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CRÍTICAS - CINE

Los amantes pasajeros, según Rodolfo Weisskirch

Volver a destaparse.

“Yo quiero ser una chica Almodovar, como Pepi como Lucy como Bom.” Joaquín Sabina.

 

Y Pedro estaba excitado. Posiblemente cansado de que esperaran de él la próxima candidata a la Palma de Oro o al Oscar de Idioma Extranjero, Almodóvar necesitaba hacer una película para él. Ya andaba con ganas cuando filmó Los Abrazos Rotos y se dio el gusto de reproducir una pseudo escena de Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios. Pero ahora quería volver para atrás. Regresar a los tiempos de El Destape del cine español, donde sus primeras obras se pueden encontrar como las pioneras de un movimiento que revolucionó la cinematografía de su país, que por culpa del franquismo y la influencia de la institución eclesiástica, se había quedado en el tiempo, estancado y era víctima de la censura y la discriminación. Con Pepi, Lucy, Bom y Otras Chicas del Montón, el Machengo entró con todo, y aunque nunca moderó sus fantasías, sus deseos, sus necesidades expresivas, supo encontrar un equilibrio entre la perversión y el cine de género, abordando dramas sociales, familiares, existenciales, con thrillers que bordean lo grostesco.

Por eso, y aunque esté lejos de ser uno de sus mejores films, Los Amantes Pasajeros resulta una propuesta tan disfrutable. La ausencia total de pretensiones, una torpeza casi amateur para filmar y dirigir actores, un tono desprejuicioso y liviano son los que caracterizan esta obra, que paulatinamente se va tornando menos seria, menos metafórica y más abiertamente gay. La crisis económica, el abandono de las líneas aéreas, los tabúes que aun quedan en la sociedad sobrevuelan en esta comedia absurda sobre un avión que debe dar vueltas hasta encontrar una pista de aterrizaje que le permita descender con una rueda menos.

Planteado en primer lugar como una sitcom – donde intervienen Antonio Banderas y Penélope Cruz completamente sobreactuados – más tarde como un culebrón y finalmente como una comedia musical de teatro, Los Amantes… muestra un abanico de personajes absurdos. Ninguno se salva. Cada cual es peor que el otro. Pero el director no los juzga, al contrario, los enaltece a todos, les festeja cada exceso, cada vicio, convirtiendo el vuelo, en una fiesta ochentosa, donde obviamente no pueden faltar ni siquiera las Pointer Sisters. Interpretaciones que vacilan entre lo absurdo y lo ridículo – especialmente Cecilia Roth y Lola Dueñas – o un tono más dramático verosímil – todo lo que respecta a Guillermo Toledo pareciera pertenecer a otra película – consiguen darle una mirada folletinera.

Pero sin dudas, es el trío de comandantes a bordo que conforman Cámara, Areces y Arévalo lo que permite al director a transportarse a escena con faldas y a lo loco. Es la fiesta del alcohol, la cocaína y el sexo libre, una verdadera distensión, un regreso a las crónicas de Patty Diphusa, un deseo de ser el joven desfachatado, obsesionado con el pop art y el escándalo, admirador de telenovelas, films noir y melodramas de Douglas Sirk, con las comedias picarescas y sexuales que tenía prohibida su exhibición en España y que seguramente, Pedro veía en forma clandestina.

Por supuesto, a nadie puede escandalizar Los Amantes Pasajeros, pero dejémoslo ser a Almodóvar, dejemos que se divierta y autohomenajeé a través del personaje de Norma, que en la piel de Cecilia Roth, actriz clave de El Destape, mira con nostalgia una década dorada, subvalorada, que a pesar de las desprolijidades y torpezas provocadas por sus múltiples ambiciones nos ha regalado innumerables de figuras, íconos, perversión y disparates. Así fueron los 80s. Acaso una década pasajera, el último vuelo hacia la rebelión sistemática, las últimas banderas del hippismo. Y Almodóvar se anota un punto a favor con este film que carga con lo mejor y peor de su filmografía, con sus excesos, pero también con ideas brillantes, escatológicas, disparatadas y una aguda intuición para distribuir roles, elegir y dirigir actores como nadie. Si Pedro está excitado, nadie está a salvo, y todos nos divertimos.

calificacion_4

Por Rodolfo Weisskirch

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