La Gran Aventura Lego (The Lego Movie, Estados Unidos/ Australia/ Dinamarca, 2014)
Dirección y Guión: Phil Lord y Christopher Miller. Elenco: Chris Pratt, Elizabeth Banks, Will Ferrell, Morgan Freeman, Liam Neeson, Will Arnett. Producción: Roy Lee y Dan Lin. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 100 minutos.
El culto al Lego.
La Idiocracia presentaba la idiotización extrema de una sociedad sumida en el embrutecimiento en el año 2505. El mundo bajo el dominio del Señor Negocios (un Will Ferrell cuya voz quizás no podremos escuchar en Argentina) no es muy diferente a la aterradora futura sociedad que nos mostraba Mike Judge. A cada Lego se le entregan instrucciones precisas para vivir su día a día de una única manera: viendo un solo programa de televisión, “¿Dónde están mis pantalones?”, y escuchando una sola canción, “Todo es increíble”, que cantan y bailan exacerbados de felicidad mientras se conforman con sus lamentables vidas. Así es como Emmet, un don nadie que no puede ver más allá de las instrucciones, encuentra de manera azarosa la pieza de Resistencia: la única arma que podrá salvar a la ciudad del maléfico plan del Señor Negocios, que implica destruirla con su súper y temible adquisición, el pegamento.
La película de Lego está conformada por varias piezas, que por más dispersas que parezcan en un principio, encajan a la perfección una con otra con la misma (aparente) facilidad con la que los personajes construyen en segundos una moto, una nave espacial o un submarino. Toda la película recrea la sensación de juego como experiencia compartida en la sala. De hecho, reaviva el mensaje de Toy Story 2: los juguetes están hechos para jugar. No para estar inmóviles en una caja, exhibidos como colección, o acá, aferrados a otras piezas con pegamento. Lo que hacen Phil Lord y Chistopher Miller es rescatar el verdadero placer de la diversión, de tirar todas las piezas en el suelo y crear cosas nuevas a partir de todos los pedazos.
El universo geek es lo que une a todas esas piezas. En el mundo Lego todo es posible, por eso coexisten Millhouse, Shakespeare y Gandalf, con La Mujer Maravilla, Lincoln y Dumbledore; y se hacen todo tipo de alusiones que van desde La Guerra de las Galaxias a Mi Villano Favorito.
Lord y Miller demuestran una gran destreza en cuanto al nivel logrado en la animación: la película está hecha en su totalidad por computadora pero tiene algo en su estilo visual que la acerca a un film de los 80 o 90, a algo más del orden de lo artesanal, del stop-motion si se quiere, donde todos los universos de Lego están vivos. Por la textura y los movimientos, podríamos pensar que la película fue hecha fotografiándolos cuadro por cuadro y siendo movidos por pequeñas perillitas. Los directores, que lograron entender el lugar que ocupan los Legos en nuestros corazones, se divierten convirtiendo absolutamente todo en bloques de plástico, hasta el agua y el fuego, señalando las infinitas posibilidades que el juego habilita. Por ejemplo, tenemos la increíble escena en la que el Señor Negocios, con un hisopo y un quitaesmalte, le borra su “cara de bueno” al Policía Malo.
Pero no todo es increíble. Aunque la moralina de la historia no llegue a arruinar la diversión, el hecho de que todas las copias -o la mayoría, esperamos que haya algunas subtituladas dando vueltas- que se estrenarán en nuestro país sean dobladas, es una gran pérdida. Ver a Will Ferrell y su enorme fotogenia ocupar el plano en la pantalla grande es siempre un deleite, pero el hecho de no poder escuchar su voz significa perdernos de una parte importante, sobre todo en cuanto a los chistes, que sufrirán en la versión doblada.
A pesar de esto, y con la esperanza de poder disfrutar de las voces originales, La Gran Aventura Lego es una mixtura de universos donde coexisten Miguel Ángel y Las Tortugas Ninja, con la habilidad, creatividad, originalidad y el espíritu de Phil Lord y Chris Miller, los verdaderos maestros constructores.
Por Elena Marina D’Aquila
Elogio del hombre ordinario.
La construcción de la identidad comienza jugando en la infancia, aprendiendo, imaginando y relacionándose con los objetos disponibles alrededor. Cualquier cosa puede ser un juguete para un niño, no solo los objetos de consumo destinados a ese fin por las empresas. Cuando solo podemos ver un juguete a partir de la publicidad sin crearlo con la imaginación, ya es muy tarde para jugar, solo estamos consumiendo.
La Gran Aventura Lego (The Lego Movie, 2014) es un film de animación infantil que recupera muchas figuras e íconos de la cultura de los años ochenta del siglo XX en un homenaje que cuestiona los consumos de la actualidad y la ampliación del mercado de los juguetes a franjas etarias mayores.
La construcción conceptual de la película dirigida y escrita por Phil Lord y Christopher Miller (Lluvia de Hamburguesas, Cloudy with a Chance of Meetballs, 2009) gira en torno a dos ejes bien definidos. Por un lado, la historia narra la edificación de la identidad de Emmet, un obrero de la construcción en Ciudad Ladrillo, que solo sabe seguir las instrucciones e imitar lo que ve sin cuestionarlo. Por accidente, Emmet se aparta de su rutina y se convierte en el elegido de una confusa profecía en la que debe salvar al mundo Lego de la destrucción por parte del Señor Negocios, un tirano perverso que gobierna los diferentes mundos cual Gran Hermano.
Por otro lado, La Gran Aventura Lego propone reflexionar sobre las formas de consumo actuales de los juguetes que otrora estaban destinados a un público infantil y juvenil. Ya sea por una cuestión de nostalgia o de imposibilidad de posesión, desde hace ya unos años, va creciendo la cantidad de adultos que dedican gran parte de su tiempo libre a coleccionar juguetes de su infancia. El impulso adulto ya no es la alegría de jugar sino la de coleccionar el objeto nostálgico para un disfrute pasivo. Esta forma de consumo choca con el afán infantil de tocar y jugar con todo objeto disponible, especialmente con unas piezas destinadas al uso de la imaginación como lo son los Lego y sus imitaciones menos exitosas.
A diferencia de otros juegos, las piezas para armar de Lego son una mezcla de imaginación e instrucciones para la construcción de otros objetos, ya sean edificios, naves, autos, animales; ya que están destinadas a ser objetos específicos pero pueden, a su vez, ser transformadas fácilmente en cualquier otra cosa con un poco de capacidad inventiva.
La Gran Aventura Lego pretende generar una moraleja alegórica para el acercamiento entre padres e hijos a partir de la necesidad de compartir este impulso moderno por el juego, recuperando la creatividad como metodología lúdica. El film sorprende por momentos con su propuesta pero abusa de los estereotipos de los años ochenta bajo la distopía Lego del Señor Negocios, repitiéndose muchas veces innecesariamente. La aventura Lego es un juego, pero es también otra forma de pensar el consumo infantil, ya no desde una impronta comercial sino desde la libertad. Pero esto ya es parte de una utopía que probablemente nada tiene que ver con la propuesta de la película ni con la marca.
Por Martín Chiavarino