A Sala Llena

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Eclipse: Algunos Misterios Misteriosos

Eclipse: Algunos Misterios Misteriosos

 

¡¿Por qué, por qué, por qué?! Esa es la pregunta que me hago desde que abrí el primero de los libros, Crepúsculo, hasta hoy, que acabo de salir del cine y ver  Eclipse, la más reciente, pero no última entrega de esta saga literaria devenida en cinematográfica.

¿Por qué sigo involucrándome en este universo tan adictivo como superficial?

De movida hay que convenir que la saga  Crepúsculo no está ni cerca de ser Harry Potter (ni literaria ni cinematográficamente) y, mucho menos,  de ser El Señor de los Anillos. Pero, aun así, es una especie de lámpara incandescente, que me atrae hacia ella como si yo fuera una polilla tilinga.

Recuerdo que cuando leí los libros, mi marido se iba a la mañana temprano para trabajar y me dejaba debajo del velador de lectura de la casa, con algún  tomo “ladrillo”  abierto en mi falda, en pijamas y despeinada. Me saludaba con un beso en la boca y cruzaba la puerta desapareciendo,  para volver a la tarde y encontrarme en la misma posición.

Solo me cambiaba los pantalones para ir a la librería a buscar un tomo nuevo si se me terminaba el que leía, eso era lo único que me podía hacer salir de la casa. Todo el tiempo era conciente de que lo que estaba leyendo no tenía valor literario y, si lo tenía, era escaso. Pero igual estaba atrapada y eso que no soy de las lectoras culposas que se golpean el pecho si abandonan a Tolstoi o a Dostoievsky y se arrancan los pelos de la cabeza si pasan mucho tiempo lejos de Proust. Soy cineasta y escritora apasionada,  siempre  dejo que las películas y los libros me sorprendan pero, lo de Crepúsculo, era definitivamente otra cosa.

Hoy, que ya ha pasado un tiempo considerable desde que leí los libros, la misma ansiedad de aquellos días me asalta cuando se estrena cada película. A penas abro los ojos en lo único que pienso es en ir a verla y, una vez allí, descubro sin asombro que estoy frente a un film mediocre, pero que me ata a la butaca y me hace sentir tan ansiosa que debo tomarme el pulso y respirar hondo para no salir del cine y pedir ayuda.

Si, soy algo neurótica. Durante el estreno de Episodio II, mi marido tuvo que llevarme a la guardia porque no pude manejar mi emoción al ver a tantos Jedis juntos en la escena del circo durante el rescate de Obi Wan.  Eclipse no llegó a provocarme eso, más que nada porque creo que jamás me hubiera perdonado el tener una emoción similar a la que me causa La Guerra de las Galaxias;  pero que me alteró me alteró.

La película hace agua en algunos lugares y, sin duda, trata superficialmente temas que en el libro tienen mas peso. Un ejemplo, la imprimación de los Hombres Lobos, un asunto que va a dar que hablar en la próxima entrega y para lo que el espectador que no leyó los libros no está preparado. La violación de Rosalie quedó expuesta de manera poco comprometida y superficial y, lo peor de todo, el amor de Bella por Jacob quedó desarrollado a medias, lo que alivianó posteriormente el hecho de que ella eligiera a Edward como el hombre de su vida.  Todo esto parece tener importancia, pero la verdad es que no. Nada tiene importancia frente a la belleza salvaje de Taylor Lautner, que se parte como una papa hirviendo y frente a la melancolía barata pero efectiva de los ojos de Robert Pattinson. Por supuesto, Kristen Stewart es una especie de princesa de alabastro que, con miradas intensas y con mucho oficio dramático, nos pone entre el instinto voraz de sacarle la ropa y las ganas tiernas de invitarla a jugar a las muñecas.

 No nos podemos olvidar del cierto tufillo a bajada de línea religiosa y, porque no puritana, que desprende el asunto del casamiento virgen de los dos protagonistas que pretenden tener una relación intensa y apasionada, pero que deben restringir cada impulso sexual por el que son embestidos. Este detalle, no menor por supuesto, hace que por momentos la composición estructural de los personajes, tambalee como un canguro borracho. Un vampiro que no bebe sangre humana y que además, para rematarla, no se deja arrastrar ni por el deseo ni por la lujuria.  Una mujer humana que debe elegir entre un hermoso vampiro que ni le chupa la sangre ni le hace el amor y un hombre lobo cuyo cuerpo caliente y musculatura híper desarrollada hacen que la tierra se raje. Enmarcando este cuadro dantesco, aparece el ejército de vampiros neófitos que viene a asesinar a todo el mundo y llega  la manada súper  hot de indios-lobos- modelos de la tapa de Vogue- chongos de telenovela colombiana al rescate. Todos ellos y ni una sola escena verdaderamente erótica. Todos ellos y ni una sola escena verdaderamente dramática. Todos ellos y ni una sola escena verdaderamente violenta.

Es muy extraño como conjugando semejante cantidad de elementos jugosísimos, la historia se las arregle para seguir siendo light, y para seguir pecando de inocente. Ahora, eso si, ¡ni se les ocurra interrumpirme mientras la estoy viendo!

Hay cosas de la vida que permanecerán siempre en el misterio como la magia, el deseo, la belleza, la razón del éxito, la atracción irracional, el talento y la estupidez humana.

Esta noche se presta para exponer el cuello a la mordida.

 

En fin… ¡aguante Eclipse fiera!

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