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CRÍTICAS - STREAMING

El clon de Tyrone (They Cloned Tyrone)

IDEAS, IDEAS E IDEAS

No puede decirse que El clon de Tyrone no sea sorprendente. Lo es desde un principio, cuando, a los pocos minutos, vemos cómo su protagonista atropella a pleno día con su auto. 

Pocos minutos después de eso conocemos a dos personajes excéntricos (una prostituta que tendrá vocación de detective, un proxeneta que asegura haber ganado un premio al proxeneta del año en 1994) y luego una trama que imagina un mundo de experimentaciones subterráneas, clones y gente que parece destinada a repetir una rutina una y otra y otra vez.

La película, por otro lado, se permite también jugar con cambios de registro: de un tono de comedia absurda va virando a la ciencia ficción, y de ahí a una suerte de drama existencial, que culmina en una de acción.

Aún cuando pueda resultar sorprendente, es inevitable de todos modos no ver tres conexiones claras en El clon de Tyrone. Por un lado, las dos primeras películas de Jordan Peele, ¡Huye! y Nosotros, por el otro Sobreviven, de John Carpenter. De la primera tiene en común hacer un film de ciencia ficción que exprese el miedo de la comunidad negra americana (o al menos, cierta parte de ella) de un Estados Unidos que en el fondo quiere volver a las épocas de esclavitud y marginalidad, aún cuando esté maquillado de otra cosa. De Nosotros captura la idea de un mundo de clones en un espacio subterráneo, gente sometida a la voluntad ajena que de pronto siente la necesidad de rebelarse. De Sobreviven recupera la idea de un mundo capitalista lleno de marcas que esconden secretamente lavados de cerebro y el concepto de poner como héroes a un grupo de marginales.

Las cuatro películas tienen en común el uso de la ciencia ficción y la sátira social para expresar el terror a perder la voluntad individual, a ser un títere de un tercero. En el caso específico de El clon de Tyrone el hecho es todavía más remarcado porque sus protagonistas terminan siendo clones creados específicamente para una función, individuos que se creen libres pero que descubren que no son más que personajes dentro de una trama que ha programado ya todos sus comportamientos de antemano.

Lo que sí diferencia, y mucho, a El clon de Tyrone de los anteriores exponentes es que ahí donde sus antecesores tenían ideas claras de puesta en escena, el film de Juel Taylor tiene las mismas ideas visuales de una producción estándar de Netflix. Diálogos resueltos a puro plano contramano, fotografía lustrosa y un montaje perezoso, incapaz de privilegiar el suspenso para concentrarse en lo puramente situacional.

Una escena donde esto se ve muy claramente encuentra a los tres protagonistas huyendo en el auto de una horda de hipnotizados. La escena podría ser potencialmente interesante, pero todo se resuelve a demasiada velocidad, impidiendo que uno sienta la desesperación y el clima de desesperanza que pueden sentir estos personajes. Rápidamente, estas tres personas se ven rodeadas por una masa hipnotizada y allí aparece un personaje interpretado por Kiefer Sutherland a dar un discurso sobre el Estados Unidos histórico y sus bases esclavistas.

Uno podría, si quiere, burlarse un poco de este costado oportunamente woke de El clon de Tyrone, pero lo cierto es que todo sucede tan rápido acá, todo está tan hecho para asombrar momentáneamente que ni siquiera puede irritar. Por el mismo motivo, los temas muy ambiciosos (por ejemplo, la identidad y el libre albedrío) suenan tan superficiales, como planteos que aparecen y se dejan de lado para pasar a la próxima situación o tema ocurrente.

Todo está perdido entre ocurrencias, entre un submundo de ciencia ficción que de tantas vueltas y pasadizos, termina siendo hasta confuso. Una vez llegado al desenlace, la única arma que le queda a esta película para sorprender es (cómo no) una vuelta de tuerca hecha de un epílogo tedioso e innecesario, apenas hecho para justificar el título y que sólo intenta complejizar una trama por el simple hecho de hacerla más vistosa.

Terminado todo ya, de El clon de Tyrone apenas pueden recordarse unas pocas cosas, los sorprendentes balazos que recibe el protagonista a los 15 minutos, un inteligente uso del sonido de un tren en la primera escena de suspenso con Sutherland, y algún que otro oneliner dicho con gracia por Jamie Foxx o Teyonah Parris. De sus ideas, de sus muchísimas ideas todas acumuladas en sus 120 minutos, probablemente no sobreviva ninguna, y todo en su conjunto no tenga mayor trascendencia que una larga tanda publicitaria hecha por un conjunto de hábiles creativos que no aspiran a otra cosa más que a la sorpresa efímera y, por ende, a la total intrascendencia.

(Estados Unidos, 2023)

Dirección: Juel Taylor. Guion: Juel Taylor, Tony Rettenmaier. Elenco: John Boyega, Jamie Foxx, Teyonah Parris, Kiefer Sutherland, David Alan Grier. Producción: Jamie Foxx, Charles D. King, Tony Rettenmaier, Juel Taylor, Datari Turner. Duración: 122 minutos.

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