And everybody’s got something
Keeping them from singing and dancing
EL VERANO PELIGROSO
Tara (Mia Mckenna-Bruce) tiene dieciséis años y, junto a sus amigas Em (Enva Lewis) y Skye (Lara Peake) está por emprender lo que promete ser una experiencia transformadora: su primer viaje de adultas, un paseo de diversión descontrolada por las playas griegas de Malia. Una expectativa sobrevuela las conversaciones entre las amigas a medida que planifican sus salidas nocturnas: la del encuentro sexual, perspectiva incierta pero emocionante entre todas las que la noche puede ofrecer. Esta expectativa tiene, también, mucho de mandato: aunque procure disimularlo en conversaciones casuales, Tara no tiene aún experiencia sexual. Para ella, el sexo involucra ilusión pero, a medida que la película avanza, se convierte también en un ítem a tachar, un paso obligado para sentirse integrada y adulta. Sobre esa zona difusa entre deseo y presión, entre agencia y confusión, versa How to Have Sex que -se habrán dado cuenta-, de tutorial tiene poco.
Rápidamente, Tara y sus amigas conocen a un grupito de amigos dentro de su mismo complejos habitacional, con similares expectativas respecto del viaje. En la vida nocturna, los RRPP azuzan las hormonas de los jóvenes, exponiendo sus cuerpos en juegos donde gana el que se atreve a más, el que muestra más, un mundo en el cual el cuerpo es un commodity despersonificado. En este contexto Tara iniciará su vínculo con el sexo que, como es de esperar, será todo menos satisfactorio.
Molly Manning Walker, en su debut en la dirección (pero con amplia trayectoria en la dirección de fotografía) filma una suerte de anti-Spring Breakers, con la misma paleta de colores pero moderando el flúo y oprtando por contornos más suaves y lentes cortos, a tono con la búsqueda introspectiva de su relato. Todo transcurre imperturbablemente: lo que arranca mal continuará peor y el viaje de las amigas terminará con sabor amargo, un pasaja a la adultez donde apenas algún gesto permite avizorar un horizonte menos traumático. Indudablemente, las experiencias y sensaciones vertidas en la película resonarán mucho más en un sector del público femenino que ya se identifica con la sensibilidad con la que Manning Walker aborda el despertar a la adultez, sus posibilidades y, especialmente, sus peligros.
Hay algo de cautionary tale en esta película en la cual la perspectiva de diversión hedonista redunda en una especie de tren fantasma en el que -como en las películas de terror del sello A24- el corolario es la parálisis, el refugio en una perspectiva solipsista que apenas contempla difusamente la posibiliadad de constituirnos como sujetos políticos. Me pregunto qué ha pasado entre aquella Spring Breakers en la que Harmony Korine subvertía el modelo Disney para dar forma a una fantasía gansgta y este tipo de debuts, en los cuales la (indudable) potencia discursiva parece centrarse en enunciar las bajezas de un statu quo aparentemente insoluble. Probablemente esto diga sobre las nuevas generaciones de cineastas (que es, también, la mía): una suerte de resignación frente a un estado del mundo en el cual no parece haber discurso que valga contra un mundo que siempre encuentra nuevas formas de ser hostil.
(Reino Unido, Grecia, 2023)
Guion, dirección: Molly Manning Walker. Elenco: Anna Antoniades, Mia McKenna-Bruce, Lara Peake, Samuel Bottomley. Producción: Konstantinos Kontovrakis, Emily Leo, Ivana MacKinnon. Duración: 91 minutos.