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CRÍTICAS - CINE

La Niña del Sur Salvaje (Beasts of the Southern Wild)

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La Niña del Sur Salvaje (Beasts of the Southern Wild, Estados Unidos, 2012)

Dirección: Benh Zeitlin. Guión: Lucy Aibar (basado en su obra “Juicy and Delicious”) y Benh Zeitlin. Producción: Josh Penn, Dan Janvey, Michael Gottwald. Elenco: Quvenzhané Wallis, Dwight Henry, Levy Easterly, Gina Montana, Lowell Landes, Jonshel Alexander, Marilyn Barbarin, Kaliana Brower, Nicholas Clark, Henry D. Coleman, Philip Lawrence. Distibuidora: Distribution Company. Duración: 92 minutos.

 

“La ley de la misma”

Salir de la sala en donde se proyectó Beast of the Southern Wild y evitar pensar y amar a su protagonista es tan dificultoso como intentar no revelar la trama general con sus salientes y particularidades en la presente reseña. Porque la pequeña Quvenzhané es el tópico primordial en el bello entramado de detalles y giros dramáticos que hacen de esta pieza una de las más hermosas y conmovedoras de los últimos tiempos. Con la cita tipo diccionario no queremos caer en la comparación, en este caso inútil, con lastimosos conceptos tales como los presentados en Lo Imposible (The Impossible, España, 2012), sino solo dar cuenta de la grandeza y sinceridad del filme de Zeitlin en donde todo sentimiento gestado y provocado no es víctima de una tijera subjetiva sino fruto de la objetivación conjunta de “lo humano” y empático como motor principal.

1.     Animales de costumbres. Hay en La Niña del Sur Salvaje una conciencia de carácter adulto y metafórico que, contrariando la fuerte presencia de infantes en el relato, se impone demostrando que la costumbre y la creencia respecto del ámbito sociocultural y espacial. Allí se genera un colectivo con motivaciones diversas y de desarrollos que amanecen más temprano. Porque la pequeña Hushpuppy, de seis años, vive sola y únicamente se aúna con su padre para aprender la tarea diaria o para la “hora de comer”, hecha ya ritual y costumbre de reloj biológico y que si no se respeta devendrá en preocupación y hasta en enojo como actitud instintiva, animal. Porque Hushpuppy, desde su pequeño Bathtub, conoce el exterior (pero se abstiene de salir a él), y posee las mágicas capacidades del saber externo y la creación inventiva que nace, se hace mito y el mito metáfora de un círculo infinito que versa el camino de la pequeña que “será recordada por los científicos del futuro” y será diosa cuando su destino y tensión se hagan presenciales cara a cara para con el gigante que amenace llevarse todo su mundo. La tormenta se forma como detonante, el deshielo liberador y transitivo, y la llegada de los Aurochs el fin de la inocencia y el inicio de su propia era.

 

2.     Tu-tum. ¿Cómo ver el mundo desde la óptica de un niño? ¿Cómo conectar los misterios que provee la lejanía con lo socialmente bien visto y civilizado? Exactamente como lo hacen Hushpuppie y Winke, simplemente con vivir y amar lo suyo, su conexión, aceptando las catástrofes y pérdidas como si fuesen un juego hermoso y claramente real con el que hay que aprender a lidiar. ¿Por qué digo Winke siendo él El Adulto de la película? Porque a pesar de su tamaño, como hombre ya maduro y en su condición de padre, la extraña vida que lleva cargando con su pequeña y su historia trágica (la pérdida de su esposa y madre de Hushpuppie) acarrea un trasfondo aniñado en donde las reacciones son más comunes al capricho de un niño y en donde la razón pasa a un segundo plano solo para coexistir con una aventura más. Winke gritando que se debe comer “a lo bestia” y corriendo hacia la tormenta en medio del caos manifiesta su rol desde dos puntos de vista, el de la responsabilidad y de apego y empatía para con su hija. Es que la conexión que se plantea desde una simple curiosidad inocente de un niño al sentir los latidos de los vivos para compararlos y establecer un vínculo de humanidad entre todos pasa a acompañar en primer plano la relación como padre e hija y como persona con persona de ambos personajes. Y es así que como se refleja en la manada de Aurochs la propia naturaleza gregaria y de amor, en los animales su relación de convivencia y entre los propios habitantes de Bathtub, el instinto como puntapié de unión.

 

3.     Sound of the truth. Un océano rodea el pueblo, ciudad o hábitat de Beast of the Southern Wild y eso acarrea consecuencias a nivel sonoro en la totalidad del filme. Pero no nos referimos a consecuencias técnicas ya que en la actualidad el menor de los problemas que conlleva una realización es la técnica. Entonces entramos en un terreno que conlleva la conjugación entre ambiente y banda de sonido. Respecto de lo primero podemos decir que la naturaleza circundante al relato posee vida propia, externamente a la de los protagonistas, de hecho hay ciertos elementos que juegan un papel crucial dentro del desarrollo como lo son el desprendimiento glacial o bien la tormenta que funciona como pinza o giro para el posterior crecimiento madurativo de Hushpuppie. Y es así que la labor sonora cumple un rol tan decisivo para el cuento que nos recuerda a lo naturalista de Los Hombres de Arán (Man Of Aran, Reino Unido, 1934), obra del genial Flaherty. Desde la óptica de la composición musical, una discordancia audio-video arrastra épocas, géneros y estilos y funciona como transportador para romper lo narrativo de una forma consciente que lleva a lo inconsciente para manifestar un apego mayor y una calidez acordes a todo aquello que se vive en pantalla. Punto a favor, la pausa y la utilización del silencio siempre que resulta menester, ningún sonido se presenta como superfluo ni sobra en el conjunto final.

 

4.     Killing me softly. “Suavemente”, ahí reside la clave del aspecto pictórico en el filme convocante. Sí, porque es suave el ruido de la imagen, porque el granulado resulta suave, porque es sutil el detalle de filmarlo todo con aspecto de cámara viva o cinema verité. Ninguno de estos aspectos es azaroso en Beast of the Southern Wild. Puede si, que esto último resulte molesto en un análisis por separado y de cada uno de estos detalles, pero no, lo que importante es la unidad y esto parece ser la premisa básica de la creación inicial-final de precoz cineasta. También es cierto que en una primera instancia la cámara es tosca, los movimientos erráticos y la sonoridad zigzagueante, pero todo tiene un por qué y es que origen de tamaña insolencia –repito, solo en principio y como oferta de sensaciones simples- se debe a un acompañamiento, y redundamos en lo suave del accionar y puesta en práctica para con el modelo de la protagonista. La inexperiencia inicial se acompaña de desprolijidad coreografiada, la crisis por suciedad e inexactitud en aquello que se ve: abuso del fuera de foco, planos poco equilibrados, detalles inexpresivos; y la experimentación y flote en el aprendizaje se ven engarzados de planos perfectamente cuidados, de un equilibrio magistral y con detalles de lo “natural” que parecen manipulados para que den bien sin perder el realismo del todo. La pausa, la timidez y la exactitud en el proceder dan como resultado una seguidilla de pasos uno más bello que el otro para culminar en éxtasis sobre magnificencias pictóricas y sentimentales.

 

5.     Atreyu. Sin caer en La Historia Sin Fin (Die Unendliche Geschitche, Alemania, Estados Unidos, 1984), La historia de Hushpuppie y Wink, su padre profesa un ingreso a la fantasía pero resulta tan liviano que tranquilamente podría tomarse por una realidad en a que lo mágico y lo “normal” –si es que esto existe- conviven cual Cien Años de Soledad”. La limpieza general de Beast… en donde hasta una tormenta épica es pictóricamente agradable y percibible permite incluir ciertos detalles como flashes, que podrían considerarse inapropiados o fuera de lugar, que trazan una línea paralela y un portal entre ambos mundos pasando siempre por el filtro de la mente inocente y de inagotable creatividad de una niña. Por tanto, el desprendimiento durante la catástrofe, la vuelta a la vida de animales legendarios, el dominio de las bestias como así de la vida y el universo aunque sea por solo un instante, son respetables desde la concepción del fraude mental y aceptables desde el acompañamiento medidísimo de todo paso de Hush.

 

La Niña del Sur Salvaje es grande en muchos sentidos, claro que resulta lenta por momentos, con altibajos intermitentes y con huecos que parecen insostenibles, pero Benh Zeitlin se las arregla para esquivar los obstáculos con fiereza y sin temblores en el pulso. La originalidad en una simple historia de crecimiento y otredad con personajes cotidianos pero de trasfondo memorable, recuerda a la genial De Ratones y Hombres (Of Mice And Men, Estados Unidos, 1992) y, como tal, una excepcional elección para disfrutar pleno séptimo arte y alejarse un poco de la convencional “chico conoce a chica”.

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Por Uriel De Simoni

Lo que el agua no se llevó

Confiar en el criterio del jurado del Festival de Sundance no es garantía de calidad. La sobrevalorada Preciosa, demuestra que el festival de cine independiente más prestigioso del mundo es muy adepto a las historias “golpebajistas”, a películas que se ocultan en el bajo  presupuesto para contar las mismas cosas que se cuentan en Hollywood con menos dinero y estrellas afeadas.

Me parece que todas las películas están sobrevaloradas. Incluso las mejorcitas como Lazos de Sangre, Bernie y La Niña del Sur Salvaje gozan de una fama injusta, otorgada por críticos muy sensibles.

La ópera prima de Ben Zaitlin es bastante original. Una fábula que muestra una sociedad de la demografía estadounidense que los sectores más conservadores se niegan a mirar y las zonas más urbanas y “civilizadas” desconocen. El director intenta no hacer una radiografía de la miseria o la pobreza, sino mostrar sin juzgar la vida de esta gente que vive en casas hechas de basura en los márgenes de la ciudad haciendo una crítica ecológica sutil y nunca regodearse en moralina.

La película se puede dividir en tres: por un lado la pintura de esta sociedad a través de los ojos de una nena de nueve años, elogiando el sentido comunitario entre los personajes; mostrando las consecuencias que provocan los tornados y huracanes en el sur de Nueva Orleans, sin caer en la demagogia o la película desastre, por el otro tenemos la fantasía que la protagonista imagina relacionada con unos jabalíes prehistóricos que van a descongelarse (más crítica ecológica) para comerse a la comunidad y ella debe enfrentar. Esta historia fantástica será una metáfora acerca de la madurez y precoz paso de la infancia a la adultez del personaje. Por último, sin duda la mejor de las subtramas es la relación de un padre y una hija, la historia de un hombre moribundo que no puede seguir educando a su hija por culpa de su salud y debe despedirse de ella, y una hija que debe enfrentar el estado del padre en un contexto social poco habitual.

Gracias a dos impresionantes interpretaciones de la pequeña y el novel Hill, Zeitlin consigue que todas las intenciones y subtramas coincidan en un relato fluido y emotivo, pero que no cae en golpes bajos o sentimentalismo gratuito. Las escenas gozan de lirismo y belleza audiovisual, todo gracias a la banda sonora a cargo del propio directo-, la fotografía y los notables efectos especiales.

Aún así, la utilización de una narración en off de la protagonista, termina por explicar abusivamente aquello que las imágenes cuentan solas. Si bien el texto es bastante sutil y la voz de la Quee le aporta sensibilidad, no deja de ser un recurso discursivo que le resta potencia de las escenas.

Más allá de esto, el cuentito de Zeitlin se deja ver con interés. Es una película dinámica con una premisa original, ambiciosa a pesar de su bajo presupuesto, pero con un tono fabulesco y lirismo que seguramente conseguirá enamorar a las almas sensibles. Por mi parte, debo reconocer que méritos cinematográficos no le faltan, aunque sigo opinando que en Sundance premian obras efectistas y conservadoras, que todavía no se animan a rebelarse cinematográficamente por completo como se esperaría, o como manda la historia del cine “indie” estadounidense.

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