A Sala Llena

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Una experiencia religiosa

Una experiencia religiosa

Bueno, supongo que ya pasaron unos cuantos días y que el tremendo estado de sensibilidad en que me dejó STAR WARS me va a dar algo de tregua para poder hablar de The Force Awakens. No estoy exagerando en lo más mínimo: estoy y estuve en total carne viva emocional. Y la verdad es que ya he intentado varias veces ponerme a escribir y las ansias me comen la cabeza. Empiezo a mover descontroladamente las piernas bajo la mesa, y el estómago se me contrae duramente.

 Se me complica un poco, como quien dice…

 El torbellino de emociones es verdaderamente portentoso. Tan portentoso como la película.

 Arrancaré por el principio, de esa manera tal vez me sea más fácil ordenarme y lograr volcar algo de provecho en esta hoja en blanco que se me está volviendo una especie de laberinto de excitación, anticipación y angustia. Y advierto a quienes renieguen de los spoilers: esta columna está plagada de ellos y son gruesos.

 ¡Wow!, qué deleite leerme hoy, ¿verdad? ¡Merricrismasyjapiniuiear!

 Eran las 23:30 del miércoles 16 de diciembre, cuando salimos rumbo al preestreno en el Village Recoleta con el Chuchi, mi amiga Luján y su inefable vástago Juani, que para mí es un bebito pero ya tiene 18 años flameantes y rutilantes. De por sí eso era bastante fuerte, ya que él y yo habíamos ido juntos cuando apenas era un niñito a ver La Venganza de los Sith, a la primera función de la mañana en el mismo cine, unos cuantos años atrás. Recuerdo que la criatura se había hecho la rata a la escuela, se había puesto una gorra de Chewbacca, se había perfumado profusamente y nos habíamos ido juntos, exultantes de felicidad, radiantes de carisma, a ver el Episodio lll. Por lo tanto, el hecho de ir a esta nueva entrega de la saga con él que ahora me saca media cabeza, tenía una carga de mística importante.

 Las entradas para el preestreno, MILAGROSAMENTE, las había conseguido mi hombre dos días antes. Yo me había dejado estar pensando que había logrado acreditarme por la radio para una función de prensa, a la que me avisaron que NO a último momento. GRACIAS A DIOS el Chuchi me sacó las papas del fuego porque si no agarraba el mundo a patadas. El hecho de que la película estuviera ahí, viva, circulando, exponiéndose y no poder verla, me hubiera vuelto una bola de odio recalcitrante. Pero, para mi buena suerte, todo se solucionó provechosamente.

 El día entero había sido intenso. Unas horas antes, marido y yo nos habíamos trenzado en una pelea feroz de esas que solo ocurren cuando uno anda emocionado con algo. El espíritu y la mente bullen inflamados, incendiados, salidos totalmente de proporción. Y ante cualquier estímulo, revientan enloquecidos como pirotecnia caliente. Estuvimos unas buenas dos horas meta y ponga, gritando como descocidos, odiándonos visceralmente, asustando a los gatos y azotando las puertas hasta que aflojamos e hicimos las pases. Pero después de eso, quedé verdaderamente agotada, exhausta y con la mente hecha un nudo. Entendí rápidamente que debía clavarme un clona antes de que toda esa pasión me impidiera ver la película no tranquila (tampoco iba a pedir tanto), pero por lo menos lo suficientemente serena como para poder quedarme sentada hasta el final. Así que me mastiqué medio y para cuando estábamos acomodados los cuatro, yo ya estaba lo suficientemente calma y lista para que arrancara todo sin tener que llamar a una ambulancia.

 Qué se puede decir de semejante pedazo de amor hecho cine: la película es todo lo que se esperaba de ella y mucho, pero mucho más.

 Ir a ver esta película es como esperar a Papá Noel y que aparezca con todo y carro. Que su trineo se deslice por el cielo, envuelto en luz y con los renos a toda velocidad. Que te sobrevuele el pájaro de la paz en la cabeza y se te quede parado en la mollera el suficiente tiempo como para que te hagas una selfie. Es enfrentarse al espejo mágico y que te diga que sos la más linda de todo el reino. Que te quede el zapatito, que te despierte el beso, que las habichuelas se conviertan en un árbol gigante.

 La cinta se deshace en belleza y en crueldad. Es una fan movie con espíritu iconoclasta. Lo que a priori parece un contrasentido, funciona en la diégesis de manera virtuosa, haciendo una especie de alucinación de contratiempo entre el pulso y el compás, que parecen entretejerse a fuerza de choque. El pulso vive en el pasado, el compás estalla en un presente innegable y arrasador.

J. J. Abrams es un discípulo que le rinde culto a su mentor, pero que lo supera y lo deja atrás no sin ensañamiento. El mentor, el maestro, pero también el progenitor, la figura paterna. ¿Y acaso no es exactamente de eso de lo que se trata STAR WARS? ¿No es exactamente eso de lo que la va su bit permanente? Qui Gon, Obi Wan, Yoda, El Emperador… Todos mentores. Todos superados por sus padawans. Todos, hasta donde sabemos, muertos. Con esta cinta, Abrams le dice a Lucas “Sos mi mentor, te quiero y venero, pero te he superado y es hora de que mueras”. Y lo hace de la manera más dolorosa para la saga y para el espectador: asesinando a Han Solo.

 El asesinato de Han a manos de su propio hijo, Ben, Kylo Ren (lo mejor de la película), es un contra sacrificio. Kylo no está listo y es demasiado poderoso. Necesitado de probarse a sí mismo que ya es un Lord Sith, comete la aberración que, a priori, le costará el alma. En contraposición con la redención que Luke le brinda a su padre en El Regreso…, Kylo inmola a Solo para caminar la senda del héroe en reversa, emulando a su abuelo y trayéndolo nuevamente a la palestra. Es la masacre del templo representada en un hombre. Un Solo hombre. Pero la singularidad de Han siempre fue suficiente.

 Por supuesto, desde esa escena en adelante, lloré como un perro hasta que terminó la película. No podía recuperarme. El holocausto era tan grande y tan sincero, que se me hacía insoportable.

 La película arranca y no para más. La Fuerza la acompaña en toda su longitud y los nuevos protagonistas son fuertemente carismáticos y no se dejan amilanar por las leyendas que vienen atadas al film. Aun cuando la presencia de Luke es construida de manera omnisciente, fantasmagórica, casi divina durante todo el periplo, Finn y Rey se las apañan para convertirse rápidamente en nuevos héroes. Así, en la aparición final del último de los Jedi, Rey empata con él en energía y en belleza. Por su parte Poe y Kylo son absolutamente irresistibles. Dos promesas jugosas que, si Dios quiere, se consagrarán rotundamente en las entregas futuras.

 Para finalizar, esta primera porción, esta nueva probadita, deja varios interrogantes abiertos que ya acechan las cabezas de los fanáticos.

1. ¿Qué fue lo que realmente le pasó a Kylo Ren? ¿A qué se debe su tremenda devoción al Lado Oscuro? ¿Cuál fue el error verdadero que Leia y Han cometieron con él? Si su nombre real es Ben, el sobrenombre de Kenobi, ¿quién fue la persona que lo nombró? ¿De qué naturaleza es la tensión que lo une con Ren? ¿Por qué Kylo parece conocer quién es Ren desde siempre?

2. ¿Quién es Rey? ¿De quién es hija? ¿Por qué se la abandonó? ¿Es la respuesta a esto la que se nos viene adelante como la más obvia? ¿Nos darán ese gusto?

3. ¿Quién es Finn? ¿También posee el llamado de la fuerza? ¿Estará relacionado con Lando como se rumoraba en un principio? ¿De qué familia lo arrancaron?

4. ¿Quién es Snoke? ¿Ese holograma representa su tamaño real? ¿Es solo una representación energética de una de las mitades de quien fue antaño, o es un ser completo?

 Todos estos interrogantes entre muchos, muchos más, por supuesto.

Amé la película, profunda y meditadamente. Porque no es un amor directo. Es uno conflictivo, perturbado, analizado, desmenuzado, aceptado, abrazado. La amo, pero la sufro también. Le reprocho que el tiempo haya pasado, le reprocho la muerte dolorosa del amor, le reprocho la gran bofetada al ayer feliz que nos dejó el Episodio VI. Jamás le perdonaré que Han y Leia no hayan tenido un beso final antes de despedirse para siempre. Pero aun así la amo y la adopto como parte de esta enorme fe que conforman STAR WARS y su mitología. La acepto en toda la extensión de su agridulzura.

 “-Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino?

 -Vos, nena, pero solo por ahora…

 ¿Han sentido la poderosa energía que se movió estos días debido a este acontecimiento maravilloso? La alegría, la comunión entre las personas, la unión que proviene de entender un lenguaje que, más allá de todas las diferencias poseídas, nos hermana de manera rotunda, amorosa y esperanzadora.

 STAR WARS parece concebir en su magnífica e innegable magia, ese tan esquivo y perseguido milagro de Navidad. Todos juntos, todos gozando de la alegría caudalosa que emana esta saga dorada.

 Y la sala de cine, se yergue hoy más que nunca, como un templo para albergar a todas esas almas, que están en busca de una experiencia religiosa, que les ayude a descular el sentido de la vida.

 Laura Dariomerlo / @lauradariomerlo

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