Libro: Rafael Spregelburd. Dirección: Matías Gómez. Asistencia de dirección: Andrés Vázquez. Producción: Melanie Teveles. Escenografía: Mariela Barros. Música original: Mariano Engel.Músico: Mariano Engel. Fotografía: Gabriela Caruso. Diseño gráfico: Pablo Pons. Actúan: Gabriela Colombo, Ricardo Torre, Natacha Fornos y Luciano Fonte. Prensa: Paula Rey.
Los sueños, sueños son
Esta obra forma parte del colectivo de brillantes historias sobre familias disfuncionales que desde hace ya un largo tiempo constituyen una de las caras esenciales del teatro under. A través de las distintas puestas y los años el texto del talentoso Rafael Spregelburd ha sabido conservar una vigencia inexpugnable, con la crisis siempre latente y presente en el universo de la familia de clase media venida a menos. En esta oportunidad, es solo la dramaturgia lo que salva a este Lúcido de Matías Gómez. Sus casi dos horas de duración configuran una obra pesada en el balance, que se manifiesta en el constante revolver del público en sus asientos pasada la hora y cuarto de función. Pese a la puesta en escena de recursos atractivos tales como luces estroboscópicas –que dan a entender que el protagonista está en la etapa del sueño- o la música del violín de Mariano Engel –que acompaña las discusiones, idas y venidas de esta familia tan particular- el devenir narrativo se torna sin dudas largo.
Hay en Lúcido una intención de mostrar que –a pesar de todo- ciertas cosas son imposibles de ocultar. Algo así como un eterno retorno, en donde un favor se devuelve con otro idéntico y en donde quien abandona un lugar no hace más que huir inútilmente de él, dado que ese rol le está asignado de por vida. Alrededor de la fábula de Teté y del sueño lúcido de Lucas se va tejiendo una trama signada por los desencuentros, que no hará más que asfixiar ese poco aire que le queda a una familia desmembrada por una tragedia. En esta oportunidad, las interpretaciones poseen el doble papel de la calidad y la resistencia en el tiempo. Así, discusiones insostenibles se sostienen durante gran parte de la obra, llegando a abrumar algunas veces con un carácter de extraña violencia que queda adherida a la sensible piel del espectador.
En suma, este Lúcido no luce. Las actuaciones, la puesta, los recursos escénicos, todo está bien dispuesto para que el público disfrute de una buena función. Incluso los primeros minutos arrancan sonrisas y alguna que otra carcajada, con ese humor particular de tormenta en ciernes que tiene este tipo de pieza. Pero la cruel realidad la marca una duración excesiva, que le imprime a esta versión una característica que le juega en contra en los comentarios de la salida.
Teatro: Taller del ángel – Mario Bravo 1239
Funciones: Viernes 23 hs
Entrada:$120
Por Pilar González