Uno de los primeros grandes héroes de la cultura pop fue el Llanero Solitario. Primero en la radio y luego por televisión (entre 1949 y 1957), las andanzas de este forajido ranger de antifaz (Clayton Moore), acompañado por el siempre fiel indio comanche Toro (Tonto,en inglés), trascendieron fronteras y marcaron a generaciones. La frase “Hi-yo, Silver, away!”, que el protagonista gritaba arriba de su caballo Silver, son sinónimo de aventura. El equipo de la saga de Piratas del Caribe parecía el más apto para trasladar aquellas historias del salvaje Oeste a la pantalla grande. Y, dentro de todo, cumplió.
El Llanero Solitario sigue de cerca el concepto original, aunque con algunos cambios. En plena Revolución Industrial, John Reid (Armie Hammer) regresa a sus pagos para ejercer como abogado; pretende imponer la ley en un territorio donde los asuntos todavía se resuelven a los tiros. Pero al poco tiempo, él y su hermano John (James Badge Dale) son emboscados por la pandilla del temible Butch Cavendish (William Fichtner). Pese a recibir disparos de muerte, John sobrevive y es ayudado por Toro (Johnny Depp), quien le enseñará su nueva misión: convertirse en una figura enmascarada, capaz de imponer la justicia en un contexto donde no la hay, principalmente si Cavendish anda suelto.
El cambio más significativo está en que el Llanero Solitario no es Dan, como sucede originalmente, sino John, el hermano que al principio nada tiene de valeroso. Más de una vez, Toro manifiesta que hubo una equivocación por parte de las fuerzas superiores a la hora de designar al Espíritu Errante, y de allí nace la conocida expresión del indio cuando se refiere a su compañero: kimosabe. Desde que se anunció el proyecto, nadie llamó tanto la atención como Johnny Depp y su idea de personificar a Toro. El actor vuelve a demostrar su anticonvencionalismo y le otorga al personaje sus acostumbrados toques esotéricos. Esta vez, más que nunca, resulta inevitable compararlo con Jack Sparrow, al que Depp inmortalizó en Piratas del Caribe: mismos movimientos, bufonadas similares, maquillaje estrafalario (aunque ahora no se inspiró en una estrella de rock sino en un indio de la vida real; de hecho, el actor es descendientes de la tribu Cherokee). Sin embargo, Toro carga con un pasado tortuoso, lo que le otorga más oscuridad que al simpático Capitán Sparrow.
Pese a tener a Depp como principal figura, Armie Hammer no queda tapado por la estrella y ambos forman una buena dupla. Además, el otrora actor de Red Social deja en claro que tiene madera y gracia para el género de acción. En cuanto al elenco secundario, el cada vez más presente James Badge Dale se destaca como un cowboy que debía ser el verdadero Llanero. El siempre subvalorado William Fichtner compone a otro villano desagradable, que no duda en comerse el corazón de sus enemigos. Tom Wilkinson es un empresario ferroviario que esconde planes muy tenebrosos, y Barry Pepper hace lo suyo como un general del ejército confederado. Las más desdibujadas del elenco son las mujeres: Ruth Wilson como el interés romántico de John y, sobre todo, Helena Bonham Carter; la madama pelirroja a la que interpreta, armada con su falsa pierna-rifle, prometía convertirse en una interesante co-protagonista, pero aparece poco y no aporta nada a la trama. Un desperdicio.
Cuando se estrenó Un Ratoncito Duro de Cazar, su ópera prima, el director Gore Verbinski fue definido como una mezcla de Chris Columbus y Tim Burton, con algo de Terry Gilliam. Esto se nota más en las películas de Piratas… y aquí también. Además de saber filmar secuencias de pura adrenalina y muy divertidas, sabe darle ciertos matices siniestros a sus obras, con bastante humor negro y absurdo. Y, al igual que en Rango, por la que ganó el Oscar, vuelve a demostrar que ama los westerns: para empezar, los planos generales de Monument Valley remiten a obras maestras dirigidas por John Ford y protagonizadas por John Wayne, como Más Corazón que Odio. Pero como le sucedía en las secuelas de Piratas…, se engolosina con escenas de acción innecesarias y le termina quedando un film largo, con un ritmo desparejo. Esperemos que en su próxima película encuentre la manera de remediar eso.
Más allá del gran espectáculo visual, hay algo de crítica al sistema y su política de progreso, que no duda en barrer con las tierras de los indios con tal de expandir las líneas de ferrocarril. Y muestra cómo el Hombre Blanco sacó provecho de los recursos naturales de los aborígenes, como la plata, a costa de masacrar a los nativos. Sin alcanzar niveles de brillantez, El Llanero Solitario sigue siendo una película entretenida (al principio y al final, sobre todo), en la que Johnny Depp, guste o no, vuelve a lucirse. Si será el comienzo de una nueva saga, sólo dependerá del éxito comercial. Eso sí, los niños del siglo XXI ya pueden familiarizarse con el universo de aquel misterioso justiciero que se niega a perder vigencia. Y no, no falta la clásica banda sonora del programa de TV, que es leit motiv de acción y diversión.
Por Matías Orta