ejecuciones calmas, llegó el inoxidable “Money”, continuado por “Us And Them”. En este momento todos recordamos por qué “The Dark Side Of The Moon” es uno de los álbumes más grandiosos de nuestros, y de todos los tiempos. La primera parte de la noche concluyó con una soberbia interpretación de “In Any Tongue”, otra pieza clave de su último trabajo, y “High Hopes”. Luego de un intervalo de quince minutos, llegó lo que sería lo mejor de la presentación de Gilmour en Argentina.
La segunda parte del espectáculo fue mucho más violenta que la primera. Así suele ser cuando de David Gilmour se trata y ésta no fue la excepción. Después del descanso, la banda volvió a escena con “Astronomy Domine”, llevándonos a los inicios de Pink Floyd, a tiempos en los cuales ni siquiera David formaba parte de la agrupación. Pero es su humildad lo que lo caracteriza, y tal como ha declarado, en sus shows incluye canciones que son incluso anteriores a su entrada en Pink Floyd. Las primeras cinco partes de “Shine On You Crazy Diamond” llegaron para enloquecer a un público que, a esta altura, ya estaba por demás satisfecho. “Fat Old Sun” fue otro flechazo directo al corazón de los más conocedores de Pink Floyd, que seguramente tendrán en sus casas aquél gran disco que tiene una vaca en su tapa. Cada solo de Gilmour fue para el recuerdo, pero el de “Fat Old Sun” fue algo de otra galaxia.
“Coming Back To Life”, otro tema esperado y disfrutado, de su tan querido “The Division Bell”, disco de Pink Floyd perteneciente a la carrera solista de David Gilmour –si, no hay otra forma de referirse a este álbum-, detuvo una seguidilla de canciones de la clásica banda para traernos nuevamente a nuestros tiempos. Llegaron “The Girl In The Yellow Dress” y “Today” para brindarnos, lo que según mi más que humilde opinión, fue el punto de perfección y sensibilidad más alto de toda la noche. Si bien “Rattle That Lock” es una obra maestra de principio a fin, estos dos temas, tan diferentes entres sí, crearon un contraste divino del que supo disfrutar el público. Algunos, ya conociendo las letras por haber oído el disco unas cuantas decenas de veces, y otros sorprendiéndose al darse cuenta de que deberían haberle prestado más atención al disco antes del show. Seguramente lo harán de aquí en adelante. “The Girl In The Yellow Dress” incluyó un precioso diálogo entre saxo, teclados y guitarra que quedará en el corazón de todos los escuchas. En el disco no suena, sino recién al final y por apenas unos segundos; fue un agregado para el show en vivo. Porque los grandes son así: crean una canción increíble y enseguida la mejoran. “Today” levantó a la audiencia gracias a su incomparable swing. Quien no mueve la cabeza con este tema, realmente está en problemas.
Cumplidas las siete ejecuciones de su última obra, el cierre de la noche llegó de la mano de cinco temas de la banda inglesa. En primer lugar, “Sorrow”, una auténtica sorpresa, traída de “A Momentary Lapse Of Reason”, otro disco de Floyd que siempre olió más a uno solista de Gilmour. Fue uno de esos momentos en los que el público se paraliza y solamente intenta comprender cómo un ser humano puede generar ese sonido único con su guitarra. “Run Like Hell”, otro esperado, cerró la parte central del show, con una audiencia que no dejó de agitar sus brazos, dejándose llevar por una canción enloquecedora.
Las luces se apagaron completamente, pero David regresaría junto con el sonido de los relojes, añadidos allá por el ’73 por Alan Parsons, para regalarnos “Time”, seguida de “Breathe (reprise)” y cerrar la noche con la insuperable “Comfortably Numb” y el sólo más fantástico de toda la carrera de David Gilmour. Cada nota fue una caricia. Cada diálogo entre los instrumentos fue preciso y atinado. Nada faltó y nada sobró. No se trató de demostrar perfección de principio a fin, pero sí hubo numerosos y necesarios destellos de ella. La perfección absoluta está a cargo de Roger Waters, a quien le falta la humildad y sencillez que sí tiene David Gilmour, que no pretende ser perfecto, aunque muchos insistimos con que sí lo es, sino humano. Por eso, juntos y complementando sus talentos, en su momento, llegaron a la cima. Pero desde el viernes pasado, muchos podemos darnos el lujo de sentirnos completos, de haber disfrutado de la “otra cara de Floyd”, que nos faltaba escuchar en vivo y que pensamos que nunca llegaríamos siquiera a palpar. En estas tierras no podemos quejarnos, tuvimos al genio creador de Pink Floyd en tres oportunidades y además, a su compañero fundamental y más importante, David Gilmour, a quien esperamos de nuevo por estos lares. Nos quedamos con su promesa de regreso, con esa pequeña esperanza de volver a ver otro recital como el que hemos vivido.
Por Leonel Javier Ciliberto.
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David Gilmour. Hipódromo San Isidro. 18/12/15
Formación:
David Gilmour: guitarra y voces
Guy Pratt: bajos y voces
Jon Carin: teclados, voces, guitarra.
Phil Manzanera: guitarra y voces.
Steve DiStanislao: batería.
João Mello: saxo.
Kevin McAlea: teclados.
Louise Marshall y Bryan Chambers: coros.