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Libreta de apuntes (15) | ChatGPT: La IA y la escritura de guiones

Libreta de apuntes (15) | ChatGPT: La IA y la escritura de guiones

Uno se olvida que Internet no estuvo siempre. De hecho, está con nosotros desde hace bastante poco. Recuerdo el día en que fui a la oficina del padre de un amigo, promediando o terminando los años 90, y navegué por Internet por primera vez. Se tardaba mucho (¿segundos? ¿minutos?) en lograr entrar a una página y no era fácil encontrar información interesante. Tampoco podíamos estar mucho tiempo conectados, porque tener prendido el modem era caro. Era una herramienta tecnológica con muchas limitaciones, no muy eficaz y todavía de difícil acceso, pero no puedo olvidar la sensación emocionante de estar sintiendo que algo nuevo estaba naciendo, que era inminente una revolución en la forma de comunicarnos y acceder a la información. 

Esa misma sensación tuve hace pocos días cuando interactué por primera vez con el ChatGPT, la herramienta de inteligencia artificial que analiza gran cantidad de bases de datos de texto para desarrollar la capacidad de comprender las preguntas de los usuarios y producir respuestas directas. Para los que no saben de qué se trata, piensen en una suerte de Wikipedia superpoderosa, que ofrece respuestas a consultas y pedidos muy específicos. Por ejemplo, en Wikipedia uno puede acceder a un resumen de una página de la Segunda Guerra Mundial; a través del ChatGPT uno puede, entre otras muchas opciones, pedir ese mismo resumen, pero enfocado en una comparación de esa guerra con la Primera Guerra Mundial y la Guerra de Vietnam. Es solo un ejemplo, no muy interesante por cierto, para que se entienda de qué se trata, qué es lo que puede permitir esta herramienta. Los alcances potenciales son abismales, aun cuando se trate de una tecnología en período inicial. Cuesta imaginar lo que puede llegar a lograr cuando avance y sea más sofisticada y precisa. Como lo prueba la historia de la ciencia ficción, es difícil predecir el futuro tecnológico, pero muchos especialistas están sosteniendo que se trata de la principal revolución tecnológica en el terreno de la comunicación y el manejo de datos desde la llegada de Internet. A pesar de este consenso, creo que así será. Mientras que esperamos que esa revolución se confirme o, en cambio, sea olvidada o superada por otras tecnologías, me puse a probarla. Terminé fascinado, sorprendido y al borde de la adicción.

Uno de mis trabajos es escribir guiones, lo que incluye tareas previas o simultáneas y accesorias al guion propiamente dicho: redacción de sinopsis, loglines, tratamientos argumentales, notas de intención, propuestas narrativas, perfiles de los personajes, entre otras. Le pedí entonces al ChatGPT que me escriba algunos de esos textos, en base a ideas de películas o series que tengo sin desarrollar. O basadas en algunas que ya tengo desarrolladas. Le pedí propuestas de títulos para proyectos en los que no se me ocurre ninguno interesante. Ya en plan de inversión y prueba, le pedí que me escriba sonetos a partir de una propuesta de situación sentimental, un cuento “al estilo de Raymond Carver” acerca de una pareja en crisis y otros pedidos de textos que ni siquiera me atrevo a confesar acá. 

Lo primero que me sorprendió fue la velocidad. En forma inmediata, la inteligencia artificial resuelve la redacción de textos que a cualquiera de nosotros nos llevaría varios minutos, horas o incluso días. Hay que decir que la redacción tiende a ser más que correcta, sin errores de ortografía, con una puntuación precisa y sin ripios. Todo esto es muy recomendable para los textos vinculados a lo audiovisual, ya que precisamente requieren que no se interponga una destreza literaria particular -un estilo, para decirlo de otra manera-, sino precisamente cierta idea de impersonalidad, en la que se manifieste sobre todo la claridad expositiva. En ese sentido, el ChatGPT es un redactor muy competente.  

En su contra, lo que aparece enseguida es una evidente falta de originalidad. Las ideas narrativas que plantea responden a parámetros esquemáticos y abundan en lugares comunes, falta de particularidad en el trazado de los personajes y las situaciones y, sobre todo, en la ausencia de matices o contradicciones. Por ejemplo, si uno le plantea un personaje que tiene una ideología fascista, lo que te devuelve es una descripción en la que esas ideas se hacen enseguida evidentes en sus acciones o diálogos. Al ChatGPT no se le ocurre que ese personaje fascista pueda tener, por ejemplo, la habilidad de seducir a otros simulando que tiene ideas progresistas. O una complejidad aún más interesante: que él mismo crea que es progresista, aunque en realidad se trate de un fascista. La linealidad conceptual del ChatGPT genera contenidos correctos, ordenados, claros, bien contados, pero sin mucha complejidad. 

A favor del ChatGPT, de todos modos, hay que decir que uno puede observar sus simplificaciones y pedirle correcciones. Lo intenta, porque es un guionista tozudo, trabajador y obediente; nunca orgulloso, no pierde tiempo en defender una idea si uno le pide que la revise y trate de mejorarla. A veces logra avances importantes y logra encontrar soluciones inteligentes, pero sus limitaciones le impiden siempre ir más allá de lo esquemático y es difícil que lo subrayado y lo obvio desaparezca del todo.

Son como las ideas de un guionista aficionado, alguien sin muchas luces ni ideas propias, pero que vio muchísimas películas y sabe aprovechar ese conocimiento que extrae de la gran variedad de argumentos posibles para una situación dramática puntual. Otra de sus ventajas es que no tiene prejuicios estéticos. Confía en sus ideas, no tiene la ambición un poco snob de ser original, eso que en muchos guionistas genera los clichés más lamentables. Hitchcock decía que es mejor partir de un cliché que llegar a él. En ese sentido, el ChatGPT es perfecto como punto de partida pero no como punto final. 

Es obvio que esta novedad va a generar preocupación (ya está sucediendo) y reacciones defensivas de los que se dedican a la escritura de guiones. El principal argumento será el de defender el lugar exclusivo del guionista profesional para lograr contenidos emocionantes y creativos, porque su trabajo se basaría en un conocimiento técnico pero sobre todo en su propia experiencia vital y sus emociones y mundo interior. Podemos aceptar que eso es así hoy, ¿pero podemos asegurar que seguirá siendo así en un futuro no muy lejano? ¿Por qué no aceptar la posibilidad de que la inteligencia artificial emule (o supere) la capacidad humana para recurrir a su inteligencia, memoria y emoción para generar contenidos narrativos y artísticos? Creo que la idea de la creatividad artística como acto voluntario que abreva en nuestra sensibilidad está sobrevalorada. El acto creativo, en sus mejores versiones, tiene mucho de reflejo instintivo, una acción que no controlamos y deriva de rincones de nuestro cerebro que ni siquiera sabíamos que existían. ¿Por qué estaríamos seguros de que una herramienta tecnológica no puede alcanzar o superar esa capacidad de acto reflejo? Los sueños son el mecanismo de creación narrativa más creativo que existe, nunca superado por una obra artística creada en la vigilia. Me resulta verosímil que la inteligencia artificial llegue algún día a emular el mecanismo creativo de los sueños y no que lo pueda hacer la mente humana directamente. 

Mientras tanto, por lo que yo al menos pude comprobar, mis conclusiones son optimistas. Siempre es inútil y desaconsejable oponerse a los avances tecnológicos. Cuando el cine llegó, una parte grande del mundo del teatro y de la literatura se sintieron amenazados y reaccionaron. “¿Cómo puede ser que una máquina cuente historias de la misma manera en la  que lo hace un escritor o un grupo de actores en un escenario?” No creo que tenga sentido hoy rechazar una herramienta nueva y no aceptar que tal vez pueda aportarnos nuevas formas de narración. 

En términos éticos, no hay mucho para preocuparse. Es cierto que podemos suponer que el ChatGPT haga que mucha gente que se gana la vida con la redacción de textos pierda su trabajo. ¿Es justo lamentarnos por esa eventual pérdida si surge algo que hace ese trabajo con la misma o mejor eficacia, pero en menos tiempo y mucho menor costo? La sensación que tengo es que la inteligencia artificial ya estaría en condiciones de reemplazar a aquellos guionistas (o periodistas o ilustradores o creativos publicitarios) poco originales y sin mucha creatividad propia. Básicamente, porque la herramienta que los reemplazaría es también poco original y no tienen mucha creatividad propia, aunque tiene a su favor la velocidad, el costo casi nulo, la claridad y la eficacia. Es cierto que los contenidos creados por el ChatGPT tienden a la estandarización estética, a la repetición con variantes de otras historias ya probadas, a una idea de funcionalidad acrítica, de asimilación fácil, de poco riesgo artístico. ¿Pero no es acaso este tipo de contenidos el que exige hoy el 90% de la industria audiovisual y, habrá que aceptarlo, también gran parte de los consumidores?

Por el momento, los guionistas curiosos, con un mundo propio y una sensibilidad genuina, deberían quedarse no sólo tranquilos sino también muy contentos. El ChatGPT los puede ayudar muchísimo. Es una gran herramienta para corregir y editar textos, disparar ideas a partir de una consigna general, mejorar la redacción de párrafos confusos, encontrar soluciones a planteos argumentales complejos, resolver diálogos en una forma alternativa a la convencional, elegir títulos para la obra, y seguramente muchas otras cosas más.

Antes de terminar, debo hacer una confesión. Antes de empezar esta nota, le pedí al ChatGPT que me escriba “una nota periodística sobre el uso el ChatGPT en la escritura de guiones para cine.” No les voy a decir si usé algo de su respuesta para escribir este artículo. 

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