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CRÍTICAS - CINE

El Mayordomo (The Butler)

(Estados Unidos, 2013)

Dirección: Lee Daniels. Guión: Danny Strong. Elenco: Forest Whitaker, Oprah Winfrey, David Oyelowo, Cuba Gooding Jr., Alan Rickman, John Cusack. Producción: Lee Daniels, Casian Elwes, Buddy Patrick y Laura Ziskin. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 134 minutos.

Cine berreta.

Contar la historia personal del mayordomo de la Casa Blanca durante seis administraciones, atravesando varias décadas de sucesos determinantes, para narrar la “evolución” de un país, golpeado y dividido por la segregación y el odio racial, puede generar expectativas e interés. Claro está, una buena premisa no hace una buena película por default, por eso es necesario entrar en el terreno del “cómo”.  El “cómo” es el factor que marca la diferencia entre un director y otro que hace uso y abuso de la tilinguearía… y en este últimcasillero se encuentra Lee Daniels.

El berretismo de El Mayordomo tiene su lógica porque quiere impactar y aleccionar con argumentos de madera balsa, sin tacto, sin la pericia para narrar ni para construir climas dramáticos. En una palabra: busca avanzar a los tumbos. El tercer plano de la película -después de un par que nos presentan al protagonista- ya nos sitúa en la época del Sur profundo, allá por la década de 1920: dos hombres aparecen colgados en un tamaño corto y levemente contrapicado que remarca la dureza de semejante quiebre, por si hacía falta arrugar aún más la nariz al presenciar tal golpe bajo. Luego la cámara vuelve al pobre Cecil Gaines (Forest Whitaker), en versión anciano, sentado en la Casa Blanca a la espera de vaya a saber qué. Para no descuidar a un espectador desprevenido, Daniels insiste con la muerte gratuita y bien de frente: violan a la madre y matan al padre del niño Cecil. Irónicamente estos hechos representan el comienzo de su camino “triunfal” ya que a partir de ese momento desarrolla una carrera como sirviente al convertirse en un “house nigger” para la ama de casa de buen corazón, inmediatamente luego de perder a sus padres a mano del hombre blanco (el hijo de la señora), dueño del campo de algodón en el que todos trabajaban.

El derrotero de este hombre, que llega al punto álgido de trabajar como mayordomo de seis administraciones presidenciales, tiene su correlato en el progreso de los derechos civiles de los afroamericanos. Este desarrollo paralelo es una suerte de Wikipedia audiovisual que precisa remarcar con una fibra bien gruesa los hechos fundamentales, acompañados de una banda de sonido similar al del programa de Virigina Lago y de diálogos que figuraran, probablemente, en los clips durante la ceremonia de los Oscar. No se puede decir que Daniels no tuvo a su alcance una constelación de estrellas: su berretismo convierte en caricaturas la composición de John Cusack, que interpreta a un Nixon malo y atemorizante, y el casi cameo de Robin Wililams como un viejísimo Eisenhower. Hay peores, como los casos de Lyndon Johnson (Liev Schreiber) y JFK (James Marsden). El primero tiene un puñado de escenas y en todas ladra órdenes, el cierre de esta etapa es de lujo: vemos al pobre Cecil alcanzándole un jugo de ciruelas mientras defeca. JFK luce alterado por las revueltas en el Sur y -por supuesto- no nos perdemos el lloriqueo de Cecil en un rincón cuando se entera de su asesinato. El Mayordomo es el cénit del cine berreta de Hollywood y lo peor es que películas de esta calaña reciben un apoyo incondicional por parte de la crítica, productores y actores, por lo tanto en el futuro probablemente suframos más ejemplos como este.

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Por José Tripodero

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