A Sala Llena

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CRÍTICAS - CINE

Mamma Roma

Un año después de Accattone, su extraordinaria opera prima, Pier Paolo Pasolini retornó a las calles del suburbio romano, a la supervivencia cotidiana de sus antihéroes del subproletariado. Si las villas miserias habían sido el paisaje del accatto y de sus amigos o ex amigos, en Mamma Roma la voz y el punto de vista, al mismo tiempo el sujeto actuante dentro de la historia, le pertenece a una prostituta ya no joven que intentará proteger de los males de aquel mundo a su hijo Héctor, heredero transparente del opus inicial del autor.

Mamma Roma dialoga permanentemente con Accattone, entre otras cuestiones, por el recurso lingüístico de ese lenguaje del suburbio, por momentos, intraducible al castellano. Pasolini elige una puesta en escena de máxima austeridad oponiéndose a las declinaciones narrativas del neorrealismo de posguerra y a la crisis de un verosímil que, ya en los 60, ingresaba en un terreno meramente conformista. Mamma Roma, a flor de piel en la actuación de Anna Magnani, es un personaje contrario y complementario al que la misma actriz le había entregado su cuerpo en la inicial Roma, ciudad abierta (1945) de Rossellini.

Ya la guerra terminó y el contexto sesentista es el del milagro económico, resultado del Plan Marshall. Milagro que hizo resucitar a un país de los escombros omitiendo a los suburbios,  a los ragazzi di vita, al día a día de los accattos del realizador. “Mamma Ro” pertenece a ese nuevo mundo lejos de la clase media consumista surgida luego de la guerra. A años luz de la fiesta felliniana de La dolce vita. Y eso que entre un mundo y otro existían solo un par de kilómetros de distancia.

Pasolini retrata ese universo en tensión, abandonado a la suerte y al minuto a minuto y a las liras que la protagonista pueda reunir para cuidar su hijo adolescente (Ettore Garofalo, uno de los “rostros” pasolinianos). Tener un empleo no es esencial y ético, como sí ocurría en el neorrealismo (Ladrón de bicicletas, por ejemplo). La nueva geografía del suburbio atenta contra la inocencia de los jóvenes subproletarios y hacia el niño-hijo Héctor y  la madre creyente que encarna Mamma Ro.

Los males de ese mundo están en la calle y hacia allí va Pasolini protegiendo a sus desamparadas criaturas, inculcándoles música sacra y observando a esos cuerpos, como el de Héctor, finalmente convertido en el Cristo muerto  de Andrea Mantegna.

El hijo de Mamma Ro, como el Accattone y luego el voraz consumidor de ricota en el episodio de Rogopag y el Cristo famélico de El evangelio según San Mateo serán los primeros cuerpos sacrificados en la obra del director. Cadáveres de ficción mistificados por el lente del realizador – poeta.

A principios de noviembre de 1975 un cuerpo detestado por buena parte de su sociedad sería masacrado y devorado por la mirada del espectador cuervo.

(Italia, 1962)

Dirección: Pier Paolo Pasolini. Guion: PPP y Sergio Citti. Elenco: Anna Magnani, Ettore Garofalo, Franco Citti, Silvana Corsini. Duración: 106 minutos.

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