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CRÍTICAS - CINE

La burbuja

DENTRO DE CAMPO

Cuando la cuarentena parecía no tener fin, a las productoras audiovisuales con rodajes en exteriores se les imponían dos incertidumbres muy claras: Si llegaría alguna vez el día en el que pudieran retomar sus actividades; y, de ser así, si era necesario incorporar el contexto pandémico como obstáculo dentro de las propias ficciones.

Jamás hubo una encuesta universal que representara a la perfección las preferencias de los espectadores según aquellos términos. Sin embargo, es indudable que solo durante la primera mitad del primer año de encierro abundaba el consumo de películas y series sobre distopías bacteriológicas y, con el transcurrir del prolongamiento eterno, este hábito se esfumó, al menos desde un costado masivo.

Eventualmente, las películas con barbijos en escena no tardaron en aparecer: con casos de presencia breve, como Érase una vez un genio, donde George Miller no pudo resistirse a fijarlos en la rutina de Tilda Swinton; y casos en los cuales la pandemia es inherente al relato, como La burbuja de Judd Apatow, film defenestrado por motivos ajenos a su punto de partida de encerrar a un elenco excepcional interpretando a actores y equipo técnico que -lisa y llanamente- realizan un rodaje en un hotel.

La burbuja en cuestión, dirigida por Miguel Angel Rocca, tiene el atrevimiento de exponer el tedio que nos tocó vivir al comienzo de la década corriente, tedio que nos llevó por momentos a la desidia absoluta y del cual ya no queremos saber más nada, exponiéndonos a las claras ante un posible tropiezo con la misma piedra.

Decisiones como las de Rocca con esta película requieren de muchas agallas, porque los riesgos de ocasionar un rechazo hacia el público son extremadamente altos desde los primeros minutos. A casi todos los que tenemos auto nos pasó que, por falta de uso, se nos consumió la batería y le echamos la culpa al burro de arranque en un acto de inacción ridículo, ya que es un repuesto igual de caro, pero más costoso para la instalación. Casi todos nos vimos en la necesidad de cambiar drásticamente el estilo de vida de nuestros parientes ancianos y en la incómoda situación de convencerlos de que ya perdieron la comodidad de solucionar problemas solos. El solo exponer esto, más que generar una identificación inmediata, tiende a causar lo opuesto, ya que nadie quiere volver a ese nefasto instante eterno de nuestras vidas.

Afortunadamente, la cuarentena no es una exposición en esta burbuja. Como en todo buen cine, está para presentarnos otra cosa. Eso, como mínimo, es digno de celebración. Como también lo es el simple hecho de relucir los talentos de su elenco. La dirección actoral en el cine nacional tiende a ser señalada como uno de los elementos más flojos por excelencia y nos atreveríamos a decir que, para ser una película que demanda una nómina reducida e intimista, La burbuja no cuenta con una sola mala actuación y sí con una sólida Victoria Almeida al mando y un Jorge Marrale desplazado, aunque espléndido como siempre.

Apenas nos presentan el título, después de la primera secuencia, el punto de vista de Almeida acierta al expresar inseguridad y la sensación de que nada de lo que vemos es realmente lo que es. Esto se repite en la introducción de la casa de Marrale y el énfasis en la puerta del sótano, con la que Rocca clava bandera marcándola como el fuera de campo definitivo, ya que atraviesa directamente a toda la familia, a diferencia de los conflictos sociales, económicos y políticos -canalizados por medios de comunicación fijos y portátiles-, que tocan de costado o no, dependiendo de las apariencias requeridas por la trama.

Y allí está nuestro problema con La burbuja. Sus apariencias, sostenidas como es debido por fuera de campo, son exclusivamente narrativas. 

Todo lo secreto está en vistas de ser revelado, esto conduce hacia un excelente corte a créditos y puntos de giro bien apropiados por sugerencias de presentaciones -mediados por encuadres y acabados visuales a la altura de ambos-, pero la invitación a la interpretación está obturada, como si la verdadera finalidad de un buen policial sea descubrir a un culpable.

La burbuja triunfa en confiscar datos y hechos verídicos para desembocarlos en su alteridad, orquestada por una ambientación actoral prudente, pero su disfraz -en vez de hacerlo por sencillez aparentada- se inclina por remates bien transportados y casi esencialmente efímeros, con algunas insinuaciones logradas.

(Argentina, 2023)

Dirección: Miguel Angel Rocca. Guion: Santiago Ambao. Elenco: Victoria Almeida, Alfonso Tort, Jorge Marrale. Producción: Daniel Pensa, Miguel Angel Rocca. Duración: 88 minutos.

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