El Cisne
Dirección, Autor y Dramaturgia: Felicitas Kamien. Producción: Carolina Milli, Felicitas Kamien. Escenografía: Florencia Polimeni, Esteban Brenman. Vestuario: Julieta Harca, Eliana Kuriss Dick. Iluminación: Eduardo Pérez Winter, Adrián Grimozzi. Diseño de sonido: Javier Bustos. Elenco: Alexis Cesan, Carolina Milli, Mariana Cavilli, Marta Haller, Victoria Cipriota. Voces en off: Abuela Eva, Anita, Andrés Schaffer, Federico Lorosso, Anita Grinberg. Prensa: Simkin & Franco.
El Cisne, con dramaturgia y dirección de Felicitas Kamien, tiene por protagonistas a tres hermanas que junto a su madre, tras haber tomado una traumática decisión, se encuentran afrontando uno de los peores momentos de sus vidas. En medio de esta situación ocurrirá un hecho inesperado, de tal magnitud, que las llevará a sacar a la luz lo mejor y lo peor de cada una.
Desde la dramaturgia, el entramado se despliega en clave costumbrista, construyendo una estructura dramática verosímil que genera una gran empatía en el espectador. La acción se desarrolla a partir de la inminencia de una situación límite, en la cotidianeidad de la casa paterna, en donde estas mujeres se hallan reunidas compartiendo la angustia de un final anunciado. Un mismo pasado las une y las convoca, pero también las distancia. Y aquellos nefastos recuerdos que durante tanto tiempo se mantuvieron ocultos, olvidados o reprimidos, resurgirán con fuerza, con desmesura; todo saldrá a la luz, hasta los más oscuros sentimientos.
Los protagonistas: Una madre con mucho carácter que se impone sin medias tintas ante sus hijas, pero que también oculta sus dolores de tiempos largos y su desasosiego. Un padre ausente. Tres hijas nacidas del amor, pero criadas en soledad. Tres hermanas cómplices. Un cisne que reaparece desplegando toda su belleza; tan joven y fuerte -que no presenta signo alguno de haber permanecido en el letargo- como una estrella que brilla con toda su potencia antes de extinguirse.
Uno de los aspectos más destacables de esta puesta es su escenografía (a cargo de Florencia Polimeni y Esteban Brenman). Se trata de un diseño de innegable originalidad, estructurado en perspectiva, que logra colocar al espectador en un privilegiado punto de vista, otorgándole la capacidad de verlo todo, de saberlo todo, en todo momento. Esta satisfacción panóptica, al dotar al espectador de un poder poco habitual –ver y saber más que los propios protagonistas- produce un efecto muy interesante, además de contribuir en gran medida a sostener una trama que por momentos se entreteje a un ritmo verdaderamente vertiginoso, lo cual resulta un verdadero hallazgo dramático.
El diseño de sonido también merece un destaque por su acertada utilización, ya que con muy pocos recursos y de un modo muy inteligente, logra construir imágenes visuales que hacen prescindible el montaje de las escenas que referencia.
La obra, además de los resaltados aspectos narrativo, técnico y estético, puede desplegarse en toda su potencialidad porque se sostiene en un desempeño actoral muy sólido de todo el elenco. En particular, quiero destacar el trabajo de Marta Haller, quien encarna nada menos que el papel de la madre; un personaje que requiere de una gran intensidad dramática, muy bien lograda por esta experimentada y talentosa actriz. También me pareció muy lucida la actuación de Mariana Cavilli, quien interpreta a una impulsiva y -por momentos-timorata hermana mayor, cuyas oportunas intervenciones humorísticas contribuyen a distender la dureza de la trama.
El Cisne es una pieza teatral tan intensa como movilizadora, que nos invita a reflexionar acerca de los aciertos y desaciertos que cometemos a lo largo de nuestra vida; y a pensar que perdonar y perdonarse podría ser un camino, una clave. Y en este sentido, un último gesto –aunque sea mínimo- podría volver importante aquello que parecía perdido, y devolverle su significatividad a todo lo que parecía insignificante.
De más está decir que El Cisne me pareció una obra maravillosa que recomiendo no perderse.
Por Mariana Moriello
Felicitas Kamien propone una obra que quiere ser intensa en la concepción del concepto detrás de la historia. Sin embargo, este concepto queda vago para la ficción concreta con la que nos encontramos.
Nos acercamos a tres hermanas cuyo padre, Joaquín, permanece en estado de coma irrecuperable. En los próximos días lo van a desconectar y ellas se encuentran planeando el velorio junto a su madre -separada del enfermo y conviviendo en pareja con otro hombre- parece más preocupada por los canapés que por el enfermo. Ella está resentida aún en el presente de los engaños del pasado, que descarga con soltura frente a sus hijas.
En este contexto ya disparatado se inicia la acción cuando Joaquín vuelve a la vida. Entonces, intentaremos entender la trama interna de la familia, en un escenario surrealista, con un texto que se desplaza prolija y muy inteligentemente utilizando el humor negro en el desarrollo de la obra.
Decía, sobre el concepto de la historia, que resulta un poco forzado al intentar ligarla al último canto del cisne, por ello su título. Este animal permanece mudo toda su vida pero antes de morir emite un canto bello y único, que sus compañeros reconocen y respetan. Dicho episodio de la vida animal quiere ser asociado con este despertar de Joaquín como quien vuelve a la vida a despedirse, a decir, a hablar. Pero nada de eso sucede. Su despertar es confuso, arrasador y precipitado. El único momento que él parece decir algo, el público no lo escucha, y eso que dice no parece generar nada en la familia por lo tanto ningún giro en la trama cerca ya del final.
Encontramos una familia llena de ruido, de interferencias, donde cada uno admite su dolor como superior y más profundo que el resto. Individualidades que intentan sobrevivir en la jungla que es esta familia. No existe la comunicación pretendida, el público ve las esferas personales, como ve lo que sucede en el otro ambiente mientras la acción central está –por decir- en la sala.
Hay algunos cabos sueltos: se utiliza mucho el recurso del contestador –con la escena a oscuras- donde escuchamos la voz de la abuela, el médico, algún amigo que les deja mensajes a las chicas pero en realidad no aporta demasiado; en algún caso no se llega a entender e incluso agota.
Las actuaciones son, en general, reales y se advierte correcta dirección. Sin embargo hay problemas en la compatibilidad de las voces de las actrices, al punto que resulta molesto al oído la diferencia en los timbres de voz. Alexis Cesán, en el papel de Joaquín, resulta un poco exagerado en su actuación, sus modos al caminar y la conexión que genera con sus hijas. La más chica de ellas también en sus modos resulta sobre actuada. La más grande por el contrario, encarna muy adecuadamente su papel, lleva consigo el particular humor que propone el texto de manera sumamente efectiva.
No se puede hablar de esta obra y obviar la escenografía. Es, seguramente, lo mejor logrado. Resulta meritoria la idea pero aún más la concreción de ella tan prolija y verosímil. En este caso a penas con el ingreso a la sala se logra la sorpresa del espectador y amplias expectativas.
Es difícil lograr una descripción que permita recrear en la mente del lector la imagen que intento transmitir. Quien entre a la sala, entonces, encuentra una casa vista desde arriba a la cual se le ha aplicado un corte transversal. Es como si estuviéramos viendo el plano de un arquitecto llevado a escala real. No solo eso, al estar la propiedad cortada a la mitad es necesario con pocos elementos recrear el ambiente de la casa deseado. Aquí esto se logra a la perfección. Por otra parte, la plataforma que sostiene la escenografía tiene la inclinación adecuada para que desde las butacas se pueda ver los cuatro espacios en que se divide la casa de manera cómoda.
Esta obra tiene, así como la escenografía, elementos muy bien resueltos, recursos muy valiosos y otros puntos muy importantes que hacen agua y quedan diluidos en lo concreto del proyecto.
La distribución de los espacios está evidentemente bien manejada, así como las entradas y salidas de escena. La iluminación debía estar a la altura del espacio escénico y así es, se convierte en un complemento necesario y lo más importante, bien utilizado en la separación de los ambientes dando o quitando prioridad en la narrativa.
El Cisne nos propone una excelente puesta ante todo, original, con actuaciones que no son uniformes en cuanto a calidad; un humor negro que saca carcajadas en el público en distintas oportunidades pero con un concepto muy pensado y forzado que no logró encajar con la propuesta real del espectáculo.
Teatro: Camarín de las Musas – Mario Bravo 960 – C.A.B.A.
Funciones: Sábados 23.15 hs.
Entradas: $ 45 y $ 30 (descuentos a estudiantes y jubilados)
Por Paulina Dominguez