A Sala Llena

0
0
Subtotal: $0,00
No products in the cart.

CRÍTICAS - CINE

Los amantes pasajeros, según Emiliano Fernández

El cabaret de Pedro.

Resultan más que curiosas las diversas reacciones que han generado las obras de Pedro Almodóvar a lo largo de los años, un trayecto singular en el que cada etapa conserva sus marcas distintivas y a la vez comparte puntos en común con el período anterior y el que le sigue en términos temporales. Si durante sus inicios se lo tildaba de chabacano y anárquico, con la llegada de los melodramas cínicos de mediados de su carrera amplió su base de fans aunque comenzó a arrastrar acusaciones de inmadurez y desquicio estructural. Recién a partir del enorme éxito internacional de Todo Sobre mi Madre (2009) se ganó el “respeto” de los sectores más hipócritas y palurdos de la crítica trasnochada y el público en general.

Como era de esperar, ya asentado en su propia leyenda y rodeado de premios de toda índole, el manchego una vez más esquiva elegantemente el conformismo que se le exige en tanto realizador consolidado y hoy vuelve a patear el tablero con una virulencia sin igual. No cabe la menor duda de que el mayor mérito de Los Amantes Pasajeros (2013) reside en su potencia discursiva y no tanto en la propuesta en sí. De la misma forma que este gesto insolente, cargado de una fortísima propensión retro, pone en evidencia la intención de cortar con el pasado reciente, también acomete contra el status quo de la sociedad española en función de una levedad que retoma rasgos centrales de aquella efervescencia juvenil.

Aclarado lo anterior, no deja de sorprender a nivel conceptual la decisión de edificar una relectura, en “clave Almodóvar”, de tanto las películas de desastres de la década del 70, símil Aeropuerto (Airport, 1970), como de sus parodias directas, en la línea de la mítica ¿Y Dónde Está el Piloto? (Airplane!, 1980). Al tiempo que reaparece la mordacidad sexual/ punk/ política de las primigenias Pepi, Luci, Bom y Otras Chicas del Montón (1980), Laberinto de Pasiones (1982) y Entre Tinieblas (1983), elementos de siempre como el egoísmo, las diferencias sociales, la locura, el semen, las drogas, la nostalgia, el infortunio y la reconciliación regresan intercalados en una trama disgregada y de carácter episódico.

Utilizando como disparador un problema en el tren de aterrizaje de un vuelo de la compañía Península con destino a México DF, la tragedia aérea funciona como excusa para ironizar sobre las múltiples vertientes de la alta burguesía. Mientras que la mayoría de los pasajeros duerme plácidamente, ingesta compulsiva de somníferos mediante, la primera clase cuenta con el privilegio de recibir el dato de la inminente calamidad. La fauna que puebla la nave es de lo más heterogénea y así tenemos al padre de familia bisexual, el empresario corrupto en plan de fuga, la vidente virgen, la madame de un prostíbulo que gusta de filmar a sus clientes, un sicario misterioso y un trío homosexual de “azafatos” adictos a los narcóticos.

En Los Amantes Pasajeros el director ejercita a conciencia una variante casi olvidada de su estilo prototípico con vistas a dejar pasmados a los obsecuentes de cotillón y demás turistas cinematográficos. Haciendo un giro de 180 grados con respecto al díptico poder/ obsesión que caracterizó a La Mala Educación (2004), Los Abrazos Rotos (2009) y La Piel que Habito (2011), aquí el tono ligero se une a la comedia ácida y el combo resultante le permite jugar a gusto con la progresión narrativa e incluir una escena musical con coreografía, una orgia muy hilarante, diálogos veloces entrecruzados y un final más optimista que de costumbre, como dejando entrever que en el cabaret de Pedro todo es posible y sólo manda el autor…

calificacion_3

Por Emiliano Fernández

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

También te puede interesar...

Recibe las últimas novedades

Suscríbete a nuestro Newsletter