A Sala Llena

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The Night Of

The Night Of

Con todo el alboroto que se armó con Stranger Things, que es sin lugar a dudas la serie del año, todavía no hemos podido trenzarnos a charlar de otras oportunidades que por estos días se pasean rutilantes por la pantalla de la televisión Premium. Digamos entonces que opciones más sutiles y de perfil más bajo, recién ahora se están abriendo camino dentro de la maraña de ofertas (de todo tipo, clase y factor) que se va desplegando año tras año, para convencernos cada vez con más consistencia, de que el argumento acerca de que la mejor ficción está en las series tiene la verdad de la milanesa.

Después de las noticias execrables de que HBO había cerrado True Detective y Vinyl, dos novedades de las que todavía estamos recuperándonos, el panorama para la cadena parecía realmente sombrío y relegado a un segundo lugar, un tanto deshonroso, detrás del tanque imparable en el que está convirtiéndose Netflix. Si uno lo masticaba con cierto grado de voluntad justiciera, sonaba un poco a macanazo, ya que HBO es la pionera en formatos de ficción que superaron, recrearon y reestablecieron los estándares de calidad para toda la producción ficcional de la pantalla chica. Aun así, el hecho de que cerraran productos de semejante plétora de calidad, daba ganas de cagarlos bien a trompadas. Yo misma salí con la perorata en las redes sociales, pidiéndole a Netflix que rescatara esa maravilla, injustamente vapuleada en su segunda temporada, que es True Detective. Y si les cuento que mi gato bebé, el quinto de la flía, se llama Finestra en homenaje a Richie, podrán inferir sin esfuerzo, que la emprendí con la misma consigna en referencia a Vinyl.

Pero bueno, como parece que hasta acá todo eso es asunto terminado, los muchachos tenían que salir con algo que nos consolara.

Y vaya si lo hicieron…

The night Of es una miniserie que hasta ahora consta de ocho capítulos, y está basada casi al punto de remake en la serie británica Criminal Justice. Este bebé, que le pertenecía originalmente a James Gandolfini -y que tras su muerte fue adoptado por el exquisito de John Turturro (no sin antes pasar por las manos de Robert De Niro)-, retrata con crudeza y elegancia superlativa, poniendo el dedo bien en la llaga, el desahuciado mundo de la justicia criminal y todos sus hijos bastardos derivados: la violencia, la desidia, la estigmatización, el racismo, la burocracia, la hipocresía y el laberinto de horrores que significa ser acusado de un crimen violento e ingresar en el sistema judicial de Estados Unidos.

Nazir Khan (Riz Ahmed), alumno universitario ejemplar, musulmán americano de ascendencia pakistaní, le roba el taxi una noche a su padre para asistir a una fiesta a la que lo invitó una estrella del básquet universitario a quien viene haciéndole las veces de tutor. Incitado por la reputación de estas parrandas que incluyen a mujeres muy hermosas, Nazir sale vestido y alborotado y cruza el puente hacia Manhattan en el taxi de su padre. No sabiendo cómo se apaga la luz de “en servicio” es abordado varias veces por pasajeros. Entre ellos, una hermosa mujer joven, que lo convence de pasar la noche con ella y lo incita a drogarse juntos. Acto seguido, “Naz” despierta en la cocina de la chica y cuando acude al dormitorio a despedirse y agradecer los homenajes, descubre que la mujer ha sido apuñalada brutalmente y yace muerta sobre la cama. Después de intentar huir es aprendido y su infierno personal comienza.

Con una sutileza rayana en la maravilla, el periplo de este joven comienza a ser narrado desde la premisa que casi nadie disputa: es inocente y ha sido engañado. Su abogado, John Turturro, lo considera inocente y el espectador también. La serie descansa sobre los hombros de Riz Ahmed, porque el tipo tiene la mirada más cándida y limpia que se haya visto en pantalla después de Forrest Gump, y así, aunque las pruebas en su contra son abrumadoras, el espectador y buena parte de los personajes que llevan adelante la trama, lo dan por seguro inocente, por chivo expiatorio. Turturro, maestro de las artes y la vida, compone un abogado defensor inmaculado y la trama cobra un ritmo setentoso, delicado, sórdido y provocativo, que deja sin aliento.

Naz está ahora en la cárcel, esperando su juicio y allí se desata lo que parece su gradual paso de la luz a la oscuridad. Pero esta columnista se pregunta, si no es acaso la oscuridad que siempre estuvo en él, la que se abrió camino y sigue haciéndolo desde “la noche de”.

Es que, lo brillante del planteo, es que sin una sola prueba, sin un solo indicio que nos diga que este pibe es inocente, la composición de este personaje, tan jovencito, tan menudo, tan bello, y de una bonhomía apabullante, descarta todas, absolutamente todas las pruebas espantosas que hay en su contra. Y si el espectador se pone detallista, salvo dos o tres pequeñeces, nada pero nada, exonera a Nazir de la brutalidad que parece haber cometido. Y eso, como premisa narrativa ya es brillante, pero con el planteo que estos tipos han hecho de la serie es, lisa y llanamente, glorioso.

Nazir, quien no recuerda qué carajo pasó esa noche, se defiende diciendo: “Yo no la maté, no lo siento… si la hubiera matado lo sentiría. Estas cosas se sienten, ¿verdad?”. Y levanta esos ojos negros profundos, haciendo que le compres tres buzones y el obelisco.

Yo tengo muchas ganas de creerle, porque me hace acordar a un novio bueno que tuve. Pero desconfío del planteo, porque es demasiado brillante y está demasiado bien ejecutado. Lo que me hace olfatear una trampa argumentativa dolorosa para el espectador. En fin, nunca se sabe…

Lo que sí se sabe es que HAY QUE VERLA.

Saludos, mis queridas criaturitas asquerosas, repugnantes. Y que el sol los trate con decencia.

Laura Dariomerlo / @lauradariomerlo

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