A Sala Llena

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CRÍTICAS

Más liviano que el aire

 

Más liviano que el aire

Dirección: Gabriela Izcovich. Autoría: Federico Jeanmarie. Adaptación: Gabriela Izcovich. Producción general: Grus Producciones. Escenografía: Alicia Leloutre. Vestuario: Lorena Díaz. Iluminación: Eli Sirlin. Música original: Lucas Fridman. Elenco: Betiana Blum, Juan Barberini. Prensa: Tommy Pashkus

Yo se de paciencia, pero también se de desesperación

La palabra rompe con la soledad. La quiebra, la descuartiza. Es el individuo frente a los sonidos que se deslizan por la lengua y colman el aire de sentido. Las palabras dichas al viento resuenan en el silencio que se fractura. Y si hay un oído, aunque sea detrás de una puerta, entonces la opacidad de la soledad se diluye. Más liviano que el aire es una invitación real y concreta a escucharnos, revelarnos alertas y deseosos de ser, no sólo en nosotros, sino legitimados en aquel que nos refleja.

Más liviano que el aire, basada en la novela homónima de Federico Jeanmarie, es claramente la verborrágica y dulce necesidad de comunicarnos. En una situación particular, que lenta, efímera y paradójicamente se descubrirá ideal, una mujer de 93 años habla con un joven de 15. En ese diálogo conviven no sólo dos realidades divergentes – socioeconómica y principalmente generacional-, sino el deseo de ella por darse a conocer  y la marcada resistencia del adolescente, aquel que no se llega a ver, pero se descubre por su voz -un tanto estereotipada-. En el tironeo entre la realidad y el deseo nace un nicho de comunicación interesante que define y delinea claramente a esa mujer que convive sólo con sus recuerdos.

La melancolía y la imaginación como motor de supervivencia, parecen ser los hilos que entretejen este espacio de creación entre dos polos opuestos, entre dos seres que azarosamente se encuentran y “comparten” por unas cuantas horas el mismo techo, construyendo una relación frágil, pero a la vez profunda, capaz de sobrevolar los sentimientos y los miedos más humanos: el dolor, el desamor y el desamparo.

Hay una clara y manifiesta búsqueda desde la escenografía: un ambiente amplio y acogedor encierra el mundo interior de una mujer mayor. Del otro lado de la puerta, – bisagra entre el exterior y el interior-, el resto del mundo. La actuación de Betiana Blum acompaña orgánicamente el personaje, que de vez en cuando bordea peligrosamente con el desamparo escénico, ya que la fuerza de la voz en off se mantiene en un plano más bajo de la potencia visual de Blum.

Si bien la novela de Jeanmarie juega con el monólogo –sólo se adivina la voz del joven por las respuestas de la mujer-, el diálogo/ monólogo que plantea la versión de Izcovich corre con la inevitable desventaja de modificar sustancialmente uno de los planos de significación del discurso. En el texto de Jeanmarie, uno puede creer que la mujer sueña, fantasea, bordea el límite de la locura hablándole al silencio de la soledad. En la obra, el recurso de darle voz al joven,  profundiza un costado del sentido y flaquea otro, quitándole intensidad a los momentos de mayor clima.

En Más liviano que el aire, lo inefable logra un conducto de expresión a través de una mujer que se anima a soñar. Aunque sea por un instante, la imaginación crea un mundo, la compañía es real y todo cobra sentido en un tenso límite entre la realidad y la ficción. Ahí, en el preciso lugar de la ensoñación, se desbarata el discurso preconcebido y se abre paso al verdadero diálogo, no sólo con el visitante transitorio, sino también -y principalmente- con ella misma.

Teatro: Regina – Tsu – Av. Santa Fe 1235

Funciones: Viernes y Sábado, 21 hs – Domingos, 19 hs

Entradas:  Desde $70

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