¿Es posible prometer amor eterno? ¿Es posible, en ciertos casos, hacer de un matrimonio una máscara con la cual una pareja se presente ante la sociedad que le reclama ser parte un ritual impuesto? ¿Debe ser el deseo el árbitro de cualquier pareja, mientras el tiempo pasa delante de ellos?
No es común ante los ojos de las personas de buenas costumbres aprobar que un matrimonio tenga un amante como parte de un juego sexual ya pactado, o aunque se trate tan sólo de una pieza cambiable por una noche.
Harold Pinter da vida en El Amante, su obra originalmente estrenada en 1962 en el Arts Theatre de Londres, a Richard y Sarah. Ellos son un matrimonio de clase acomodada que ve pasar los días entre whisky, cenas, charlas superficiales y la existencia de un tercero que va merodeando su cama. Específicamente, volviéndose parte de la vida sexual de Sarah.
De tan natural se vuelve absurdo. La reacción de Richard deja entrever una desidia asumida, una felicidad velada por esta nueva figura masculina que habita esa cama en la que la pareja protagónica hace entender que el sexo entre ellos dos carece de llama, de deseo, de carne. Claro que cuando Richard pronuncia la palabra “prostitución”, tan sacrílega para ciertos estamentos de una sociedad obsesionada por meterse entre sábanas ajenas, la acción se precipita hasta ver el verdadero rostro real de la pareja.
Dirigida por María Pía Molina Brescia la obra dibuja una pareja a la cual el paso del tiempo derrota en su misión de volver a conectarse mutuamente. Las máscaras que se ponen son parte de una acción medida que se va desarrollando de a poco, pensada y planeada. Sarah y Richard se vuelven personas reales en cuanto su vulnerabilidad permite ver el tamaño vacío que poseen.
Los protagonistas, Umbra Colombo y Nicolás Litvinoff, sacan chispas al interpretar a Sarah y Richard y ponen al espectador contra las cuerdas al revolver el avispero de los prejuicios que despiertan los celos, el sexo y sobre todo el amor. El amor aparece no como una metáfora de lo que debería ser, sino desde la realidad de un matrimonio acabado en sus días felices, pronto a ver un lado más sincero de sí mismo.
Guillermo Bechthold desarrolla una idea escenográfica excelente, en la cual dos personas están expuestas en su intimidad ante la vista de todos. Al primer contacto visual parece un penthouse de cualquier gran ciudad, hasta llegar a un juego de sombras en la habitación de los protagonistas donde el espectador puede jugar en su mente con lo que no logra ver.
Hablar de Harold Pinter es hablar de una parte muy importante de la historia teatral inglesa y de Broadway. Hablar de esta puesta de El Amante, permite atestiguar el desafío de una pareja y descubrir su capacidad de supervivencia y el verdadero deseo que los empuja, o su lento languidecer hasta la separación.
Teatro: El Tinglado – Mario Bravo 948
Funciones: Miércoles 21:00 hs
Entradas: 230 $
Por Flavio Hidalgo Del Castillo
Autor: Harold Pinter. Dirección: Maria Pia Molina Brescia. Traducción: Rafael Spregelbud. Vestuario: Ana Nieves Ventura. Iluminación: Ricardo Sica. Diseño de escenografía: Guillermo Bechthold. Diseño gráfico: Guadalupe Lobo. Asistente de producción: Alan Cabral. Asistente de dirección: Bruno Rumich. Asistente Escenas: Pablo Nicolás Discianni. Producción ejecutiva: Pablo Silva. Elenco: Umbra Colombo, Nicolás Litvinoff. Prensa: Varas & Otero Comunicaciones.