(Estados Unidos, 2012)
Dirección: John Hillcoat. Guión: Nick Cave. Elenco: Tom Hardy, Shia Labeouf, Jason Clarke, Guy Pearce, Gary Oldman, Jesica Chastain, Mia Wasikowska, Dane DeHaan. Producción: Douglas Wick, Lucy Fisher, Megan Ellison y Michael Benaroya. Distribuidora: Energía Entusiasta. Duración: 116 minutos.
Los invencibles.
Luego de su sensible filme La Carretera (basado en la novela homónima de Cormac McCarthy), John Hillcoat, nuevamente de la mano de un guión del músico y escritor Nick Cave, vuelve a ofrecer un vibrante filme sobre la historia real de la familia Bondurant, tres hermanos que se dedicaron a la producción y provisión de bebidas alcohólicas durante la época de la Ley Seca en el estado de Virginia.
Si bien nos encontramos ante un filme de género –para ser más preciso, de gángsters, salpicado con tintes de western- que no innova en absoluto y no supera (aunque quizás ni compita) con filmes similares situados en situaciones comparables, la historia de estos tres duros hermanos capaces de ir hasta el extremo para hacerse respetar y que llegaron a construirse para sí una imagen de invencibles ante su pueblo es digna de ser contada. Cave basa su guión en la novela “El condado más húmedo del mundo” escrita por un Matt Bondurant, nieto de uno de los personajes protagonistas del filme, y junto con la sapiencia de Hillcoat para filmar, el relato fluye con naturalidad y sus casi dos horas de metraje pasan sin que se noten.
Y seguramente uno de los responsables de que este filme sea atractivo es Tom Hardy, nuevamente con una notable actuación, que interpreta a Forrest Bondurant, el hermano más cerebral, el líder de la manada, el responsable del negocio y el matón indestructible. Hardy, con sus mohines, sus gruñidos a modo de respuesta, sus emociones contenidas, sus quietudes a punto de estallar, construye un personaje memorable, que probablemente trascienda al filme en sí y lo catapulte como intérprete a uno de esos que siempre son considerados para los Oscar. El Forrest Bondurant de Hardy es celebratorio porque no solo se disfruta aislado de la historia, sino porque su personaje y su profundidad nos sirven para entender el mensaje de leyenda que los hermanos se construyeron, nos ejemplifica cómo para ejercer el poder no hacen falta los gritos y las grandilocuencias (que vemos constantemente en su enemigo, el Charlie Rakes de Guy Pearce) o las patoterías y la violencia (aunque a veces también se sirva de ellas). Rakes y Forrest no solo son enemigos, están construidos como opuestos: Rakes es pulcro, amanerado, fino, obsesivo con la limpieza y el orden, Forrest es sucio, fuerte y bruto. Rakes es gritón, soberbio, ampuloso; Forrest calla, habla en voz baja (cuando decide hablar en vez de gruñir) y es capaz de escuchar sentado e imperturbable como la policía lo amenaza. Ese juego de opuestos potencia la imagen del héroe por sobre la de su contrapunto, que quizás aparece demasiado caricaturizado (es un villano malo, pura maldad, totalmente transparente, una maldad que no admite tonalidades ni variantes).
El elenco se completa con nombres rutilantes y buenos trabajos por parte de Shia Labeouf (nuevamente como un joven inocente que tiene que luchar contra sus miedos para ponerse a la par de los héroes), Gary Oldman (vuelve a explotar su lado más atractivo con un gángster temible), Jason Clarke (cumple, aunque quizás su personaje sea el menos profundizado de los tres hermanos), Jessica Chastain (que seduce y conmueve en los momentos precisos) y Mia Wasikowska (la chica que hizo de Alicia en la versión de Tim Burton, aquí ofrece una simpática caracterización de la joven hija del pastor y elemento amoroso de Labeouf).
Con algunas escenas bien logradas, algunos puntos de quiebre del guión un poco usuales, unos pocos clisés (más que nada en la caracterización de los personajes, los tres hermanos muy tìpicos –el líder, el bruto y el joven inocente y romántico- y el ya mencionado villano), la historia de Los Ilegales es entretenida y tiene su punto más destacado en un Tom Hardy que no para de descollar en donde aparezca (sus trabajos en Warrior y El Caballero de la Noche Asciende lo demuestran). Quizás la historia se vaya desarrollando de modos algo rebuscados, con alguna que otra situación inesperada, no tan fácil de creer, pero al menos se trata de un guión que busca ser coherente consigo mismo y consigue por ese mismo espíritu, concluir positivamente.
Por Juan Ferré
La ferocidad y el calor blanco.
Por lo general las películas de gángsters se caracterizan por una sentencia moral bastante marcada vinculada a aquello de que “el crimen no paga”. El cliché afirma que la incesante catarata de ametralladoras, homicidios, mutilaciones, sangre derramada y demás yerbas eventualmente resultará contraproducente para los forajidos de turno, la vida de los cuales suele finiquitar bajo las mismas y no muy agradables condiciones de siempre. A decir verdad ésta es la moraleja estándar que lleva impresa en su ADN la mayoría de los films en cuestión, aun los más nihilistas y demacrados que en términos prácticos constituyen una explotación/ exaltación de la violencia y todo ese “estilo de vida” que ella acarrea a diario.
De hecho, obras como Los Ilegales (Lawless, 2012) son una anomalía no sólo consideradas a nivel sincrónico sino también diacrónico. Si bien escapa a “lo común” dentro del orden temporal y en lo que hace a la estructura paradigmática del subgénero principalmente porque apuesta de manera decisiva a un cierto carácter “inmortal” de los protagonistas, vale aclarar que por otro lado el convite respeta casi a rajatabla los detalles centrales del film noir posmoderno y hasta sorprende al tomar prestada la premisa básica de El Padrino (The Godfather, 1972). Así nos encontramos con un “negocio familiar” instalado en el Condado de Franklin, en Virginia, que se ve amenazado por la aparición de un outsider incontrolable.
Ambientada en la era de la prohibición, la historia está basada en sucesos verídicos y relata las tribulaciones del clan Bondurant, compuesto por los hermanos Forrest (Tom Hardy), Howard (Jason Clarke) y Jack (Shia LaBeouf), frente al dilema que plantea la presencia del Agente Especial Charlie Rakes (Guy Pearce). Proveniente de Chicago y con el encargo de “limpiar” la zona de contrabandistas, en realidad el susodicho arriba con la férrea intención de llevarse un porcentaje del tráfico de whisky, hoy responsable del “calor blanco” según el cover de la Velvet Underground que suena de fondo. Por supuesto que los únicos que se niegan a que les roben son los Bondurant, una banda con fama local de ser indestructibles.
Mientras que la escalada de furia y venganzas superpuestas por el monopolio de esta suerte de “nicho de producción masiva” no tarda en llegar, la trama intercala la sombra del todopoderoso Floyd Banner (Gary Oldman), una leyenda viviente dentro del gremio, e intereses románticos circunstanciales para Forrest y Jack. El realizador John Hillcoat parece cerrar una ambiciosa trilogía que abarca distintos géneros pero que tiene su corazón en sintonía con la sensibilidad del western. Desde su despegue mainstream con Propuesta de Muerte (The Proposition, 2005) y La Carretera (The Road, 2009), el australiano viene perfeccionando un minimalismo formal al que gusta empardar con la desolación discursiva.
Curiosamente este es su opus más optimista por lo señalado en un principio; aquí la brutalidad gore, los códigos aislacionistas y el “honor” de estos antihéroes quedan un tanto maltrechos aunque no son castigados con una muerte trágica y pomposa. El guión del inefable Nick Cave, a partir de unas memorias escritas por el nieto de Jack, recupera con inteligencia el tono aséptico de su anterior colaboración con Hillcoat, Propuesta de Muerte, quien a su vez reincide en elipsis sutiles y una narración aletargada con raptos de crueldad. Mención aparte merecen Hardy y Pearce, cuyos trabajos elevan la calidad de una película atrapante con un gran desarrollo de personajes y una ferocidad muy bien direccionada…
Por Emiliano Fernández