Autoría: Griselda Gambaro. Dirección: Silvio Lang. Producción: Yamila Rabinovich. Asistencia de Dirección: Marcelo Méndez. Coreografía: Diana Szeinblum. Iluminación y Escenografía: Gonzalo Córdova. Vestuario: Renata Schussheim. Música original y en vivo: Pablo Cécere. Fotografía: Gustavo Gorrini, Mauricio Cáceres. Elenco: Cristina Banegas, Belén Blanco, Marcelo Subiotto y Claudia Cantero. Prensa: Prensa TNC
La vieja Márgara, encarnada por la gran Cristina Banegas, dice poseer el don del vaticinio. Cansada de augurar un mundo devastado se dirige a la multitud con el fin de predecir una nueva humanidad colmada de bondad. La vieja Márgara, a la que nadie cree pero todos temen, tiene la capacidad de incidir sobre las fuerzas de la naturaleza y aun así no puede salvar al marido de su vecina Renata, postrado en una cama. Una mujer que por momentos parece desvariar y en otros (su mayoría) se vale de una lucidez desmedida para describir el mundo que la rodea y para entender qué es lo único que puede salvarnos.
Márgara presagia. Sin embargo la realidad no se condice con su deseo. Tendrá que asumir que vivimos en un mundo dividido entre dos fuerzas opuestas: los que hacen sufrir y los que sufren; donde la hipocresía y el egoísmo parecen triunfar por sobre el bien común.
El elenco es también integrado por Belén Blanco, la hija de Márgara, Sonia, quien se hace cargo de ella en los últimos años de su vida, a pesar de la resistencia de su marido Efraín (Marcelo Subiotto). Y un cuarto personaje, Renata (Claudia Cantero), la vecina que en un gesto desesperado se acerca a Márgara para pedir su ayuda.
Un obra conmovedora escrita por Griselda Gambaro, una de las dramaturgas argentinas con mayor prestigio de las últimas décadas. Quién, a través de su texto, cuestiona a la humanidad, valiéndose de su observación del mundo y deja sembrada una duda con el discurrir de los hechos acerca de nuestro propio destino. Silvio Lang vuelve a unirse a ella luego de Querido Ibsen: Soy Nora, y dirige esta nueva propuesta por demás interesante y original. Arriesgada y a su vez lúdica hasta el sufrimiento.
El Don es una obra donde el cuerpo dice más que las palabras. Un despliegue coreográfico por parte de los actores que trasluce, magnifica y a veces desdice lo que enuncian las palabras. Así nace un ritmo afectado por todo aquello que sucede. Hay poesía y emoción en los movimientos. Un enorme trabajo desde la dirección como así también desde la puesta coreográfica a cargo de Diana Szeinblum y sin dudas desde la labor actoral. Es de destacar la energía que sostiene Belén Blanco a lo largo de toda la obra. La vemos desplazarse, arrastrarse, saltar, cargar y descargar, en un afán por estar siempre a disposición del otro. Hasta llegar al final donde refugiada en los brazos de su madre, le suplica que la salve de su “mansedumbre, de esa bondad sin fuerzas”.
La escenografía minimalista pareciera un escenario montado dentro del mismo. Nos describe dos mundos: aquel superior, el que todos vemos y un submundo en el que los personajes descenderán de tanto en tanto como así algunos llegarán a reptar por el mismo. Acompañada por una iluminación prolija y adecuada y la música en vivo que adorna el movimiento de los actores en escena junto a los efectos de sonido.
Márgara sufre el don que le ha sido concedido porque tal como lo explica su director, el mismo no se refiere a aquel dado por los dioses sino al que otorga la edad y la experiencia, que es el don de la sabiduría. La gracia de nuestro personaje es el de poder ver cuál es el drama existencial de la humanidad. Su intención es combatir nuestra propia maldad y es por ello que será el hazmerreir de todos y no podrá contra la voluntad de los otros que finalmente derivará en la tragedia misma.
Teatro: Teatro Nacional Cervantes – Av. Córdoba 1155
Funciones: Jueves a sábados a las 21.00 horas. Domingos a las 20.30 horas.
Entradas: $60 a $75 (jue $50 a $60)
Por Ines Chaker
