Poética del entre dos:
Richard Shpuntoff, como él nos cuenta, es un realizador audiovisual que ha nacido y se ha criado en Nueva York. En el año 2002, por razones que se mantienen en el enigma (¿acaso el amor por una mujer?), decidió radicarse en Argentina. Al comienzo se desempeñaba dando clases de inglés y como traductor y luego, ya siendo cineasta, incursionó en el subtitulado de películas.
La voz en off del narrador (del propio director), en un español con acento inglés, más allá del contenido que nos cuenta, porta la marca de su propia división subjetiva, de su tironeo entre dos lenguas, entre dos territorios en ninguno de los cuales puede localizarse plenamente. Su propia historia evoca la historia de su padre, descendiente de inmigrantes judíos que emigraron desde Ucrania a Nueva York y que hasta los 9 años habló en idish, su lengua natal.
El director habla de dos versiones de sí mismo que se contradicen. ¿Acaso habría que ponerlas en concordancia? ¿De qué manera no devenir un paria, como en la lectura de su infancia en que imaginaba a un hombre sin país, marinero errante para quien el mundo pasaba siempre a su lado, sin poder apropiárselo? ¿De qué modo sortear la encerrona de ser un exiliado de la lengua materna o un extranjero en la tierra de adopción? En esta linea, Todo lo que se olvida en un instante es un ensayo autobiográfico sobre la construcción de la identidad y sobre la paternidad, que en sí misma es tentativa de poder hacer algo con esa escisión, ya no desde el lugar del padecimiento sino poniendo en obra el síntoma mismo.
Shpuntoff saca provecho de su división y la pone en obra en la estructura formal de su película, involucrando al espectador en un estilo lúdico que lo invita a estar atento a sus diversos niveles de lectura. El director eleva a la autopista 25 de Mayo al estatuto de símbolo de la ireconciliable escisión social. Hace bascular su película entre el documental histórico sobre la dominación económica y cultural de Estados Unidos sobre Argentina y la narración oral de leyendas y canciones que hablan del destierro y la pérdida. Descompone las imágenes entre el realismo documental distanciado de los paisajes urbanos identitarios de nuestro país y la calidez nostálgica de los paseos junto a su padre por los barrios de Nueva York. También disocia la voz del subtitulo, no siempre sincronizado ni ajustado, porque algo del original de la voz se pierde irremediablemente en el escrito traducido.
La película da cuenta del intento fallido de suturar la hiancia, una y otra vez. Las marcas del origen se pueden atenuar, como en las escenas en que practica la dicción en español junto a sus hijas, pero no se pueden borrar. Se puede mantener viva la memoria del padre en los fotogramas, pero la presencia de su cuerpo está inexorablemente perdida. Se puede evocar la memoria del instante que pasó, pero la experiencia misma del acontecimiento queda irremediablemente perdida cuando la traducimos en palabras y en imágenes. Y tampoco hay encuentro perfecto entre el director como padre y sus hijas. Ellas no entienden qué es ser un hijo de la ciudad de Nueva York, como él no entiende qué es para ellas ser argentinas. Y está muy bien que así sea, porque es a través de lo insabido por donde puede pasar la transmisión paterna, ya no de un saber, sino de un deseo.
Si alguna vez creímos que éramos Uno, en Todo lo que se olvida en un instante (2020) Shpuntoff construye la singularidad poética de una mirada suspendida en un exterior que es interior y que consigue hacer resonar la división constitutiva que habita en cada uno.
© Carla Leonardi, 2021
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(Argentina, 2020)
Guion, dirección: Richard Shpuntoff. Duración: 71 minutos.