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CRÍTICAS - CINE

La Ultima Mirada

La Ultima Mirada (Argentina, 2009)

Dirección y Guión: Jorge Victor Ruiz. Elenco: Arturo Bonín, Katja Aleman, Eugenio Roig, Victoria Almeida, Jorge Sabate, Raúl Techaren, Beatriz Spelzini, Clara Manfredi, Eva Ruiz. Producción: Horacio y Esteban Mentasti, Antoni Sole, Jaume Sole Viñas. Duración: 113 minutos.

Crítica previamente publicada con motivo de exhibición en Pantalla Pinamar 2011:

http://www.asalallenaonline.com.ar/festivales-cine/pantalla-pinamar-2011/1873-diario-del-festival-dia-5.html

Existen films que ocasionan comportamientos diversos en el espectador, están aquellos que pueden generar discordia, hartazgo (este es uno de esos casos) y a su vez, permitir la instancia de llegar a la posición de decir “basta, me retiro de esta sala”. En otros casos, hay espectadores que prefieren quedarse atornillados a sus butacas y realizar otras actividades, la visión del film pasa a un plano secundario.

Así en esta proyección avisté un sonido por demás confuso, por momentos creí sería un desperfecto en uno de los emisores de sonido de la sala, pero el tic metálico fue descubriéndose gracias a los intervalos de tiempo entre los que volvía a aparecer, y terminé por dilucidar que se trataba del accionar de un cortaúñas. En efecto, un espectador decidió realizarse una manicuría y puedo asegurarles que no desaprovechó su tiempo.

La Ultima Mirada es un film irrisorio, desprolijo e irresponsable, algo así como el Cómplices del Silencio del 2011, trata acerca de una pareja que va a vivir a un apartado de la ciudad, él, un ex militar represor (Arturo Bonin) vinculado en fotografías a Videla, una esposa sumisa, sufrida (Beatriz Spelzini) y una hija (Victoria Almeida). Para sumar el motivo de la trama simplona y justificar la coproducción con España, un periodista y escritor español quien toma conocimiento de que sus verdaderos padres han sido víctimas de la dictadura, viaja a Argentina con la misión de culminar su libro, tarea para la cual debe cerrar heridas del pasado y con ese accionar, dar lugar al final del escrito. Es lamentable que en el cine nacional sigamos acudiendo a historias ocurridas en la época del proceso, con historias tan carentes de matices, guiones desaprovechados, en fin, circunstancias que deberían tratarse con mayor conciencia y no crear escenas que terminan creando un común en el espectador de estar viendo una historia que duele por el conocimiento colectivo que tenemos como sociedad y verlo reflejado en estos burdos ejemplos de mal cine.

La actuación de Victoria Almeida es uno de los pocos elementos que merecen una mención favorable, desde la interpretación de un personaje hermético, la actriz logra remar en aguas a contracorriente. Estela de Carlotto hace una aparición en el rol de abuela de Plaza de Mayo, a cargo de la institución “Hijos”, por el recupero de hijos de desaparecidos expropiados durante la época nefasta.

Algo que nos puede enseñar esta experiencia es que hay films donde uno puede aprovechar el tiempo de duración como para  realizar tareas de cuidados personales.

delorenzo@asalallenaonline.com.ar

A la hora de revisar el pasado reciente, cuanto mas variadas sean las propuestas, mas caminos habrá para llegar al público. Es muy sano que esto ocurra en el cine, porque las posiblidades estéticas y narrativas están disponibles para ser utilizadas. El problema de La Ultima Mirada es un estado constante de indecisión por parte de su realizador y la que aparentemente será la última película argentina a estrenarse en el año, no le da un marco muy rimbombante al cierre que digamos.

Gonzalo (Eugenio Roig) vive en España y viaja a Argentina con el objeto de finalizar un libro que está escribiendo sobre sus padres asesinados por la dictadura en la década del ’70. En este contexto llega al sur de nuestro país y recala en casa de unos parientes en el lugar en donde ocurrieron los hechos. Una zona rural en la cual se conocen todos. Gonzalo comienza a escribir y también a recorrer el paisaje hasta que se cruza con el ex-comisario Cadrinelli (Arturo Bonín) hombre adusto,  solitario y de pocas palabras. Gonzalo sabe que este es el hombre detrás del asesinato y a lo mejor sus intenciones van mas allá de terminar una novela. Conoce a Marta (Victoria Almeida) la hija del comisario quién con cierto aire de frescura, ignora las verdaderas intenciones del joven. Además parece que se gustan (aunque en algunos contraplanos el eje no parece estar al 100 por ciento).

También en la recorrida de Gonzalo hay lugar para ver animales muertos a tiros y a otro habitante: Bob (Raúl Techaren) que con un forzadísimo acento, pone al tanto al escritor de su preocupación por la situación.

Con todos estos personajes en danza, el guionista y director Victor Jorge Ruiz pretende construir una historia mezclando géneros y situaciones inútiles que desvían la atención hacia otros horizontes o peor aún resultan poco creíbles. Por ejemplo, la entrada de Gonzalo a la casa del ex-militar para buscar pelo de toda la familia Cadrinelli con el objeto de realizar estudios de ADN. Esta situación (y toda la película) está acompañada de una de las peores bandas sonoras del cine que diluye todo intento de generar suspenso por sonar estridente, obvia y muy cercana a lo que hacia Mike Rivas en las comedias de Mingo y Aníbal.

Así, del drama de escribir una novela sobre los padres de Gonzalo, pasamos a Marta y la posibilidad de ser nieta de desaparecidos con viaje a Buenos Aires incluido, de ahí volvemos al sur para pasar directamente a una historia de venganza mezclada con un melodrama sobre la identidad con díalogos que le quitan seriedad al asunto y como el director no supo como resolver todo esto, asistimos a un final tipo Western que incluye un sueño con un posible final y el final per sé. Sinceramente uno no sabe cual de las dos variantes es más ridícula.

Los actores hacen lo que pueden con un guión plagado de lugares comunes y de diálogos que parecen estar mas para llenar silencios que para aportar algo a la historia. Un desperdicio de talento, empezando con la versatilidad de Victoria Almeida y el oficio de Bonin y Katja Alemann puestos a escupir dialogos (como mínimo) poco revisados.

La Ultima Mirada a la que se refiere el título, es la menos creíble de todas las escenas, salvo que se suponga que el ex-comisario actuaba por cuenta propia mas que por obediencia debida. La película termina cayéndose por su propio peso dejando la sensación de que al director, todo este proyecto le quedaba demasiado grande.

Por Diego Tedesco

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