EL RENACIMIENTO DE UNA NACIÓN
Godzilla lleva setenta años aplastando ciudades y todavía es una experiencia digna de ser vista en pantalla grande, aunque acá Godzilla Minus One haya aparecido entre gallos y medianoche entre las novedades de Netflix (alguna vez supimos tener festivales de cine que querían ser ruidosos, ideales para estos despliegues de destrucción). A pesar de las siete décadas de su debut, el reptil gigante todavía es material fértil para los directores con ideas. Ya había pasado con Shin Godzilla (2016), dirigida por Hideaki Anno, uno de los cerebros del animé Neon Genesis Evangelion, que se interesaba en las minucias de la gestión diaria de una ciudad visitada por Godzilla y el crisis management del colapso total de Tokio.
Takashi Yamazaki, el director de esta película que fue un éxito de taquilla en Japón pero también en EEUU, donde se convirtió en el film nipón con actores que más recaudó en salas, ambienta esta película en el final de la Segunda Guerra Mundial y adopta un drama humano con un personaje con el lagarto gigante como trasfondo. Ryunosuke Kamiki (uno de la muy divertida comedia de heavy metal Too Young To Die! (2016)) interpreta a Shikishima, un piloto kamikaze que escapa del combate en el que debía entregar la vida. Pronto vuelve a cometer un acto de cobardía cuando la isla en la que se refugia es atacada por Godzilla y queda paralizado por el miedo mientras todos sus compañeros mueren. ¿Hubiese detenido a la bestia con su intervención? ¿Hubiese cambiado el devenir de la guerra para Japón su sacrificio en combate? No importa: a los ojos de todos, incluido él mismo, Shikishima es dos veces cobarde, una vergüenza para su país, y Godzilla pasa a ser un recordatorio demoledor de esa cobardía. El tiempo pasa, Japón inicia su reconstrucción y atraviesa el luto de la guerra que perdió, mientras el protagonista se une a un equipo que desactiva minas en el mar y Godzilla vuelve a atacar. Sin ejército y casi sin armas, los civiles se organizan para repeler los embates sabiendo que los espera una muerte segura.
Uno de los únicos actos de justicia de la última entrega de los Oscars fue la estatuilla que se llevó Godzilla Minus One por los efectos visuales. Yamazaki, que viene del cine de animación, se ocupó también del guión y supervisó los efectos especiales, que tuvieron un presupuesto que a lo mejor alcance para cubrir el cátering de una producción de Hollywood como, digamos, por ejemplo, Godzilla y Kong: El nuevo imperio, o cualquier película de la criatura de Toho producida por Estados Unidos, pero que lo supera mil veces en inventiva.
Durante la última parte, en un set-piece maravilloso, con barcos volando por los aires, Godzilla Minus One da un giro inesperadamente feliz. Con el desenlace de la historia de Shikishima, la película propone que hubo un país que murió en la guerra, uno que fue forzado al calor de las armas a entrar al siglo XX, y que debe dejar atrás una historia de sacrificio y dolor para seguir adelante. Tiene que reconstruirse tal como hace el tejido de Godzilla frente a los disparos y reconsiderar el sentido atávico del honor que arrastra. Sin revelar demasiado, el final de la película alcanza una catarsis que sorprende, con una reflexión sobre el poder del perdón y situaciones que, en otras manos, podrían haber sido lugares comunes espantosos. Uno espera espectacularidad en una película de Godzilla, por supuesto, pero, además, Godzilla Minus One conmueve.
Brindemos por setenta años más entonces.
(Japón, 2023)
Guion, dirección: Takashi Yamazaki. Elenco: Ell, Ryunosuke Kamiki, Minahi Hamabe, Sakura Andô, Rikako Miura. Producción:Gô Abe, Kazuaki Kishida, Keiichiro Moriya, Kenji Yamada. Duración: 124 minutos.