(Italia/ Francia, 2013)
Dirección: Paolo Virzì. Guión: Paolo Virzì, Francesco Bruni y Francesco Piccolo. Elenco: Fabrizio Bentivoglio, Valeria Bruni Tedeschi, Fabrizio Gifuni, Matilde Gioli, Valeria Golino, Luigi Lo Cascio, Silvia Cohen, Bebo Storti, Giovanni Anzaldo. Producción: Marco Cohen y Benedetto Habib. Distribución: Independiente. Duración: 111 minutos.
El infierno de los aficionados.
El Capital Humano (2013) es más que un film, es un ensayo sociológico basado en una historia real sobre el neoliberalismo y las relaciones sociales en el capitalismo actual, a partir de las nociones de éxito personal y los beneficios y riesgos de la especulación financiera de los administradores de los fondos de inversión y los inversores aficionados.
La historia se divide en cuatro partes. Las tres primeras son narraciones basadas en los protagonistas y la cuarta es una resolución de las anteriores, denominada El Capital Humano. En la primera parte, la película mira la historia desde los ojos de Dino, un hombre ambicioso que busca la amistad del padre del novio de su hija, Giovanni, un administrador de fondos de inversión, para convencerlo de permitirle invertir en una apuesta riesgosa contra la estabilidad del gobierno y de la economía europea con grandes dividendos. La segunda historia se centra en Carla, la esposa de Giovanni, una ex actriz devenida en ama de casa millonaria, snob y diletante que dedica sus días a recorrer negocios y comprar productos suntuarios con el dinero ganado por la especulación de su marido. La tercera de las historias narra los vaivenes de Serena, la hija de Dino, quien se ve envuelta en un asunto policial.
En medio de la intriga especulativa de Dino y el pedido de un préstamo para invertir el dinero que no posee, Carla entra un día en un teatro de provincia a punto de ser demolido y le propone a su esposo comprarlo para su restauración y nombrar un consejo administrativo. Así conoce a Donato, un profesor de teatro enamorado de la ex actriz en sus épocas de intérprete aficionada. Massimiliano, el hijo de Giovanni y Carla, es a su vez acusado de atropellar en estado de ebriedad a un ciclista que salía del trabajo el día de la graduación de los jóvenes. Con el herido en estado crítico, el caso policial se complica cuando Serena comienza a mentir sobre lo sucedido aquella noche para proteger a su pareja, un joven artista con tendencias suicidas.
La obra dirigida por Paolo Virzì maneja a la perfección todos los climas y hasta se da el lujo de introducir escenas amorosas que remiten al cine clásico italiano y que son disueltas por la tragedia de la realidad, la cual irrumpe para romper el artilugio estético. Así construye un drama social de gran alcance y valor para nuestra cultura, basándose en la solidez de un gran guión y en las grandes actuaciones del elenco protagonista, especialmente de Fabrizio Bentivoglio como Dino, Valeria Bruni Tedeschi como Carla, Fabrizio Gifuni como Giovanni y Matilde Gioli como Serena.
El Capital Humano deja al desnudo las contradicciones de los que ganan con la caída de las políticas públicas y los que se enriquecen a costa de la miseria de los trabajadores. Pero esto no es todo y el arte se convierte -en la película- en reflejo de la decadencia de la cultura de una época, ya sea a través de los críticos de teatro con sus teorías nihilistas, los docentes con su anhelo romántico o los inversores en su religión del éxito a toda costa. La decadencia de la economía neoliberal en Europa ha dejado secuelas en la cultura y los valores, convirtiendo a las personas en despojos de la sociedad de bienestar. La inmoralidad y la cultura de la deshumanización y la cosificación siguen gobernando nuestras leyes y esto es lo que logra plasmar Virzì, para ver de frente cuáles son las alternativas en el nuevo capitalismo.
Por Martín Chiavarino
La especulación ante todo.
El capitalismo que se propone retratar Paolo Virzì en su último opus es el contemporáneo, una suerte de resabio naturalizado -a nivel de la psicología de masas- de las jugarretas financieras de la década del 70 y la desregulación a troche y moche de los 80 y 90, aunque ahora con una autoconciencia que sin embargo no impide que predomine un individualismo por momentos asfixiante y que continúe creciendo la brecha de las desigualdades sociales. El eje del film es precisamente la convalidación de esa plutocracia que contamina a los sistemas democráticos de nuestros días, un régimen sustentado en el tráfico de influencias, la duplicidad enmascarada, los delirios del mercado y la microfísica foucaultiana del poder.
La película tiene el privilegio de formar parte de ese grupo de obras cuya historia resulta difícil de explicitar pero fácil de resumir, dentro de un armazón narrativo que combina los puntos de vista contrastantes de los diferentes personajes, ejemplos de una concepción que petrifica los vínculos entre los seres humanos y los pone al servicio de una voracidad sin límites, en plan autodestructivo. De este modo tenemos un relato que comienza con un ciclista atropellado y de a poco se va abriendo hacia el mundo de la usura corporativa y la codicia, centrándose en un pobre diablo que se endeuda hasta el extremo, un ama de casa llena de desilusiones y una joven dispuesta a todo con tal de proteger al hombre que quiere.
Sin duda uno de los elementos más interesantes de El Capital Humano (Il Capitale Umano, 2013) es su propia estructura, la cual plantea una interpelación mutuamente beneficiosa entre la comedia con ecos costumbristas (la senda expositiva que atraviesa gran parte de la propuesta) y el drama existencialista (el destino final de las diatribas y/ o metáforas que se van superponiendo a lo largo del desarrollo). De hecho, el humor hiriente funciona como vaso comunicante entre ambas comarcas, sacando a relucir la distancia emocional -y de objetivos- que existe en el esquema ético que comparten los protagonistas: los detalles a la Rashomon (1950) y al andamiaje del thriller enmarcan el declive moral de la colectividad.
Por supuesto que esa especie de naturalismo desbordado y el maravilloso trabajo del elenco en su conjunto, dos “marcas registradas” del mejor cine italiano desde siempre, suman mucho a la universalización del análisis y la solvencia ideológica de Virzì, quien construye un convite muy ambicioso desde la humildad formal, la sonrisa sardónica y esas tragedias que invariablemente colocan en el ojo de la tormenta a las grietas y payasadas varias de un sistema de acumulación condenado a fagocitarse a sí mismo. Así las cosas, la bandera de la especulación más execrable, la que desestima la vida en pos de las corruptelas de turno, flamea irónica en un retrato de familia cobijado en la sombra lejana de Luchino Visconti…
Por Emiliano Fernández
Un ciclista es atropellado mientras regresaba a su casa de noche y el conductor sigue de largo sin mirar atrás. A partir de allí, el espectador se sumerge en las historias de dos familias: los Ossola y los Bernaschi. El Capital Humano es una historia sobre dinero y sobre cómo éste maneja a las personas, a veces sin que ellas se den cuenta de ello.
Por un lado está Dino Ossola, padre de familia. Es un hombre ambicioso, desesperado por ser rico y dispuesto a apostarlo todo por conseguirlo. Apenas aparece se puede sentir su sed de dinero: sus ojos se mueven excitados y hambrientos por la mansión de los Bernaschi. Desea tener eso con todas sus fuerzas. Ve la oportunidad en el padre del novio de su hija, el millonario Giovanni Bernaschi, quien trabaja con fondos de inversión. Dino pide un préstamo al banco y le da una exorbitante suma de dinero a Giovanni para que lo invierta con la esperanza de hacerse rico.
Giovanni, por su parte, vive en su mundo de números y especulaciones, y no podría importarle menos lo que pase con Dino y su dinero. Pero disfruta vivir con lujos, siempre quiere más plata y es capaz de apostar a la bancarrota de un país con tal de sumar euros en sus cuentas. Todo parece ser un cálculo para él con un único objetivo: más, más y más dinero. Su esposa vive con nostalgia por la carrera de actriz que no tuvo y los sueños que no pudo cumplir. Decidió abandonar su pasión por una vida cómoda en un mundo de lujos pero que al final del día no la hacen feliz, dejándola vacía. Por último está Serena, la hija de Dino, que con tal de salvar al chico que ama está dispuesta a todo. A diferencia de su padre, no le interesa el dinero y sólo se preocupa y arriesga por su gran amor. Pero su determinación la llevan a tomar decisiones sin vacilar ni pensar en cómo perjudican a los demás.
La película cuenta con grandes actuaciones, cada personaje es tan creíble y natural que parecen personas de todos los días. Es fácil pensar en los Dinos del mundo o los Giovannis y el paralelismo con la realidad se hace casi de manera inmediata. Es un retrato actual de una sociedad atravesada por el capitalismo y obnubilada por el dinero.
Sin guardarse nada, el director Paolo Virzì muestra en su película personajes autodestructivos, hambrientos y dispuestos a todo por cumplir sus objetivos. En medio de todo esto está el ciclista atropellado. Aquel queda en un segundo plano, tan sólo como un grave hito en las historias de los protagonistas. Y tal vez lo más terrible y grandioso del filme sea ello: cómo muestra a ambas familias indiferentes ante esa víctima salvo cuando se trata de utilizarla para sus propios intereses o cuando esa víctima perjudica sus objetivos. La impunidad de quien está mejor posicionado.
Por Eliana Giménez