A Sala Llena

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Matt Damon es Tom Hanks

Matt Damon es Tom Hanks

Anoche fuimos con el Chuchi a ver The Martian. Yo tenía ganas de ver la de Woody, pero el bebé de la casa (mi media naranja) estaba encajetado con la cinta de Ridley Scott. Como le doy todos los gustos (así de buena esposa y geisha soy) sacamos entradas para esa y nos fuimos a masticar algo antes de la función. Debo decir que no tenía ningún tipo de expectativa acerca de lo que iba a ver, así que me relajé en la butaca con actitud “a ver qué onda esta peli”. El Chuchi anda con una tos de los mil diablos, así que antes de que empezara se zampó un caramelo de propóleo, no sin antes alarmar a todo el cine tosiendo como un descocido. En un momento contemplamos la posibilidad de irnos, pero por suerte, el sonido surround enmascaró las tosidas engranadas del Bebi y pudimos disfrutar de la velada, medio abochornados, medio cagados de risa.

 Arranquemos haciendo una declaración que encierra una verdad irrefutable: Matt Damon y Tom Hanks, mi amor platónico forever, son la misma persona. ¿Se acuerdan que alguna vez en este espacio (o tal vez lo twitteé, no recuerdo) formulamos la teoría igualmente irrefutable de que Brad Pitt y Robert Redford son la misma persona? Bueno, Matt y Tom también. Ambos tienen esa cualidad de “buen muchacho” que hace que apenas aparezcan en pantalla, uno quiera que les vaya bien. Es verdad que ambos pueden pelar talento groso y componer flores de villanos, trastornados, bobalicones y la mar en coche, pero parece que la industria los prefiere en el rol de “buen muchacho”. Es por eso que Ridley Scott eligió a Damon para que fuera su protagonista y dejó en la comparsa a un elenco del carajo que no consigue en ningún momento, brillar por sobre el rubión gauchito de ojos azules.

 Hoy a la mañana, mientras tomábamos el café en la cama con el Bebi, discutíamos un poco toda la cuestión. Es que, verán, no sé si era el cansancio por haberme levantado temprano o qué, pero llegó un momento en el que en verdad quería que terminara la película de una buena vez. No me malentiendan, me entretuvo, pero debe haber unos veinte o veinticinco minutos, que bien podrían ser achurados del film, sin que sufriera daño alguno. Por primera vez desde que tenía trece años, casi me duermo en una función de cine. Mi esposo que estaba más despabilado, sintió lo mismo pero no con el mismo rigor. Le achacó esa especie de premura porque terminara, al hecho de que el protagonista no sufriera ningún quiebre importante en su personalidad a partir de ser dado por muerto y dejado accidentalmente, completamente solo, en Marte y con bajas probabilidades de supervivencia.

 Y ahí es donde entra el bueno de Matt a obrar su magia, para bien o para mal. Eso lo decidirán ustedes una vez que la vean. Porque que hay que verla, hay que verla.

 Si bien la película es una oda al humor y al motor de salvación en que éste es capaz de convertirse, uno no puede evitar pensar que, tal vez, se queda corta en ciertas cuestiones que dejan todo el asunto en un matiz superficial, poco facetado y no del todo encarnado. Así, por momentos, vemos una especie de caricatura de la naturaleza humana, que atenta directamente contra la durabilidad del relato y su capacidad de permanecer en la mente y en el espíritu del espectador. Y decir eso de una película que rebasa las dos horas de duración, es algo poco halagador como mínimo. Pero, aun así, es una cinta que tiene virtud. Y es eso lo que quiero desentrañar mientras les escribo, para poder llegar a una conclusión real o, por lo menos, para usar un rato la bocha antes de prender la televisión.

 La película navega en un tono de comedia claro y radiante. Pero la pregunta que subyace ante la sensación de liviandad que deja en el espectador no puede evadirse: ¿es suficiente? Creo que la respuesta es no. De alguna manera no puede abandonarse la idea de que, aun respetando la premisa del humor como palo mayor, pudo haberse hecho algo mucho más denso, profundo y rico, sin necesariamente caer en el dramatismo desbordado, o el golpe bajo. En la cinta nadie duda ni por un momento, nadie pierde la esperanza, nadie muestra un ápice de oscuridad, de mezquindad concreta, de miedo verdadero. Salvo el personaje de Jeff Daniels, que está magnífico, nadie más se cuestiona jamás un carajo. ¿De verdad somos tan buenos? ¿De verdad nos es tan fácil tomar decisiones que afectan nuestro destino, el de nuestros amigos y familias solo por seguir el camino correcto, altruista y desinteresado? ¿En serio podemos hacerlo sin un segundo de duda, de terror, de culpa, de egoísmo? Supongo que hay gente así, mucha, yo no soy una de ellos. Pero en esta película lo son todos. Todos. Hasta los chinos están a un paso de la canonización. Y eso deja un sabor a poco que cuesta digerir, más allá de la bondad general de la obra, la gran performance de Damon y la emocionalidad a flor de piel que por momentos tiene el film.

 Si decimos que Matt Damon es Tom Hanks, la contraparte de The Martian es Náufrago. Pero la película de Zemekis, sí tenía oscuridad, misterio, depresión, locura, temor, esperanza, entrega… Ustedes me dirán que aquella era un drama y esta una comedia, y tendrán razón. Es verdad que en The Martian el punto de partida, la anécdota en sí misma, además del tono, es el humor. El humor como sujeto digno de ser narrado, como emoción movilizadora, como fuerza creadora y de pelea. Eso no es poco, pero por alguna razón no me resultó suficiente. Si bien adoré a Damon, que es lo más bello y emocional de la cosa, la película me resultó escuetamente voladora, demasiado segura, sin riesgos chicos ni grandes. Si uno se pone jodido, casi, casi, que le parece de fórmula. Pero no es para tanto, porque tiene dignidad y camino.

 La crítica en general la está amando, pero se ataja diciendo que no es una obra maestra. Y eso está muy claro. Creo que tiene que ver, sobre todo, con que el director está cada vez más vago, menos laburante. En esta cinta Ridley le carga todas las responsabilidades al protagonista, que sale airoso con creces y luces de colores, y deja las riendas de dirección en el suelo. Hasta tiene miedo de pedirle entrega física a Damon, con tal de cuidar a su gallina de los huevos de oro. No le demanda nada físicamente, lo dobla cuando el personaje ha bajado significativamente de peso, y le confía la transformación anatómica a la óptica y al maquillaje. Hete aquí otra diferencia grande con Náufrago, en la que la composición corporal de Hanks llegaba hasta la sombra del metabolismo. ¿Dónde está ese riesgo en The Martian? En ningún lado. Y eso pasa factura. Uno no puede más que irse del cine con gusto a que lo dejaron sin postre. Con una buena comida, sí, tal vez unas milanesas con puré y papas fritas (que le gustan casi a todo el mundo) pero sin nada dulce que le complete la experiencia.

 Tal vez esta performance de Damon le valga una nominación. El tipo tiene verdad en lo que hace y se luce. Y como su doble Hanks, es capaz de darle clase, brillo y hondura a un relato. Mientras les escribo, de hecho, me queda claro que lo que disfruté de la cinta es a su personaje líder. Aun así, el misterio acerca de lo que la completa, me sigue eludiendo.

 Vayan a verla y me dicen…

 

Laura Dariomerlo / @lauradariomerlo

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