A Sala Llena

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Ensayo en mi bemol sobre Cuevana, Entourage y mi amigo José Ignacio…

Ensayo en mi bemol sobre Cuevana, Entourage y mi amigo José Ignacio…

Mi obsesión con Entourage, comenzó de la manera más inocente de todas. Mi amigo José Ignacio estaba haciendo un asado. Eso sucede frecuentemente en mi círculo de amigos queridos, porque el tipo es el mejor asador que yo haya conocido y eso, pobre, hace que sea casi obligatorio que, cada quince o veinte días, nos tenga que invitar a la casa a morfar.  

El día se presentaba prístino. Un grupo de nosotros estaba chupando vino al lado de la parrilla, disfrutando del sol, respirando el aire puro y masticando pan tostado, es decir, experimentando la síntesis perfecta de la felicidad dominguera.  Cuando los pibes no hablaban de laburo, discutíamos anécdotas picantes, cortábamos queso, poníamos cara de “qué bueno que está este tinto”, comentábamos asuntos referentes a nuestros respectivos gatos, nos cagábamos de risa de algunas campañas electorales, etc., etc. y recontra etc.  Por fin,  como casi siempre nos pasa, empezamos a hablar de Los Soprano. Y que Cuevana esto y que Cuevana aquello y que Tony me resulta demasiado sexy para ser un gordo pelado chivando camisetas y que eso se debe a que tiene una postura “macho alfa” que le gusta a las mujeres y que el machismo y que es una de las mejores series de todos los tiempos y que Seinfeld y que Mad Men y que Frasier no está en Cuevana y ya es hora de que alguien la suba.  
Finalmente nos sentamos a comer.

Para seguir con la anécdota, debo si o si, hacer una descripción de mi gran amigo y correligionario, José Ignacio.  Nos conocemos desde bastante chicos, con algunas intermitencias porque, por un tiempo, él se mudó fuera de Huinca hasta que terminó la secundaria. Pero, en la infancia, vivía a la vuelta de mi casa. Nuestras viejas son amigas y las amigas de nuestras viejas, también son amigas.  Ya de mas grandes, hemos vivido en el mismo edificio, a dos cuadras, a tres y, finalmente, y como para tratar de madurar un poco, nos conformamos con el mismo barrio.  Fue mi testigo de casamiento y fue con él con quien elegí la fecha. Estábamos en el departamento en que el yo convivía con dos amigas y nos pusimos a mirar el almanaque. El mas “mayorcito” de todos era José, que tenía veintidós años. Estábamos creo, a finales de agosto. Mirábamos y mirábamos el almanaque.
_ Y si Lau_dijo_. Si te querés casar este año, va a tener que ser el día de los inocentes. Porque yo hasta el veintitrés rindo y ya después viene Navidad.
Marcamos la fecha con fibra naranja en el almanaque y quedó. Me casé por civil el 27 de diciembre y el veintiocho (día de los inocentes) por iglesia. No podía ser de otra manera, porque José era el único mayor de edad de mis amigos cercanos y tenía que ser testigo. Además, todos éramos estudiantes y nadie llegaba a Huinca antes del veintitrés o veinticuatro por lo que,  si iba a haber fiesta antes de fin de año, no había otra fecha posible.
“El Vasco”, como le decimos a veces, es un tipo de inteligencia profunda, muy soñador, apasionado, emprendedor, gracioso, de risa muy contagiosa y comentarios hilarantemente tajantes.  Siempre tuvo éxito con las mujeres, por lo que no es casual que haya terminado casado con mi amiga y siempre socia, Lujan, que es muy bella y extraordinariamente joven.  Tienen un hijo que engendraron en mi casamiento (donde más si no) y dos gatas, Bella y Gatúbella. Ya somos familia y, muchas veces, nos movemos medio en manada. Una gran manada que incluye gente, trastos de cocina y gatos. Somos felices la mayoría del tiempo y nos queremos mucho y bien.

A José y a mí, la preferencia por las series de televisión nos une bastante. Tenemos gustos parecidos, por lo que tomo siempre muy en cuenta sus recomendaciones, sobre todo si son enfáticas.
Aquel domingo durante el almuerzo, dije que hacía rato que tenía pendiente el visionado de Entourage y que, por alguna razón desconocida, me daba fiaca. Que no me atraía el cast, que me parecía que me iba a clavar y bla bla.  José me miró fijo y, como le gusta a él, tiró una máxima casi condenatoria: _ La tenés que ver Lau. No podés no haber visto Entourage. Es demasiado divertida.
Lo dijo con tanta solemnidad y convencimiento que, esa misma noche, me vi toda la primera temporada. Ya era un hecho: otra vez había caído en las garras de mi adicción a Cuevana. Era seguro que, por largos días, no vería el sol más que por la ventana.

Entourage es una serie que emite la señal HBO y salió al aire en 2004. Creada por Doug Ellin y producida por el mismísimo Mark Wahlberg (en quien está inspirada la ficción), trata la vida y peripecias de una joven estrella de Hollywood, Vincent Chase (Adrian Granier) que vive con su hermano mayor, un actor fracasado y dos amigos de la infancia.  El pibe los mantiene más o menos a todos y llevan un tren de vida un tanto agitado y decadente. Mujeres, falopa, grandes fiestas, viajes etc. En apariencia y, al principio, uno puede comprarse una serie divertida y algo “superficial” pero, a medida que va adentrándose en la trama, va descubriendo que, en realidad, el show aborda los lazos de amistad entre hombres con una sensibilidad y una inteligencia pocas veces vistas.  Estos cuatro tipos se aman profundamente y se son inquebrantablemente leales. Se cuidan, se protegen mutuamente, se amparan, sacan la cara el uno por el otro y, sobre todo, se aceptan sin mediar condiciones. Viéndola, no podía dejar de pensar en los puntos de contacto con Sex and the City, la serie, obviamente (los films son totalmente pedorros) y construir ciertos paralelismos. Son cuatro tipos y ellas eran cuatro minas. Amigas incondicionales por un lado, amigos incondicionales por el otro. En la de mujeres los hombres eran medio descartables y en esta, de hombres, las mujeres son medio descartables también. Las dos son producidas por HBO y las dos lanzaron a sus protagonistas al estrellato de manera meteórica. Sex and the City era definitivamente una serie de mujeres para mujeres y Entourage es una serie de hombres, para hombres. En Entourage las villanas son, casi siempre, las mujeres por una u otra razón. De hecho hay momentos en que, de verdad te dan ganas como mina, de cagarlos a chirlos. Pero el show es tan entretenido, que rápidamente te olvidas del código machista y de “barrio neoyorkino”que maneja y te entregas a la historia sin patalear demasiado.

El Séquito, como se llama la serie en español, está compuesto por Vincent Chase, su hermano Johny Drama, Turtle, un gordito medio bueno para nada y Eric Murphy, mejor amigo de Vincent y manager.  Un poco corrido del protagonismo, pero con un peso dramático remarcable y una composición alucinante que le valió tres Emmys consecutivos, está Ari Gold (Jeremy Piven) representante de Vince, adicto al laburo, hiperarticulado, estresado,  y competitivo a niveles patológicos. Este personaje, asombrosamente matizado, multifacético e incluso romántico, carga consigo el lado virtuoso de la serie y se lleva puesto cada capítulo de manera olímpica y genial.  Tal vez, quien mejor lo secunde, sea Kevin Dillon (Drama) encarnando al hermano perdedor y medio tonto de la estrellita, que tiene un gran corazón, poco sentido del ridículo y un  ego súper desarrollado que combina de manera alucinante con destellos de inteligencia callejera traída de los pelos y sumamente graciosa. Si me preguntan, Kevin (hermano de Matt Dillon) hace una catarsis en pantalla que sobresale al punto de volverse absoluta y vorazmente cándida y entrañable. Yo adoro al personaje.  Está muy bien construido y su carácter es, lisa y llanamente, explosivo.  El tipo cree que es más talentoso de lo que realmente es. Es brutal  y tarado pero, a la vez increíblemente sensible. Está siempre fuera de lugar, los demás lo perciben como un imbécil y solo los que lo quieren mucho saben lo distante que está de serlo. Tiene delirios de grandeza,  se siente frustrado, sufre horrores, la suerte casi nunca lo acompaña y él, aún así, siente que tiene algo para darle al mundo y que, todavía, nadie le ha ofrecido la oportunidad merecida de que lo entregue. Muchas veces coquetea con darse por vencido pero jamás lo hace, se cree sexy e irresistible y no le da bola ni el gato. Es generoso, desinteresado, bueno de carozo y totalmente desubicado. Te da vergüenza ajena todo el tiempo, pero querés que le vaya bien.
Yo me siento identificada con él,  de muchas más maneras de las que me atrevo a confesar. Salvo la parte de “desinteresado y bueno de carozo” el tipo es igual a mí jajajaja.

Los demás integrantes del elenco hacen un buen trabajo también, pero lo más alucinante de la serie son los cameos y las  apariciones estelares de gente que te vuela la peluca.
Gary Busey,  Martin Scorsese, Jay Leno, Matt Damon,  Nick Cassavetes, Bono, Bob Saget, James Cameron, Hugh Hefner, Levron James, Mandy Moore, Scarlett Johansson entre muchísimos otros, que van apareciendo e interpretando escenas inolvidables.  El mismísimo Martin Landau, se avino a componer a un ex productor de Hollywood que se involucra en la trama y la convierte en oro.  El concepto del show es impecable. El propio Mark Wahlberg, hace apariciones esporádicas y destella como una gema brillante.

Además del aspecto superficial y glamoroso de Hollywood, la serie se mete con los entretejidos oscuros de los negociados y re negociados con los grandes estudios. La prepotencia de los ejecutivos, los tratos mafiosos, los entretelones sórdidos de las súper producciones, el manejo del dinero, la lucha por mantenerse vigente y la superposición ominosa de la pureza de los sueños y la mugre del comercio. Gran serie, gran show. Se las recomiendo apasionada y vehementemente. Y a los hombres, más que nada, les digo que no se la pueden perder. Horas de charla de asado garantizadas, con uno o dos episodios de la serie en el buche.
Acaba de terminar en su octava temporada pero, por supuesto, ya hay planes de llevarla al cine. Ojalá no la caguen.

En fin…

Un abrazo grande a José Ignacio, que además de amigo mío, es amigo cercano de la columna y, por hoy, catalizador nato de la narración.
¡Salud  y un abrazo para todos!

¡Ah, me olvidaba! A ver si suben Frasier a Cuevana de una vez, chá que lo tiró…

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