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CRÍTICAS

Discos Nuevos: D´angelo – Black Messiah

Disco Recomendado por Pablo Rabotnikof, Toma 1…

D’Angelo – Black Messiah (2014)

“Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres” decía Borges que -según le había mencionado Bioy Casares-figuraba en la Enciclopedia Anglo Americana sobre Uqbar en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. Qué dirían entonces Borges y Bioy de “Untitled (How Does it Feels)” (Voodoo, D’Angelo, 2000), la más tremenda dosis de viagra musical registrada en este milenio, la cual debería garantizar la continuidad de la especie al menos por otro milenio más.

Catorce años pasaron de ese momento. Y como sucedió con Portishead, My Bloody Valentine o Fiona Apple, D’Angelo vuelve (acompañado por The Vanguard) después de mucho tiempo para plantarse y decirnos “¿y acaso ustedes creían que no me necesitaban?”. Es inevitable entonces intentar separar la alegría que pueda producir este regreso de lo que es el disco en sí. Que en definitiva, es de lo que realmente merece la pena hablar.

Ya desde el arranque Black Messiah deja en claro que no tiene la menor intención de ser complaciente. Unos acoples de guitarra a la “Foxy Lady” obran de señal de ajuste y dejan paso a “Ain’t That Easy” un funk pesado y cansino, acompañado de un milhojas de voces. Y antes de que empecemos a maquinar acerca de si valió la pena la espera, D’Angelo nos da la respuesta: “cerrá el pico y concentrate en lo que sentís”. Okay, hagámosle caso.

A continuación, “1000 Deaths” no se anda con chiquitas y sacude con este sample:

“Cuando digo “Jesús” no estoy hablando de un rubio pálido de ojos claros. Estoy hablando del Jesús de la Biblia, con el pelo como lana de ovejas, estoy hablando de ese buen pelo. Jesús, el revolucionario Mesías Negro.”

En seguida, un apocalipsis sonoro con capas y capas superpuestas, mucho más cerca del trabajo de Bomb Squad con Public Enemy que de la prolijidad de cualquier estrella neo soul que haya tratado de imitarlo en sus años de escondite. En el tema más explícitamente político del disco, D’Angelo escupe: “un cobarde muere mil veces, pero un soldado muere sólo una vez”.

Pero tranquilo Kanye, nadie te quiere sacar el lugar. A contrapelo de lo que pueda sugerir el título, Black Messiah en general no tiene pretensiones megalómanas, ni musicales ni líricas. Ya lo aclara D’Angelo desde el booklet: “El mesías negro no es un hombre, es un sentimiento de que, colectivamente, todos somos ese líder”.

Después de estos dos bombazos, recién en la tercera canción “The Charade” el disco relaja (un poco) y se nota brillando en su esplendor una de las grandes influencias de toda la carrera de D’Angelo: Prince. Pero la letra no da respiro: “todo lo que queremos es una oportunidad para hablar / pero en lugar de eso terminamos como siluetas de tiza en el suelo / los pies sangran el millón de millas que caminamos / revelando al final del día / la farsa”.

En “Sugah Daddy” y “Really Love” finalmente nos encontramos de vuelta al gurú arambi del amor que conocíamos. En la primera, un piano juguetón, claps, vientos, guitarras que amagan a entrar y no lo hacen dan rienda a un funk deforme con coros acid, que así y todo podría ser un hit (y mientras tanto, en Paisley Park se estrella una guitarra contra un televisor y se escucha un grito “tráiganme la cabeza de D’Angelo”).

En “Really Love” una intro con guitarra flamenca y voz femenina que a la vez que dice “te quiero mucho” (en castellano) remata con un “estás jodiéndome la vida”. D’Angelo se toma dos minutos para entrar y lo hace con un tremendo falsete, mientras guitarras españolas cocinan a fuego medio esta canción orquestada y agridulce.

No pasamos la mitad del camino y ya nos cansamos de contar momentos memorables. Es que Black Messiah es generoso y nos espera repleto de pequeñas sorpresas. Como el beat engañoso de “Betray my Heart” (CUANTA onda) que se monta sobre un contrabajo que muestra el camino y una guitarra que parece cortarse para solear -pero siempre vuelve para marcar el riff- y con unos vientos que entran cada tanto a dar una mano sin soltar el whiskey. O descubrir que en “Till it’s Done” las voces entran tarde en todo el tema y aún así suenan fantásticos. O el momento de “The Charade” (minuto 2’20”) en que la banda parece colapsar –pero sólo toma un poco de aire para seguir. Y así en todo el disco.

En los últimos años hubo varias ocasiones en las que la música negra (Outkast, Missy Elliott / Timbaland, Kanye West) nos sirvió en bandeja una suculenta porción de futuro señalando el camino de todo lo que íbamos a escuchar de ahí en más. Black Messiah se inscribe en esa línea, aunque quizá esté más cerca de Channel Orange (Frank Ocean, 2012): una obra en la que las más poderosas coordenadas conocidas (Prince, Stevie Wonder, Sly, Hendrix) se entremezclan para conformar algo nuevo. Y único.

En una época en la que la mayoría busca el impacto inmediato, D’Angelo ofrece un disco denso y cargado, que pide tiempo, paciencia y muchas escuchas para ser reconocido como el clásico que finalmente será. Como contrapartida, quienes se internen en la selva negrísima de Black Messiah se sentirán recompensados de sobra.

O en otras palabras: pase maestro, lo estábamos esperando.

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