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CRÍTICAS

El Arco de Triunfo

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El Arco de Triunfo

Escenografía y Dirección: Daniel Suárez Marzal. Dramturgia: Pacho O’ Donnell. Vestuario: Silvia Giudicce. Iluminación: Gonzalo Córdova. Asistencia de Dirección: Guido Grispo. Intérpretes: Nacho Gadano, Victoria Onetto, Ana María Castel, Miguel Jordán, Ariel Pérez de María. Prensa: Tommy Pashkus

Nunca es fácil volver a casa

Pacho O’Donnell es, con sus seguidores y detractores, uno de los hombres más importantes arraigados a la cultura y la historia nacional. Novelista, historiador, dramaturgo, político, psicoanalista incluso. Todo lo que lleva a papel relaciona estas disciplinas en forma armoniosa. No es fácil trasladar a los escenarios los diálogos imaginarios entre próceres de nuestra patria, pero la historia argentina no pertenece solamente al siglo XIX o a la primera mitad del XX.

Solamente nos tenemos que remontar 10 años atrás para recordar la crisis del 2001, y las consecuencias que tuvo sobre los habitantes de clase media en nuestro país. Los fantasmas de aquel fatídico diciembre, que terminó con la presidencia de Fernando de la Rúa, en donde pasaron 4 presidentes en menos de una semana, regresan a nuestra mente, al tiempo que somos testigos de la decadencia económica que vive Europa, de la que está recuperándose Estados Unidos, mientras tememos que se vuelvan a repetir en nuestro país.

Cuando el trabajo se ve limitado en nuestro hogar, salimos a buscarlo en otros horizontes, y de repente encontramos a un gran contingente de argentinos viviendo en Europa, comentando su felicidad de habitar el primer mundo, vivir el sueño burgués, pero añorar lo que dejamos en el camino: una antigua novia, un amigo, la familia.

El Arco de Triunfo, justamente analiza los contrastes de dos épocas: el 2001 y el presente. El protagonista, Tincho (Nacho Gadano) viene a visitar a sus padres, tras varios años ausencia. Su nuevo hogar está en París, donde vive con una tal Emilia. Acá, sus padres lo reciben con la felicidad y el orgullo de encontrar a un empresario que ha triunfado por encima de todos los franceses. Tincho tiene prestigio, felicidad, talento.

Su visita permite reencontrarlo también con Anibal (Ariel Pérez de María), su mejor amigo de la infancia, con quién rememora viejas travesuras, sentimientos futbolísticos, y negocios improductivos.

Sin embargo, detrás de la alegría por encontrarse con sus seres queridos y un país que ha mejorado a comparación del estado en que estaba cuando lo dejo, Tincho luce preocupado. No tiene noticias de su hermano Raúl y siente la ausencia de una mujer en su vida. Ahí aparece Nora (Victoria Onetto), entre sueños y fantasías, una ex novia que le pondrá los pies sobre la tierra, y además sera la primera en desenmascarar la realidad de Tincho en París.

Tragicomedia con momentos nostálgicos, El Arco de Triunfo se luce por tener un texto contemporáneo, fresco y actual. Un reflejo de lo que vemos todos los días en la calle. Mezcla de absurdo con costumbrismo, El Arco… se permite jugar con tres espacios temporales que conviven en uno solo: la mente del protagonista.

La puesta en escena del veterano Daniel Suárez Marzal es ingeniosa. Las escenas se van sucediendo, como los días y las semanas. Los espectadores no somos demasiado concientes acerca del momento en que Tincho está con sus padres, de los que está con Anibal, y especialmente cuán real es el reencuentro con Norita. Esta ambigüedad narrativa rompe con la típica estructura lineal del teatro comercial. Tincho se ve atraído por cada bando que le solicita la atención.

El relato paulatinamente va tomando un perfil más oscuro y atractivo a medida que avanza, y nos damos cuenta, que las cosas no son como nos las vendieron y todos los personajes esconden secretos y manipulan a otro.

Vivir en París y en Buenos Aires no es tan fácil como parece, y todos prefieren guardar secretos.

Dos pinturas que representan dos espacios físicos diferentes, pero más demacrados como espejos despojados del glamour sobre la realidad, junto con una cortina de luces que ingeniosamente, pasan de tener los colores de la bandera francesa a los de la argentina, según el contenido de la escena representante, aportan color, variedad y curiosidad al escenario. Más tarde, se comprende que nada es casual, y que estamos ante una sutil crítica de la realidad en la que vivimos, sin importar en que país estamos viviendo.

Las interpretaciones son bastante sórdidas. Nacho Gadano logra mantener la compostura y el desafío de mostrar una cara distinta del personaje, sin perder carisma ni sentido del humor, reprimiendo sus verdaderos sentimientos. Esta esquizofrenia que vive todo aquel que estuvo ausente, Gadano la transita con verosimilitud. Sus estados anímicos cambian, pero para afuera, que no se note.

Lo acompañan en este desafío de múltiple personalidad, Miguel Jordan y Ana María Castel, brillantes como los padres de Tincho; sus interpretaciones pasan del costumbrismo a una actitud más naturalista, en forma armoniosa, como si estuvieran nuevamente asumiendo la partida del hijo desde antes que regresara. Los mimos, la preocupación y los estados de salud, son las armas con las que cuentan para convencerlo de quedarse. Pero él está cómodo en la Ciudad Luz.

También es muy destacada la actuación de Ariel Pérez de María como Anibal. El actor de la obra Lisboa, el Viaje Etílico, proporciona unos textos filosos, irónicos y dinámicos a partir de juegos de palabras, lunfardo y velocidad discursiva admirable, en donde además no pierde la actitud pesada del personaje en el escenario. Es muy disfrutable y real la química que se genera entre él y Gadano.

Por último, Victoria Onetto. Su participación se hace desear un poco, pero finalmente resulta esencial para comprender el significado de la obra y cambiar el rumbo de los personajes. Con gracia y sensualidad hipnotiza, logra seducir al protagonista y al público, desplazándose con elegancia por el escenario, acompañada por un prestigioso elenco.

Historia que depara más de un giro interesante, El Arco de Triunfo, trasciende la barrera de la comedia comercial para construir una obra reflexiva sobre el mundo que dejamos hace diez años y con el que nos enfrentamos ahora. La hipocresía, soberbia, la apariencia que damos los argentinos en Europa son analizados con humor y mirada crítica por el autor.

Agradable, llevadera e ingeniosa, un retrato histórico que no vale la pena adelantar demasiado, para que no se pierda la sorpresa final del espectador, pero sobretodo una gran metáfora de la sociedad argentina actual.

Teatro: Regina – Tsu, Corrientes 1235

Funciones: Jueves, viernes y sábados 21 Hs. Domingos 20 Hs

Entrada:

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