A veces sucede que un crítico ve una película bastante tiempo después de su fecha de estreno y no coincide con la visión de su colega. Posiblemente, si el film es intrascendente, no hace falta dejar su alma en una crítica de una obra menor, hollywoodense que ya le interesa a nadie. Sin embargo, más allá de la repercusión que tuvo la crítica o el film en sí, existe la necesidad de expresarse y aportar otra mirada.
No voy a rebatir la calidad de la nota de mi colega Emiliano Román, al que considero un redactor ejemplar, y de hecho su visión acerca de Intercambio de Almas, el film que trae a cuenta este texto, es bastante claro y convincente. De hecho, todo lo que dice al respecto tiene razón de ser, es justificado y comparto. Pero no puedo dejar de resaltar que a mí el film me gustó, en parte por algunas de las cosas que no le gustaron a Emiliano y en parte por algunas que pasa por alto, y que a mi me despiertan sumo interés.(Se dan detalles del argumento)
Si nos referimos a la existencia del alma, posiblemente nos debamos remitir indefectiblemente a creencias relacionadas con la religión y el esoterismo. Sin embargo, la primera y mejor referencia audiovisual que se me viene a la cabeza, es la que se representó a mediados de los ’90 en Los Simpsons, cuando se trataba de una serie profunda, crítica, pero a la vez sentimental y metafórica, y no en el burdo dibujo animado que es hoy en día. En dicho capítulo, Bart le vende su alma a Lisa porque niega su existencia. Pronto se empieza a sentir mal, vacío, deambulando sin rumbo por las calles de Springfield. Millhouse ha comprado su alma, pero la intercambió al vendedor de historietas… por fichas de Alf (la frase, “Mira Bart, volvió Alf, en forma de fichas” trasciende los cánones televisivos).
En la película de Sophie Bartés, Paul Giamatti es un actor llamado Paul Giamatti que no puede convivir con su propia y conflictuada alma, y con la del persona Tio Vanja de Chejov. Por lo que pide, a un científico que le extirpe su alma, para que pueda representar el personaje sin conflictos emocionales. El problema es que sin su alma está vacío. O sea, un actor sino pone algo de sí mismo a un personaje, algo de su propia alma, no logra llevar adelante el personaje. Giamatti deambula a lo Bart hasta que pide otra alma: la de una poetisa rusa, y ahí cobra vida.
Como dice el compañero Roman, la película abarca muchos temas, y los va dejando de lado como desperdicios del alma, cinematográficamente hablando no está a la altura de una idea/guión tan ingenioso, aunque la fotografía es bastante destacable, y se nota la influencia del cine de Spike Jonze y Charlie Kauffman. Sin embargo hay varios elementos, que me parecen interesantes para destacar:
1- El Mundo: en un film convencional, la existencia del alma ya sería tema de discusión. Acá Bartés decide no dar muchas vueltas. En este mundo es posible extirpar un alma, como si fuera hacer un transplante de riñón, pero con menos riesgo. Todo está asumido y no resulta extraño ni forzado. Funciona en el absurdo universo paralelo que plantea el film (si Juan Solanas creo dos mundos que se conectan en la inminente Upside Down, esto es una tontería a comparación).
2- Paul Giamatti: la elección del intérprete no modifica el argumento, pero seamos honestos no es lo mismo la fama de Giamatti que la de John Malkovich. Mientras que el segundo se burla de su estatus y su trayectoria en ¿Quieres Ser John Malkovich?, Giamatti es un actor más. No hay un juego con el espectador como en las series de Ricky Gervais o Episodes con Matt Le Blanc, interpretando a Matt Le Blanc. Acá, Giamatti no es el Giamatti que todos conocemos, pero tampoco es Al Pacino.
3- El Dilema del Actor: en la obra maestra de John Cassavetes, Opening Night, el personaje de Gena Rowlands lucha contra el alcoholismo y sufre porque su personaje guarda demasiadas reminiscencias con su vida real. Le cuesta separar realidad de ficción. Personaje y actriz no pueden convivir. El tema no es nuevo. Stephen King lo retoma en varias de sus obras, pero con escritores en vez de actores. Algo similar sucede en las obras de Woody Allen. Pero acá Bartés se burla de la influencia de Chejov en los actores contemporáneos, y del teatro ruso en sí, lo que da pie, a la otra paradoja del film.
4- Intercambio de Culturas: por snobismo puro, los artistas intelectuales estadounidenses, incluyendo Allen, quieren ser europeos, mientras que los nuevos referentes del cine europeo tratan de ser estadounidenses para llegar a un público masivo en su propio país. Esta ironía también está presente en la película. Acá no está tan presente la denuncia social (el tráfico de órganos en el mercado negro, la explotación laboral bajo míseras condiciones de trabajo). Eso es tan solo parte del chiste de la directora.
5- El Humor de Paul Giamatti: siempre consideré al protagonista un gran comediante, pero esta es la primera vez, donde pude admirar su poder expresivo. Tiene varios dones, clara influencia clownesca. Posee un registro de expresiones faciales que se asemejan a los comediantes del cine mudo. Nada que envidiarle a un Larry Fine, un Harpo Marx o un Stan Laurel con quiénes guarda, inclusive parecidos físicos. Cad decepción o vacío permiten que el actor dé un show cómico.
6- La simplicidad tecnológica: a diferencia de Kauffman, Bartés se enrosca mucho menos en la elaboración de la máquina extractora de almas. El mcguffin no existe en ese sentido.
7- Dina Korzun: la actriz rusa, casi co protagonista es un deleite de austeridad y expresividad minimizada. Tremenda interpretación como la guía, vacía de alma, o acumuladora de residuos de otras, de Paul Gimatti. David Straiharn también está muy bien, pero no lo suficientemente aprovechado. Mismo, pero menos de parte de Emily Watson.
8- Como intercalar humor en medio del drama: para no volver demasiado solemne al relato, los momentos más dramáticos son intercalados por intervenciones humorísticas de su protagonista. La escena del restaurante ruso donde come garbanzos parecidos a su alma es sublime.
Por esto mismo, considero que el film es fallido, a pesar de su ambición por abrir y abrir temas, por ser pretencioso, por olvidar personajes y subtramas del inicio, pero también lo siento lleno de ideas. Muchas de las cuáles podrían haber sido mejor aprovechadas y llevarlas aún más al absurdo (¿que hubiese pasado si la esposa del gángster ruso se enamoraba de Giamatti y el actor tenía relaciones sexuales con una mujer que lleva adentro su alma?)
Más allá de todo lo que se quiera relacionar a Bartés con Kauffman, pienso que el resultado es satisfactorio, porque la directora salió a la búsqueda de una idea rebuscada, pero original, y que la película está llena de metáforas, e ironía y sarcasmo, acerca de las obsesiones de los actores y sus métodos de interpretación de personajes.
Como diría David Lynch: “Atrapa al pez dorado”.
Como diría Shakespeare: “Mi Reino, mi reino, por un alma”