Hemel, Sacha Polak, Holanda/España, 2012
Dos adjetivos, entre muchos otros, le caben a esta película: perturbadora y desconcertante. Una relación padre-hija en la que no hay límites ni roles definidos ni una interacción sana o del todo normal. Una chica que parece inmune a todo, tanto a la violencia física como a la verbal, que jamás llega a involucrarse sentimentalmente con nadie, excepto patológicamente con su padre y con un hombre casado mucho mayor que ella con quien entabla una relación amorosa.
Hemel parece no sentir nada pero, conforme avanza el metraje, vamos descubriendo estos sentimientos ocultos; la protagonista se va aniñando cada vez más hasta terminar en una escena dolorosamente bella en la que su padre la lleva al baño y ella se abraza a él, sentada en el inodoro, desplomada como un títere. Hemel es una mujer sexy, que ejerce su sexualidad libre y compulsivamente y, a la vez, es una niña, conflictuada por este vínculo tan extraño que mantiene con la única persona que parece estar cerca de ella. Deliberadamente, la directora Sacha Pollack omite el resto de su vida y la recorta de tal manera de presentarnos solo un aspecto de su vida. Estamos ante un film conmovedor y asfixiante, no solo desde el punto de vista narrativo sino también desde el estético; los primeros planos de Hemel, de su nuca, su boca, su cuerpo, nos acercan violentamente a ella y a esta historia tan hermosa como inquietante.