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CRÍTICAS - CINE

El Amor de Tony (Angèle et Tony)

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El Amor de Tony (Angèle et Tony, Francia, 2010)

Dirección y Guión: Alix Delaporte. Elenco: Clotilde Hesme. Grégory Gadebois, Evelyne Didi, Antoine Couleau. Jerôme Huguet, Lola Dueñas. Producción: Hélène Cases. Distribuidora: Aura Films. Duración: 87 minutos.

Dardenne light

El primer largometraje de la directora francesa Alix Delaporte es una historia tan agradable como simple. Se trata de un film minimalista, pequeño, de corta duración, pero lo suficientemente interesante como para producir un alto nivel de empatía con sus personajes por el realismo y la cotidianeidad que sus conflictos propios representan.

Para ello, Delaporte decidió adentrarse en la cultura acuática de unos pobladores del puerto de Normandía, para contarnos cómo un hombre y una mujer con subjetividades totalmente distintas pueden encontrarse en el mundo y enamorarse sin recurrir a clisés o a romanticismos utópicos.

Angéle (Clotilde Hesme) es una joven hermosa, llamativa, pulsional y algo torpe que sale de prisión en libertad condicional para ver si se reencuentra con su hijo, cuidado por sus abuelos paternos. Tony (Grégory Gadebois), en cambio, es el “gordito” de dos hermanos varones de una familia de pescadores que están intentando encontrar a su padre que desapareció en el océano. En medio de estos conflictos personales ellos van armando un lazo que definirá la historia. Claro, pero no en todo se contrastan; a ambos se los observa entristecidos y apagados por la realidad cruda que les toca vivir y con importantes inhibiciones en lo afectivo.

El film va relatando esto, cómo se va armando el vínculo entre ellos y, en algún punto, de qué manera estas diferencias son funcionales para aliviar el malestar de cada uno. La cineasta optó por hacerlo desde una modalidad costumbrista, realista y suburbana, haciendo convivir con los protagonistas las diferentes peripecias que tienen que atravesar los pescadores para vivir más dignamente.

La película remite indefectiblemente al cine de los Dardenne no sólo desde la estética sino también desde lo narrativo. Visualmente contamos con continuos planos largos donde la cámara sigue el andar de la protagonista, sobre todo en su bicicleta que funcionaría como metáfora del recorrido emocional que va haciendo Angéle durante este trayecto. La narración es una versión light de los hermanitos belgas, dónde ambos personajes se encuentran en la búsqueda del deseo mientras atraviesan crisis parento-filiales; de hecho, la historia en un primer momento es bastante oscura, aunque luego se va aclarando lo suficiente como para que el espectador se relaje.

Filmada prácticamente toda en exteriores, resaltan las hermosas imágenes de esa geografía francesa, y con una iluminación peculiar que permite que el estado de ánimo de los protagonistas se vaya mimetizando con el paisaje, o viceversa. Es notable la secuencia final, dotada de gran emotividad y belleza visual.

Alto nivel interpretativo de sus actores protagonistas; Clotilde Hesme, a pesar de ser muy atractiva y llamativa, consigue encarnar con gran naturalidad a una chica simple, común y paradojalmente bastante embrutecida, sin perder la delicadeza. Es destacable el trabajo de Antoine Couleau, que hace de Yohan, el hijo de Angéle; la expresividad que logran captar las cámaras en el rostro de ese niño es maravillosa.

Quizás uno se haya quedado con ganas de más, o de ver algún conflicto que exprese un mayor nivel de tensión a medida que avanza la trama, pero la película cumple en su función y es un muy buen paso inicial para una directora joven y prometedora.

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