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CRÍTICAS

Hasta que se agota

 

Hasta que se agota

Directora: Fabiana Capriotti. Música: Sebastián Schachtel y Diego Monk. Luces y Escenografía: Julieta Ascar. Performers: Fabiana Capriotti, Lucía Disalvo, Gastón Palermo, Martín Piliponky. Prensa: Simkin & Franco.

Una obra de danza (y muchas cosas más)

Una obra que parte de lo efímero de la danza. Tanto desde lo temático como desde la propia composición. Fabiana Capriotti es una coreógrafa y bailarina que trabaja desde hace rato con la improvisación en sus obras y en sus clases, y Hasta que se agota no es la excepción.

En el inicio, la obra se pregunta por el principio. Con lentos movimientos en los que se marca claramente la duración de los mismos, la performer, y en este caso también directora, Fabiana Capriotti hace surgir una serie de preguntas: ¿Dónde empieza un movimiento? ¿Dónde empieza una obra? ¿Cuándo? Es imposible recordar. Ese instante en donde aparece una idea ¿surge antes o después del movimiento? ¿Ya me estaba moviendo cuando apareció? ¿Cuándo me empecé a mover? Lo que sí se sabe es cuando un movimiento termina: cuando se agota.

Y en esta lógica los cuerpos se van reemplazando. Se mueven de a uno, de a dos, de a tres. Bailando con el otro ahí, en ese instante. Cuando una acción se agota, allí se queda el cuerpo y otro performer ocupa su lugar y ese final se convierte en un comienzo para el otro bailarín. Los intérpretes esperan en unas sillas ubicadas en el proscenio, de espaldas al público, atentos, a la espera de hundirse nuevamente en la fugacidad de la escena. Y nosotros, lo espectadores, acompañamos con curiosidad esa fragilidad del instante sabiendo que ese movimiento está sucediendo y siendo creado aquí y ahora y probablemente no vuelva a ocurrir nunca más. Y esta situación nos hace partícipes de lo huidizo y conscientes de que podemos disfrutar con tanto gozo de aquello que pasa allí porque sabemos que va a terminarse.

Hay palabras escritas en luces de neón sobre el fondo del escenario: “velocidad”, “invisible”. Esta invisibilidad del comienzo y la velocidad con la que el cuerpo hace en la composición instantánea. La velocidad que implica que el movimiento pasa, está pasando y ya pasó.

Con un toque de ironía la obra abre la discusión acerca de la relación mercado/obra de arte. Si la danza pasa, especialmente la danza improvisada, que a diferencia de otras artes no tiene siquiera un texto escrito –como puede tenerlo el teatro, por ejemplo-, si no se queda en ningún lugar, cómo es posible ponerle un precio, cómo es posible adquirirla y quedársela. Y aún de ser posible: ¿el valor se mide solo en dinero? El clímax de esta situación se produce en un excelente intercambio con el público en donde una de las performers ofrece a los espectadores movimientos que los otros tres están haciendo. Les pone un precio y los ofrece en venta.

Hacia el final, vuelve la nostalgia y un texto que lamenta la fugacidad de la danza y deja vislumbrar el deseo de atesorarla, de poder volver a ella en cualquier momento, de poder cuidarla. Los performers se sumergen en un movimiento que repiten hasta el cansancio. Cansancio real, físico, emocional.

Hasta que se agotan bailan. Quizás bailan y no paran de bailar para poder guardarse el movimiento, para poder quedárselo.


Teatro: Camarín de las Musas, Mario Bravo 960

Funciones: Jueves de septiembre y octubre, a las 21hs. 

Entradas: $45 y $30 descuento 

 

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