A Sala Llena

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Días de Radio…

Días de Radio…

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¡Ay qué momento! Hoy parece ser una de esas mañanas en las que no estoy del todo cuerda. Con esto no quiero decir que yo SEA una persona cuerda (nada más lejos de la realidad) sino que, me hallo un poco alejada de lo que, en mi universo de desequilibrio cotidiano, podría definirse como “cuerda”. Siento el estómago hecho un puño, ya fui dos veces al baño desde que me levanté, y eso que solo tomé un cafecito; tengo el pelo hecho un nidito de caranchos, ando en ojotas, no lavé los platos de antenoche y tuve sueños comunes que, una vez despierta, me encargué de convertir en pesadillas.  Ahora me encuentro frente a la máquina, con terror de morir, a la espera de algún suceso espantoso, que haga realidad los horripilantes pensamientos que me sumen en la miseria. Qué puedo decir: esa es la perspectiva de este día. Una vigilia distorsionada, anamórfica. No les voy a mentir, también tengo ganas de vomitar.

Ustedes se preguntarán qué carajo me está pasando y, los que me conocen, le achacarán el estado a uno de mis más vulgares pichiruchis. No estarán mal rumbeados, pero hoy,  hay un condimento extra que hace las veces de catalizador de todo el asunto: es miércoles 6 de febrero y, a las 20 hs. sale al aire Día de la Marmota.

Día de la Marmota es el nuevo programa de radio que, junto a mis compañeros de A SALA LLENA Rodolfo Weisskirch y Tomás Luzzani, nos vamos a dar el lujito de hacer todos los miércoles de febrero, desde esta noche, por radio Colmena (http://www.radiocolmena.com.ar/). Y si, las mariposas en el estómago no se hicieron esperar mucho. Ya me atenazaron desde la mañana y nada, ni siquiera el cafecito dulzón que me zampé, pudo contra ellas.

Por supuesto, desde hace rato sabía que esta columna estaría dedicada a LA RADIO y a LA RADIO EN EL CINE. Tenía ganas de chusmearles sobre ese ritual tan maravilloso que es escuchar radio. Si, ya sé que los tengo desacostumbrados. En esta columna hemos hablado siempre de cine o, en su defecto, de tele o teatro pero, la radio siempre ha estado en mi vida. Y de hecho, tal vez haya estado tan enraizada, tan trenzada a mi realidad, que ya casi la vivo como un acto inconsciente, como un gesto automático sobre el que, por negligencia, descuido u olvido, no me he dignado a echar luz en este espacio. Alguna vez he traído a colación Días de Radio, pero siempre hablando de alguna otra cosita. Eso sí, a los que me leen hace tiempo, no debe haberles pasado desapercibido, el hecho de que escucho mucha, y a todas horitas.

Hay algunas cosas, propias de la ceremonia, que me son particularmente deliciosas: entrar en mi cocina silenciosa, correr la perilla de la batata que tengo como transmisor, encontrarme con Víctor Hugo o con Dolina, preparar el mate, apoyarme en la mesada y quedarme allí, chupando la bombilla, colgada del espacio, feedbackeando con mis propios pensamientos. Ni hablar cuando viajo: otra vez el mate y, en la radio, los partidos de fobal, los magazines de la tarde, la música, la ruta… Nadie puede negarlo. Escuchar radio, sume al espectador en un estado mental diferente, en un momento espiritual especial. El que disfruta de la radio, la degusta finamente y la vive en el cotidiano, como una bocanada de magia.

Muchas veces, el cine se ha metido con esa magia y la ha retratado desde diferentes ángulos. ¿Qué les parece, si hacemos una de esas listas que a mi tanto me gustan y recordamos algunas de aquellas películas maravillosas?

Ya nombré a la inigualable Días de Radio, de Woody Allen, que se estrenó en el 87 y capturaba con una nostalgia dulcísima, a esa generación del 40, que creció al lado del aparato, escuchando programas inolvidables. Un niño descubría al mundo, a la música y a la vida, a través de su aparato de radio. Del mismo año es Buenos Días, Vietnam, la película protagonizada por Robin Williams, que retrataba las peripecias de un Dj del ejército, que debía entretener a las tropas en el frente. Del 78 es Solos en la Madrugada, la famosa cinta española que no vi jamás en mi vida, porque mi vieja no me dejó cuando era chica y, después, me olvidé que existía.  De los 90´s es Suban el Volumen, con Christian Slater y también recuerdo ¿Dónde estás amor de mi vida… que no te puedo encontrar? de Jusid; de 2006 Noches mágicas de Radio, de Robert Altman, y no me permito dejar de nombrar, a la increíblemente osada Partes Privadas (1997), en la que Howard Stern se interpreta a sí mismo y recrea con licencias poéticas, su archiconocido programa de radio.

Lindas pelis. Algunas espectaculares, memorables… Elijan la que quieran y vuelvan a sumergirse en ese universo tan peculiar, como misterioso y bello que es la radio.

Y si, ustedes dirán “pero el verdadero universo del que estás hablando es el cine” (poniendo voz de pito) y tendrán razón. El cine es la vida.

Es interesante ver el retrato de una forma de arte, sobre otra forma de arte. Y tal vez sea el cine, el único que puede abordar a otras formas, de manera completa y acabada. Haciéndoles verdadera justicia. La mirada del cine sobre las cosas, es la que más se acerca a la mirada del hombre sobre las cosas. Y cuando digo “HOMBRE”, me refiero al hombre común. Al hombre que labura de cualquier profesión u oficio, al tipo que vive, que respira y se mezcla en la multitud siendo  universalmente único. Ya me saltarán artistas de todos los palos a la yugular espetándome que todas las formas de arte parten de la mirada de los hombres. Váyanse a freír churros. La mirada del artista, siempre busca ser diferente; la mirada del cine, no. Y separo profundamente esa mirada, de la mirada del “director”. Porque los ojos del cine, son iguales a los ojos del hombre. Y esa noción no puede ser birlada, ni siquiera por directores ultra originales y recontra innovadores, que se ponen patas para arriba para hacer algo diferente.

En fin, me fui por las ramas…

Si, el cine es la vida. Y de eso y muchas cosas más, vamos a estar hablando esta noche, en DIA DE LA MARMOTA, con Rodo y Tomás, por Radio Colmena, desde las 20, hasta las 22hs. No puedo dejar de extenderles la invitación. Por si les cuesta reconocerme la voz, les digo que yo soy la que habla boludeces. Los que saben son los muchachos. Los esperamos.

Somos nuevitos, así que sean pacientes y hagan el aguante hasta que agarremos cancha. No se lo pierdan.

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