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Cine

Homo Argentum

UNA PELI PARA VOS, QUE SOS ICONOCLASTA Y NO ALINEADO

Hasta hace pocos días la promoción de Homo Argentum pasaba mayormente por la idea de unir lo supuestamente imposible de unir en una sola película, con el simple propósito de convocar a la mayor cantidad posible de espectadores en un contexto especialmente complicado. A mediados de junio, Clarín compartió como “adelanto exclusivo” el trailer junto a algunas de las primeras declaraciones de los directores, Mariano Cohn y Gastón Duprat. Mencionaron “la época dorada del cine italiano”, “una reflexión crítica en tono de comedia sobre la contemporaneidad argentina”, que está “financiada cien por ciento con capital privado” y que “está hecha con el deseo de que el cine argentino vuelva a convocar público a las salas”. Cuando el crítico Pablo Scholz consultó si la película se presentaría en el Festival de Venecia, Cohn reunió las pruebas que demostraban que era posible, incluso animándose a un breve name-dropping al mejor estilo Chechu Bonelli en el VIP de Privilege:

“Nuestra relación con el Festival de Venecia es de mucha afinidad y esta película tiene un guiño con el cine italiano como decíamos, además de la historia que se filmó en Sicilia. Estuvimos en tres oportunidades y yo una como jurado de la Competencia Oficial junto a Julianne Moore, pero aún no podemos anunciar nada sobre el estreno mundial de la peli”.

Una referencia prestigiosa, una reflexión crítica, una convocatoria al gran público sin un solo peso del Incaa, un glamoroso estreno europeo. Todo de un solo tiro.

Pero como si eso fuera poco, agosto llegó con una entrevista en Infobae y declaraciones de más garantías para la inminente presentación: una película con el caudal de información de cuatro películas juntas (“por lo menos”), hecha por dos cineastas que se consideran “no alineados” a un cine nacional “muy funcional al poder de todas las épocas y de todos los colores”. Cohn volvió a despacharse con otra joya:

“Hay una tendencia woke en muchas de las plataformas [por la] que solo salen contenidos políticamente correctos. Esta película, si vos vas y la presentás en mesa de entrada de Netflix o de alguna plataforma no pasa, no la bancan: por políticamente incorrecta, porque puede generar conflicto, discusión, debate; cosas que la plataforma no quiere. Hay como una conducta woke en el cine y en la televisión. En este caso, nosotros tenemos el apoyo de Disney, que sabe lo que está comprando. Y también apuesta a nuestra carrera, a nuestra visión, a nuestro punto de vista, lo que es distintivo”.

Uno puede dar fe de esto, porque cuando el año pasado se anunció la segunda temporada de la serie Bellas Artes Disney le puso al afiche una etiqueta enorme de “ADVERTENCIA – SERIE POLÍTICAMENTE INCORRECTA” arriba del logo de Disney+, confirmando que estar en la misma plataforma que Moana no tiene por qué quitarle mordacidad o acidez a un contenido.

El domingo 10, respondiendo a Emma Coria Maiorano en Ámbito, Cohn hizo un intento más por cubrir todas las bases: “Ahora hay un tipo de consumo al que estamos acostumbrados, que es más instantáneo, que son historias cortas, que quizá la película satisface”, dijo para tranquilizar al adicto a TikTok (Guillermo Francella directamente habló de “película tiktokera” sumando el gesto del scrolleo). Para la siguiente pregunta, el director compensó asegurando que “Hay cierto trabajo que tiene que hacer el espectador y esa es la mejor parte, porque estoy pensando en un espectador inteligente que va a opinar, que va a debatir”.

Algo cambió hace casi una semana. Tal vez fue la invitación a Venecia que nunca llegó, la idea de que no hay mejor defensa que un buen ataque o un recordatorio de que las separaciones dramáticas y mediatizadas pueden ayudar a vender cualquier cosa. El miércoles 6, Francella tomó más de una hora de ESPN F90 para convertirlo en Inside the Actors Studio y (no se sabe bien a cuenta de qué) proponer un divorcio entre el reconocimiento del público y el que puede dar un premio: se declaró como “defensor del cine popular” y alguien que no comulga con el cine “que de golpe es muy premiado pero que le da la espalda al público”, además de contar que Disney le prometió cuidarlo para convencerlo de que protagonizara todas las historias. Al otro día dijo algo similar en Soñé que volaba, aclarando que “lo popular no tiene por qué estar peleado con la calidad” y definiendo al acto de darle la espalda al público como llevar “cuatro personas” al cine (con La Voz del Interior lo cambió por presentar algo que el público no entienda, y con Urbana Play por dejar afuera al público). De hecho, si volvemos sobre nuestros pasos podemos notar otro corte rotundo, pero directamente sobre la historia del cine nacional: Duprat dijo en Infobae que hubo una época en la que se conseguía éxito en festivales europeos “filmando pobreza”, pero que posteriormente se “evolucionó a otros temas y ya no era filmar gente con problemas” gracias a películas como Relatos salvajes, El secreto de sus ojos, “alguna película nuestra también… El ciudadano ilustre… ahí ya se abrió”. Alfredo Leuco captó la onda después en Mitre, y les dijo a los directores que ellos son más valorados “por el ciudadano común y el espectador que por la propia crítica y el propio establishment de los actores y los directores”, a lo que Duprat respondió recordando que Mario Mactas los llamó “iconoclastas” y luego Cohn respondió apuntando que Andrés Calamaro los llamó “no alineados”. De repente el tema iba mucho más allá de un lindo plan para quedarse debatiendo la película con la pizza, el café o la cena: ir a ver Homo Argentum es un voto cinematográfico contra el esnobismo de los premios, el pobrismo for export que sufría el cine argentino (hasta que llegó El ciudadano ilustre, claro) y todo el establishment del cine que no es iconoclasta y no alineado.

Cuestión que algunos medios intentaron exprimir las reacciones a las declaraciones de Francella para extender la polémica de 2024 o por si surgía la secuela de Darín y las empanadas, uniendo los puntos y refiriéndose al cine nacional cuando Francella no lo mencionó explícitamente. Francella terminó acusando tergiversación en la premiere de la película, diciendo que su punto es tan simple como discutir team salado o team dulce y preguntando “qué tiene que ver el Incaa” (es chistoso que justo de fondo aparezca Hernán Lombardi, protagonista en la historia de los 900.000 pesos que recibieron Cohn y Duprat del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos en 2016). El vocero presidencial y uno de los colaboradores creativos de Homo Argentum podrían adjudicarse el poroto por esa conexión inmediata que hicieron detractores y defensores entre los dichos de Francella y el cine nacional: la clave fue hablar de cuatro entradas vendidas. Pero el mismo colaborador creativo se volvió a poner su sombrero de periodista para adelantar (seguramente con razón) que, por el éxito de El encargado y por el hecho de que Relatos salvajes fue también una película episódica, Homo Argentum está destinada a ser el mayor éxito del cine nacional de este año. Esos pronósticos, el estricto embargo que hubo hasta hoy para las reseñas de la película y el “gran aparato de promoción” en varios frentes deberían alcanzar para que un actor tan reconocido al frente de una producción de 5 millones y medio de dólares no necesite salir en la previa a llorar prestigios ajenos o buscar un enemigo común con el Pollo Vignolo o Migue Granados.

Así es que finalmente llega la película en cuestión, y con ella el efecto colateral más obvio del pacto fáustico de Cohn y Duprat con Francella para conquistar al público. En el contexto cultural más favorable que se pueda pensar para su estreno, Homo Argentum intenta provocar, hacer reír y hasta conmover de las maneras más gastadas y predecibles que se puedan imaginar, repitiendo maniobras para que cada episodio resulte en tesis reemplazables por memes de Coherencia por favor (que no casualmente compartió el clip de Francella en Olga), a veces con bajadas de línea tan explícitas que sus directores parecen olvidar que la película incluye chicanas sobre esa clase de cineastas. Decir “es como si una IA metiera a Luis Sandrini en I Think You Should Leave o “es como si Poné a Francella volviera con el Ricky Gervais posterior a 2007” no le hace justicia a todo lo que pasa. Se pueden intentar mejores definiciones, pero en este punto comienzan los spoilers.

Algunos episodios apelan a mostrar las miserias humanas que se esconden detrás de buenos gestos: en Aquí no ha pasado nada Francella charla en una fiesta con un brillo en los ojos sobre cómo se destacan las virtudes de un argentino cuando está en el exterior, justo antes de salir al balcón y provocar un doble accidente de tránsito en la calle por tirar una botella sin querer. Sin testigos de lo que hizo en la fiesta o en la calle, decide volver adentro y sumarse a un trencito. En Bienvenidos a Buenos Aires Francella es un arbolito que critica frente a sus clientes brasileños la trampa del gol de Maradona con la mano a Inglaterra, poco antes de marcarles esos clientes a unos ladrones de los que es cómplice. La sutileza que tienen ambos episodios para llegar a sus revelaciones es la misma que tendría mostrarle Nueve reinas a un extranjero pero advirtiéndole cada cinco minutos que los personajes son lo que en nuestro país llamamos “chantas”.

Otros episodios revuelven la fórmula anterior y le agregan referencias teledirigidas. En Un film necesario Francella es un director que da un discurso encendido cuando recibe un premio en un festival europeo por su película sobre un pueblo originario, a cuyos integrantes, como se ve al principio del episodio, maltrató continuamente. “¡Qué manera tan lenta de hacer cine!”, dice el personaje sobre el rodaje, lo que también debe funcionar como un dardo a las películas que no son tiktokeras. Ese director progre usa palabras como “compromiso” y “empatía” (esta última se le escapó dos veces a Francella en la entrevista de ESPN) y critica las políticas antiinmigrantes y el “capitalismo criminal”, pero el guion no se anima a hacerlo tan argentino y contemporáneo como para hacerle decir algo sobre el Incaa o Milei. Con el personaje siendo hombre, además, el episodio evita una supuesta alusión a Lucrecia Martel en la que no le hubiera convenido meterse: la salteña está por presentar Nuestra tierra (documental sobre el asesinato de Javier Chocobar, miembro de la comunidad indígena de Chuschagasta) justamente en la edición del festival de Venecia para la que Homo Argentum no fue seleccionada. En entrevista con TN Show, de todas formas, Cohn dijo que hay “un Frankenstein” de figuras vernáculas que inspiraron el episodio. En Las ventajas de ser pobre Francella es un cura villero que hace gala de su amistad con el Papa e interrumpe continuamente el almuerzo de los pobres para estirar su brindis. Tiene el pelo rubio y algo pajoso y un flamante conjunto Adidas, lo que despierta la curiosidad de si se habrá querido ir en combo por Juan Grabois y Martín Kohan (“¿El curita villero? Es bosterito”, dijo Francella en F90). Uno de los comensales lo interrumpe para decirle algo como “Disculpe, maestro, pero me estoy cagando de hambre”, un remate lo suficientemente subrayado como para que tarde o temprano sea un hit en los grupos familiares de WhatsApp o el prime time de algunos canales de noticias (tal vez incluso salpicando a la viralizada adopción de los conjuntos Adidas por parte de Fuerza Patria en Quilmes).

Otros solo parecen querer romper las pelotas con investiduras, temas complejos o pasiones populares, como frotándose las manos con las posibles repercusiones. En Cadena nacional Francella es un presidente argentino de apellido Estrada, que mira nervioso y titubeante a cámara antes de levantarse mandando a todos “a la concha de su madre” (los directores ya aclararon que no está inspirado en ningún presidente real). En Piso 54 Francella es un empresario famoso y padre de familia que rechaza subirse a un ascensor con una chica porque se la imagina autolesionándose durante el viaje para extorsionarlo con una denuncia inventada. En Un hombre decidido Francella es un vecino (que pronuncia las erres como ges fuertes) muy determinado a hacer justicia por mano propia, pero que no se anima a dispararle a unos ladrones en su casa. En La fiesta de todos Francella está lookeado como Andrés Cantor cuando transmitió la final del Mundial, y tira una serie de frases emotivas mientras relata el penal de Gonzalo Montiel antes de caer muerto sobre su pupitre en el estadio. El desprecio de Cohn y Duprat por el fútbol se volvió viral hace tiempo, y paradójicamente no es tan notorio en este episodio como en el ya mencionado Bienvenidos a Buenos Aires, en el que recurren a debates futboleros de la época en la que el dólar estaba a 4 pesos para poner en la boca del arbolito una queja sobre que Messi “es más español que argentino”.

Están los episodios que solo hablan de la idiosincrasia argentina en la medida en la que el protagonista tira sus puteadas o gestos reconocibles (toda persona con sangre en las venas admitirá que en varias ocasiones funcionan), y podrían ocurrir en cualquier otra parte del mundo: en Noche de suerte Francella hace de Sambucetti si tuviera un trío y en El niño eterno hace de Pepe Argento si fuera de clase alta, con la participación de Migue Granados en una remera de Star Wars, porque hace de un niño eterno. También están los que van sin vueltas a un fetiche de los directores, que son los choques de clases con vueltas de tuerca adicionales (pista: en algún momento el personaje pobre revela una motivación ulterior o un gesto poco noble). En Un juguete carísimo Francella hace de un abuelo obsesionado con corroborar que el compañerito de escuela de su nieto que vive en un monoblock no tenga el mismo juguete que él trajo desde Miami. Es el episodio con la trama más predecible; un rubro muy disputado en la película. En La novia de papá Francella hace de un padre de familia adinerado y viudo que comienza una relación con la mucama (Dalma Maradona, que debutó en el cine hace 17 años bajo la dirección de Albertina Carri) y juega con la paranoia de sus hijos por la sucesión. En Experiencia enriquecedora Francella hace de un crypto bro fascinado por llevar de compras a un chico pobre que le pide plata (Milo J). Es el episodio con los PNT más vergonzosos e intrusivos; el otro rubro muy disputado en la película. El auto de mis sueños amaga con ser una versión televisiva del episodio El más fuerte de Relatos salvajes, pero se conforma con ilustrar el costumbrismo del tránsito porteño con un final extrañamente amable como para ser de Cohn y Duprat.

Los episodios se van sucediendo como si Te lo resumo hubiese hecho un clip compilatorio de los trucos más agotados de los directores y su estrella, todo pasando justo en la película manijeada como si fuera su álbum blanco sobre la argentinidad. Uno no puede evitar preguntarse: ¿podrá ser que haya una cuestión más bien existencial detrás de estos problemas? Es obvio que Homo Argentum despertará indignaciones que al mismo tiempo regocijarán a quienes la hicieron, pero también es notorio que el humor de la película parece bastante domesticado para la época, o incluso para la misma filmografía de la dupla. Es tentador vincularlo a la campaña de promoción masiva y en modo “Hacele caso a Guille, andá a verla que es una película tiktokera” en todos los tentáculos de Disney y el Grupo Clarín, pero no tiene que tratarse necesariamente de que Cohn y Duprat se estén poniendo conformistas: ¿cuánto más chocante puede ser hoy su idea de incorrección política que un delirio de Diego Recalde, un video hecho con IA que retuitee Milei o lo que sea que haga Santiago Oría? ¿Qué puede decir sobre el cine independiente argentino el episodio Un film necesario que el mismo presidente del Incaa no haya dicho antes y con mucho mejor sentido de la villanía? ¿Cuán afilado puede ser el instinto cómico de Cohn, Duprat y sus colaboradores cuando las ideas woke están en tal piso de popularidad que hasta el mismísimo Eric Cartman se está replanteando cosas? ¿Cuán arriesgado se sentirá ir a ver la película que un presidente en funciones les pasó a los diputados aliados en la quinta de Olivos? ¿Ayudará si los directores se autodeclaran iconoclastas en el programa de AM de Alfredo Leuco?

Es verdad que el arte va por un carril distinto al de la chicana de las redes o la política, pero el tema es que Homo Argentum nunca tiene el ingenio suficiente como para poder levantar vuelo sobre formas más triviales de decir las cosas. También es verdad que mucha gente podría ir a reírse con la película sin pensarla demasiado en estos términos, pero los directores y el protagonista se metieron solos en ese rap tan “ellos vs. nosotros” con lo woke y lo políticamente correcto. Todo invita a abordar una cuestión tal vez lateral y definitivamente espinosa, que es si la película será una víctima más del temor que puede provocar convertirse en una versión light de las ideas y la retórica de La libertad avanza, y terminar quedándose atrás del compás de los tiempos. Un buen número de figuras en la política, el periodismo y la cultura atraviesan esa crisis identitaria, debatiéndose entre mantener una distancia elegante del oficialismo (sin ser Corea del Centro, dios los libre) o entregarse al mileísmo más termo teniendo una edad para la que ya califican de viejos meados. No le pongan caras raras a este párrafo: dos colaboradores de Homo Argentum escriben en Seúl y los diputados del Pro que pegaron el garrochazo al oficialismo fueron a verla a la pijamada pochoclera de Olivos. Ellos podrán responder con mayor conocimiento de causa.

Lo cierto es que Homo Argentum tiene un episodio que podría llegar a tener algo considerable: se llama Ezeiza, y retrata a un padre y una madre despidiendo en el aeropuerto a su hija, que emigra a España. El padre está exageradamente vestido como alguien de clase media en pleno menemismo; hay palabras emotivas, música, un plano con los saludos desde la escalera mecánica y una charla melancólica entre el padre y la madre mientras vuelven a casa en el auto. Cohn y Duprat son tan propensos a pegar un giro cínico con todo lo que cuentan que uno se queda esperando que pase algo que irrumpa con la escena: ¿los padres festejarán que se la sacan de encima? ¿La hija se estará yendo a otra parte en secreto? ¿Un director gritará “¡Corte!” y en realidad todo será el rodaje apócrifo de un drama sobre la fuga de cerebros titulado “La patria no se vende”? ¿U Homo Argentum mantuvo toda la sátira sin cambiar la cara seria? Porque se trataría del gesto formal más valiente de toda la película, muy lejos de las alusiones y giros servidos en bandeja que se ven antes y después.

Pero no es el caso, y Francella lo adelantó en ESPN: “Hay momentos emotivos, porque yo tenía ganas de que [la película] no solo sea algo incorrecta, porque lo es, sino que creo que tiene que haber emoción. Lo que pasa en Ezeiza es un momento muy argentino, que a cualquier papá y mamá le puede pasar”. La única esperanza cómica de Homo Argentum termina siendo la irrupción insólita de una sugerencia del actor principal a los directores, una escena pretendidamente genuina y sentida para la que estos últimos no tienen el más mínimo convencimiento y que, insertada entre los otros episodios, tiene la misma coherencia que el momento en el que un taxista interrumpe la lista de vejaciones que le aplicaría a un segmento de la población para decir que lo que pasa en el país no le duele por él, sino por las futuras generaciones.

Es un momento troppo dolce, como dice la nonna en el homónimo y último episodio. Francella hace de un argentino yendo a Sicilia a conocer a los parientes vivos de sus antepasados, con resultados alocados y estereotípicamente sicilianos que hacen que el humor de Campanella parezca subversivo en comparación.

(Argentina, 2025)

Dirección: Gastón Duprat, Mariano Cohn. Guion: Gastón Duprat, Mariano Cohn, Andrés Duprat. Elenco: Guillermo Francella, Eva De Dominici, Clara Kovacic, Aurora Quatrocci, Guillermo Arengo, Vanesa González. Producción: Cabe Bossi, Pablo Bossi, Pol Bossi, Martín Iraola. Duración: 110 minutos.

22 comentarios en “Homo Argentum”

  1. Más de 3/4 partes de la crítica transcurre sobre lo que opinaron los directores y francella en los medios. Esto sigue siendo una crítica de cine o se dedica solamente a hablar de cosas extra-fílmicas? O se busca vincular lo que dicen en entrevistas con lo que filman, pero de ser así, flaco: GET A JOB

      1. Pues la reseña de la película en sí es impecable, y el análisis del contexto bien completito. Buena lectura, para pensar y poner en tensión lo que uno piensa. Si te molesta leer, podés mirar reseñas en reels de tik tok, mister “Get a job”…

    1. Si los directores y el actor principal la venden como una película disruptiva y políticamente incorrecta y después vas al cine y te das cuenta de que es un refritado de terrenos comunes entonces cuál es el mérito? Es obvio que las declaraciones anteriores toman mayor dimensión por contraste. 5 millones y medio de dólares gastaron (!!!) y no dejaban de mostrar chivos en primer plano. Si quieren moralizar la película para estar a favor o en contra bueno, pero la película es mala, se dice y no pasa nada

      1. Marta Susana Arce D' Elia

        Real, coincido. Es mediocre filme donde Francella carga con todo. Actores mediocres. Demasiados episodios, con guiones pobres acelerados. Menos es más, incluso en cine.

    2. No sabés una goma de crítica cinematográfica, Bruno, si te parece que no tiene relevancia todo lo que fue la promoción de la película por sus propios directores y su protagonista.

  2. Está bien. Es cituar la crítica en un contexto deterimnado. Vale tanto como el texto. Ocurre que el autor exagera. Las críticas debieran versar sobre películas que al crítico les parece interesante. Se nota mucho que odia este tipo de cine.

  3. Este texto no es una crítica. Tampoco una reseña ni un resumen de declaraciones de Cohn/Duprat/Francella. Es el llanto furioso de un tremendo mandrilazo.

  4. Burdisima pelicula. Tal como describis, casi todos los remates servidos en bandeja, y una historia que se plasma desde un punto de vista social de arriba hacia abajo, notando claramente la interpretacion que sucede en la cabeza de un porteño clase alta. Más allá de eso, 2 o 3 historias son rescatables. 4/10

  5. Debe ser un bajón no poder disfrutar de una película o de cualquier otro lenguaje artístico por ser un sobreideologizado herido porque se ríen de tus sobre actuaciones progres. Curiosamente, a mayor cantidad de críticos progres sensibles que destrozaron con la crítica, mayor será el hype y el éxito del film. El Boomerang de la vida

    1. estaría bueno también que las críticas sean algo más originales,yo pienso que si uno va a ver la película no tiene que ponerse a criticarla desde ese punto de vista,en lo personas no me gustó porque me parecieron extremadamente predecibles todos los remates,lo que la hacía muy aburrida.Yo me considero quizá del lugar opuesto ideologicamente a lo que la pelicula presenta,pero si las críticas o burlas a la cultura “woke” hubieran sido más interesantes o no tan obvias me hubiera gustado más.

  6. CARLOS MOLNAR

    Nada más de cagón que, en medio de la mayor crisis de nuestra historia, ponerte a cuestionar a la gente y sus vulgaridades en lugar de a los políticos chorros que venían a sacar. Mamenla Cohn y Duprat

    1. Perdón, los políticos no son también “gente”, ¿o trabajan de “políticos” las 24 h? ¿Vos no sos también “gente”? ¿Yo no soy también parte de esa”gente”? ¿Qué es la “gente” para Ud.? Y finalmente, ¿Por qué tiene que ser tan guarango en su crítica? ¿Qué es eso de <>?

  7. HOY FUI ( A DESGANO, YA QUE HABÍA VISTO COMENTARIOS DESFAVORABLES) A VER ESTE FILM Y SI…LAMENTABLEMENTE ES LO MAS PEDORRO QUE LE HE VISTO HACER A FRANCELLA (JUNTO CON “GRANIZO”) EN SU CARRERA CINEMATOGRÁFICA. ABURRIDOS EL %90 DE LOS CORTOS/SKETCHES…TODO MUY A LA MANERA DE RELATOS SALVAJES PERO CON UNA CALIDAD Y HUMOR ( ¿HUMOR? ) PAUPÉRRIMOS. MEJOR AHORRARSE LA ENTRADA Y ESPERAR UN PAR DE SEMANITAS , QUE SEGURAMENTE YA LA PONEN EN ALGUNA PLATAFORMA DE STREAMING.

  8. Una de las funciones del cine , entiendo, es entretener ; al final de la película , el público aplaudió.
    En lo particular , nos resultó entretenida.
    Ir al cine con tantos prejuicios y preconceptos, no permite entregarse a la maravillosa experiencia de disfrutar lo que la pantalla nos regala.
    El “boca a boca “, como suele suceder, no coincide con los ideologizados críticos.
    El tiempo lo dirá.

  9. No he visto la película, ni creo que la veré, solo vengo para decir que Cohn y Duprat me aburrieron. En sus películas y series critican el intelectualismo sin querer ser populares, porque lo popular también lo desprecian, como muestran los antagonismos que desarrollan en El Hombre de al lado o El ciudadano ilustre, pero resulta que quieren ser comerciales apelando a lo popular (Ajá, comedia all’italiana) cuando toda su carrera la construyeron precisamente llamando la atención en espacios de cine no comercial: festivales, el Gaumont, el San Martín. Francella no sabe tampoco qué quiere, ni qué dice: ¿Qué crítica exactamente? En sus palabras de desprecio, aderezadas con la sonrisita y la mirada de Pepe Argento cuando quiere convencer a Dardo de hacer algo que María Helena no aprueba, se mezclan cine independiente, cine de autor, cine experimental, cine subsidiado… Las cuatro cosas no son lo mismo siempre. Es chistoso que critique el cine de autor y el cine que no es popular promocionando una película de dos directores que SÍ que han pretendido hacer cine de autor y vienen precisamente del circuito de los festivales, el vídeoarte y el arte financiado por el Estado. ¿Se olvidaron Cohn y Duprat de su paso por lo que hoy se llama Canal de la Ciudad? Bueno, son tres seres de estos tiempos: Aunque se peguen un tiro en el pie, buscan agradar y llevar al cine al que no se mueve por el placer que algo le provoca, sino por las ganas de cag…a otro, en este caso al INCAA y todo aquel que de su política se benefició. Y bueno ¿16 personajes? ¿En serio? No serán wokes (otra palabra ya vacía de contenido porque enmarca todo lo que no le gusta a la derecha global, como algún judío que critique a Netanyahu por ejemplo), pero ególatras un montón. Se creyeron que están haciendo Manifiesto con Cate Blanchett, una actriz a la que seguramente criticaran por Woke. No, capaz a ella no, los pseudointelectuales que van de antiintelectuales se acomodan fácil y eso es lo que les está pasando a Cohn y Duprat. Listo, el que quiera mentarme la madre, puede hacerlo.

  10. ¡Cuánto palabrerío de gusto en esta reseña (¿?), crítica (¿?) o lo que haya intentado ser! Se nota demasiado el ombliguismo seudointelectualoide del autor, amén de su incuestionable resentimiento.

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