UNA HISTORIA SIMPLE
Conocemos a Guy Ritchie, sabemos de sus arranques de autoconciencia, de su tarantinismo devaluado, de su impericia como narrador disimulada bajo las multitudes de personajes y disparos. El hombre podría haber sido un buen director de películas de acción, competente, oficioso, pero se le ocurrió ser algo más, algo mejor. Hace años que le perdimos la pista y que nos lo encontramos de tanto de tanto en alguna sala, muchas veces de casualidad (él nos busca a nosotros más que nosotros a él). Tenemos una idea de su cine fijada gracias a (por culpa de) películas como la ya vieja Snatch: cerdos y diamantes o las dos Sherlock Holmes (la primera no estaba mal): seguramente Ritchie haya cambiado, haya aprendido, esté un poco más afilado, más sofisticado o, nos dicta el prejuicio, siga más o menos igual de atolondrado que siempre. El caso es que El pacto no se parece a esa imagen que nos hacemos, al contrario, la película muestra a un director maduro, con sus mañas de siempre algo contenidas, más interesado en el espesor de la historia que en las coreografías balísticas habituales.
El pacto es una película que mira, mira el cine, su historia, sus tradiciones: ahí está la película de escape, la amistad masculina del western, el cine bélico moderno (donde la causa nacional tambalea, hace dudar, pero sin caer en el panfletismo del Hollywood actual), están también la anécdota de The Killing Fields, la travesía enloquecida que recomienza de Mad Max: Fury Road, la furia y la intemperie de Apocalypto. El relato es simple: un traductor afgano algo díscolo colabora con el ejército de Estados Unidos en la etapa final de la ocupación de ese país. Cuando una operación sale mal y el escuadrón del sargento Kinley es diezmado, Ahmed se propone llevar a su superior herido hasta la base militar más próxima, situada a cien kilómetros de distancia. El trailer y las sinopsis adelantan el resultado de la proeza: después del rescate titánico, Ahmed y su familia son abandonados a su suerte por el gobierno americano, quedan a merced de los talibanes y Kinley, todavía maltrecho en Estados Unidos, tiene que volver a Afganistán a devolver el favor.
Ritchie no encuentra ocasión, o no ve la necesidad, de desplegar sus tics metatextuales ni su autoconciencia de siempre. Es como si la película le impusiera un tono, un modo de hablar: notamos al director ligeramente severo, discreto, aunque con la agilidad necesaria para filmar escenas de acción veloces y realistas (bajar corriendo una colina, parece, hace que la gente se lastime, ruede y se golpee contra los árboles). La hazaña de Ahmed y el regreso de Kinley requieren de un trabajo con la materialidad del mundo de cada uno: el desierto, la vegetación, las telas, los códigos campesinos, las artes de la supervivencia, de un lado; la burocracia militar, la preparación técnica, las habilidades para el sigilo, del otro. Ritchie narra bien porque entiende no solo el drama de Ahmed y Kinley sino también el universo físico que los rodea y que los sostiene, los explica, los nutre. En las escenas en Estados Unidos, Jake Gyllenhaal queda un poco liberado para hacer lo que hace peor (pero que alguien alguna vez le dijo que le salía bien) que es el drama sobreactuado, la culpa, el alcoholismo. Su territorio es claramente, como se ve en la hora previa, la interpretación adrenalínica y la contención emotiva: no la cara de preocupado o el llanto en el piso (bochorno), sino el observar hacia el off tensando la mirada, un oficio clásico. Como ya lo aprendimos hace tiempo, el cine estadounidense de los últimos años no encuentra la forma de filmar el regreso de los veteranos y su (des)integración en la vida de todos los días: ni siquiera Eastwood en El francotirador pudo evitar los subrayados y los psicologismos. Como sea, después de soportar a Gyllenhaal haciendo puchero en el trabajo o en la cama (y, tal vez, por eso mismo, por el hartazgo que genera), la película retoma la senda del género y manda a Kinley de nuevo a Afganistán a buscar a su amigo desaparecido, lo manda al peligro, al nervio, al cine, de donde nunca debió haber salido.
(Reino Unido, España, Estados Unidos, 2023)
Dirección: Guy Ritchie. Guion: Guy Ritchie, Ivan Atkinson, Marn Davies. Elenco: Jake Gyllenhaal, Dar Salim, Sean Sagar. Producción: Ivan Atkinson, Josh Berger, John Friedberg, Guy Ritchie. Duración: 123 minutos.