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CRÍTICAS

El Diario de Carmen

 

El Diario de Carmen

Dramaturgia y Dirección: Luis Cano. Dirección de Voces: Tian Brass. Espacio: Luis Cano. Realización escenográfica: Víctor Salvatore. Diseño interior, utilería y vestuario: Lorena Ballestrero y Laura Rovito. Iluminación: Mariano Arrigoni. Música: Mega Cisterna Magna. Coreografia: Luciana Acuña.

Antes que una mujer. Antes que una pareja. Antes que un hombre –real, simbólico o imaginario. Antes que todo: un diario. Cano nos lo avisa desde el título mismo de su pieza. Sujeto: el diario. Desde ahí partimos.

Una historia, fragmentaria y fragmentada. Fragmentos, entonces, de una historia que pretende hilvanarse…o negarse. Hombre, mujer, diario e historia, encerrados en una cárcel florida que simula hogar. Flores innegables, eternas, infinitas que pueblan sus paredes hasta inundar el cuerpo mismo de nuestra protagonista, quien con su también florida sonrisa, pretende negarnos cualquier padecimiento.

Encierro. Un encierro asfixiante que el relato -que Carmen intenta simpático- no hace más que reforzar. Encierro y ausencias. Ausencias enunciadas y ausencias evidenciadas. Se enuncia a Bianco, el gato ausente, mientras se evidencia la completa ausencia de libertad de estos seres. Una mujer aferrada a una historia –real o imaginada-, intenta desesperadamente un interlocutor –real o imaginado- que la sostenga y justifique. Carmen narra un adentro y un afuera, dicotomía constante. La escenografía, deslumbrante, exacerba esa dicotomía: el living de una casa, con sus puertas y ventanas, con su piso y su tapizado, nos develan el artificio en una contradicción que agradecemos. No hay más allá de esas paredes, no hay más allá de esas puertas y ventanas. No existe más que un negro profundo, un abismo, un misterio. Y nosotros, claro.  Cómplices espectadores del suceso. La iluminación, otro lujo que acompaña el acierto escenográfico, parece emanar de ese mismo y único espacio, simula existir exclusivamente dentro de esas paredes y acentúa, por oposición, el afuera. Ese afuera enorme al que tanto teme Carmen. Ese afuera que queda relatado y retratado en un diario: otro afuera que, sin embargo, se ha convertido en una extensión de su propio cuerpo, en una amplificación de su propia voz. Esa voz exquisita, hipnotizante, contundente de Gaby Ferrero, que ayuda a Carmen a no saberse tan sola. Su propia voz resulta garantía de su existencia. Voz que libera las palabras que su dueña ha tenido a bien remarcar en su diario.

Registro exasperado de una vida negada, el diario le permite a nuestra protagonista, reemplazar su propia existencia, su propia vida lineal, finita, irrelevante, por una vida otra. ¿La vida que el diario narra, es mejor que la propia vida de Carmen? No, de ningún modo. Pero el formato mismo del registro permite ir y venir en el tiempo, viajar y regresar, recordar, reinterpretar, seleccionar y volver a fragmentar, procesos que enriquecen una vida recluida –finalmente- entre dos paredes…entre dos tapas.

Cano nos presenta un momento interesante de adentros y afueras, de límites y definiciones, de “yos” y otros. En ese proceso, en esa reflexión que habilita, se le agradece la teatralidad expuesta, la espectacularidad de su puesta, su aventura lumínica y escenográfica, su complejidad disfrazada de sencillez… todo lo que nos recuerda el artificio y refuerza la idea de ficción de la mano de dos actores que nos invitan a viajar aferrados a sus cuerpos.

Teatro: El Kafka – Lambaré 866

Funciones: Jueves 21hs.

Entradas: $50 y $40

 

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