La Mirada del Hijo (Pozitia Copilului, Rumania, 2013)
Dirección: Calin Peter Netzer. Guión: Razvan Radulescu y Calin Peter Netzer. Elenco: Luminita Gheorghiu, Bogdan Dumitrache, Vlad Ivanov, Natasa Raab, Ilinca Goia, Mimi Branescu. Producción: Ada Solomon y Calin Peter Netzer. Distribuidora: Alfa Films. Duración: 112 minutos.
Amor de madre.
En pocas cosas la humanidad completa podría estar de acuerdo como en aquella máxima que reza lo siguiente: “¡No existe amor como el de una madre!”. Con todos los matices que lo pueden atravesar, como las costumbres y la condición socio-económica por ejemplo, podemos afirmar que el cariño maternal no tiene obstáculos a la hora de desplegar toda su capacidad. ¿Pero qué sucede cuando ese amor ve su límite justamente en el mismo sentimiento de otra mamá? Hablamos de un excepcional choque de fuerzas de igual magnitud.
La Mirada del Hijo (Pozitia Copilului, 2013) es una película que llega desde Rumania. El realizador Calin Peter Netzer nos cuenta la historia de una madre, Cornelia Keneres (Luminita Gheorghiu), que está dispuesta a hacer todo lo posible para que Barbu (Bogdan Dumitrache), su hijo, no caiga en prisión luego de causar un trágico accidente de tránsito en el que un niño de 14 años perdió la vida.
El filme intenta mostrarnos el duro e incómodo camino que debe pasar esta señora, acostumbrada al éxito profesional, las fastuosas fiestas con la alta elite rumana, la ostentación y la capacidad de conseguir todo lo que se propone. Pero lo que aparentaba ser más simple es aquello en lo que Cornelia está en dolorosa deuda: su relación de familia es pésima. El matrimonio parece sufrir una irreversible erosión luego de tantos años. Las amistades y la hipocresía van de la mano y -para colmo- hace varios años que ha perdido el amor de su hijo.
Sin darle demasiado interés a la génesis de estas problemáticas, que realmente no interesan tanto al realizador, Netzer centra toda la película en el personaje de la madre, maravillosamente interpretado por Luminita Gheorghia. Su vida, objetivos y moral quedan plasmados en cada minucioso y descarado diálogo que lleva adelante como si fuera una batalla que hay que ganar. Son varios momentos pero se destacan dos en especial, uno al principio que marca su personalidad. Otro al final, que desnuda su ser por completo.
El director intenta construir en la ficción una cruda y vacía historia biográfica. Mediante una cámara en constante y nervioso movimiento, infinidad de primeros planos, ausencia casi total de cortes temporales y escenas que la muestran en situaciones muy “humanas” e íntimas, esta madre expone, a su forma, aquello que se mueve en su interior. Un amor que en esta situación tan extrema puede encontrar la oportunidad de renovar el vínculo con su indiferente y agobiado “niño”, para quien la cárcel significaría la misma sepultura. Para lograrlo se servirá de todos los recursos posibles: influencias, dinero, poder. Sin importar el cuánto ni el cómo.
No obstante, para obtener misericordia la soberbia debe ceder. Para conseguir una disculpa, la humildad tiene que florecer. Cuando La Mirada del Hijo parece dirigirse hacia un final tan angustiante como previsible, la trama se inclinará hacia la realización moral y espiritual de los protagonistas. Netzer buscará enseñarnos algo más. El amor de una madre tendrá su límite -justamente- en el desgarrador dolor de otra que ya no tiene a su hijo. Allí entonces la fortuna ya no tendrá valor, las joyas dejarán de brillar, no habrá nada que celebrar con el resto de la rica burguesía y, lo más importante, el propio yo bajará a la tierra, la cual será regada con lágrimas de arrepentimiento y vergüenza.
Por Darío Cáceres