0
0
Subtotal: $0,00
No products in the cart.

VILLEGAS - Libreta de apuntes

Libreta de apuntes (20) | De silencios y ausencias en el cine argentino

Hace pocas semanas Gustavo Noriega publicaba en su espacio Maxikiosco esta nota acerca de No digas nada, miniserie que narra las acciones terroristas del IRA en la década del 70 en Irlanda. Además de recomendar la serie, proponía una muy interesante reflexión acerca de la casi total ausencia de producciones audiovisuales argentinas que ofrezcan una mirada crítica sobre la violencia revolucionaria en los 70 en nuestro país.

Es interesante hacer el ejercicio de imaginar una película o una serie argentina en la que se muestre la violencia de las acciones de la guerrilla. Es fácil adivinar lo que sucedería, independientemente de la calidad que tuviera la obra. La condena automática por estar adhiriendo a la teoría de los dos demonios buscaría anular cualquier discusión ulterior y clausuraría un análisis desde lo cinematográfico. 

Esto no sucede, sin embargo, cuando las acciones violentas que se describen son las de militantes del IRA, como en esta serie. Tampoco se ha juzgado en ese sentido a Patria (ni al libro ni a la serie), que relata crímenes de ETA, tampoco a las dos producciones de Marco Bellocchio que abordan el asesinato de Aldo Moro por parte de las Brigadas Rojas, Buenos días, noche y Esterno notte. Todas estas obras han recibido críticas de distinto tipo, como es lógico que suceda, pero no me consta haya habido alguien que considerara que mostrar esas violencias signifique negar o equiparar la violencia ilegal cometida sobre individuos desde el estado. 

En las producciones audiovisuales argentinas mostrar las acciones violentas de la guerrilla sigue siendo un tabú, algo de lo que es mejor no hablar, pero más lo es si lo que se quiere mostrar es el punto de vista de las víctimas y el dolor de sus familiares. Cualquier abordaje que vaya en ese sentido está condenado a una crítica ideológica impugnadora, como si las víctimas de esa violencia no tuvieran derecho a ser recordadas, como si no pudiera mostrarse un crimen como lo que es: un crimen. Alguien podría argumentar que me baso en una presunción y no en hechos, en función de que precisamente esas películas o series no existen, por lo que no podemos saber qué recepción tendrían. Me consta que ese tabú, ese prejuicio, existe y es poderoso. He visto la reacción de incomodidad o rechazo, cuando planteo la posibilidad de un documental o una ficción que muestre a las víctimas. Resulta muy llamativa esa ausencia en una cinematografía que ha recurrido bastante a retratar los años 70, en la que la militancia revolucionaria ocupó un lugar importante, pero en la que se ha tenido especial cuidado en no mostrar las consecuencias trágicas de la violencia en los otros. 

Ha habido en las últimas décadas notables ensayos de intelectuales que provienen de la izquierda, en los que la crítica política y ética a la militancia revolucionaria abrió un camino de reflexión y pensamiento que permitió una revisión muy interesante respecto a la responsabilidad de las organizaciones armadas en la tragedia de los 70. ¿Por qué no pasan los 70? y Usos del pasado, de Claudia Hilb, Sobre la violencia revolucionaria, de Hugo Vezzetti, Tiempo pasado, de Beatriz Sarlo, Política y/o violencia, de Pilar Calveiro y gran parte de lo publicado en la revista Lucha Armada entre 2004 y 2005, en especial los textos de uno de sus fundadores, Sergio Bufano. Y como dice Noriega en el texto que ya citamos, en el fundamental No matarás, de Oscar del Barco, que originó un debate larguísimo en la izquierda intelectual en pleno auge del kirchnerismo. Uno de los artículos de Sergio Bufano, El crimen de Novacovsky, relata el secuestro y asesinato de una chica de 25 años, hija de un abogado. Una célula de las FAL secuestró a Liliana Novacovsky con el objetivo de obtener dinero a cambio de su libertad. El padre no les creyó y no pagó. La chica, en un intento de escape, reconoce el lugar de cautiverio y ve la cara de algunos secuestradores. La organización decide matarla. El texto destaca no solo por la crudeza de lo narrado y por la honestidad intelectual de Bufano, que era miembro de las FAL cuando ese hecho ocurrió, sino por su excepcionalidad. No hay otros relatos como este en la extensa bibliografía que revisa la violencia revolucionaria desde posiciones progresistas o de izquierda. Como señala también Noriega, No matarás de Del Barco inició un debate sobre la responsabilidad de la izquierda en la violencia de los 70, pero el detonante haya sido el asesinato de dos militantes en la guerrilla del EGP a fines de los 60 por parte de la dirigencia de esa organización, no los muchos asesinados en acciones militares de la guerrilla, venganzas o ajustes de cuentas con adversarios políticos, como resultado de secuestros extorsivos o por robos a bancos para financiar a las organizaciones.  El principal tabú de la izquierda y el progresismo sigue siendo el de las víctimas. El hecho de que haya sido Victoria Villaruel quién más trabajó para reivindicar la memoria de esos otros muertos no hizo más que amplificar ese silencio. 

En cuanto a esa ausencia en el cine y las series argentinas, habrá habido, seguramente, mucho de autocensura, miedo a quedar ubicado en un lugar incómodo en la apreciación política de los otros, no tanto del público sino por parte de los colegas y el ambiente cultural al que los cineastas pertenecemos. Los pocos ejemplos que hubo sufrieron una impugnación basada en la teoría de los dos demonios o directamente fueron ignoradas por la mayor parte de la crítica. Los documentales de Sandro Rojas Filártiga, La escuelita de Manchalá y Los valientes de Formosa, son cinematográficamente limitados y narrativamente deficientes, pero al menos tienen el mérito de mostrar el punto de vista de las víctimas. Sin embargo, su circulación ha sido muy marginal.  

¿Por qué la mención a las víctimas de los crímenes cometidos por la guerrilla argentina son mirados con sospecha por el progresismo argentino, mientras que una mirada crítica a los crímenes cometidos por ETA, el IRA o las Brigadas Rojas es aceptada como un punto de vista razonable? No creo que tenga que ver con una diferencia de naturaleza o volumen de los crímenes. La cantidad de muertes provocadas por las organizaciones armadas argentinas en la década del 70, según cálculos verosímiles, fue mayor a los muertos por ETA, mucho mayor a las víctimas de las Brigadas Rojas y apenas inferior a los de IRA. Tampoco esta doble vara tiene que ver con que los objetivos y las luchas de IRA y ETA fueron diferente a los de Montoneros y ERP (lo que es cierto), o a que en estos casos se trató de militantes de un país del Tercer Mundo, lo que podría generar una simpatía mayor. Más allá de los diversos contextos políticos en los que actuó cada organización y las justificaciones que se propusieron para optar por la lucha armada, los procedimientos, la lógica de funcionamiento interno y la naturaleza de sus crímenes fueron muy similares en todos los casos. 

Sobrevive bastante desinformación, datos que deberían imponerse más allá del uso ideológico que puede hacerse de ellos. Mucha gente no sabe, en el caso de la Argentina, que varias de las víctimas fueron civiles (incluso hubo niños que murieron como consecuencia de acciones armadas), que se mantuvo secuestradas a personas durante meses (lo que es equiparable a la tortura), que se ejecutó a propios integrantes de las organizaciones por sospechas de delación no probadas, que el culto a la muerte (propia y ajena) terminó tiñendo todas las acciones, que la militarización y el desprecio por la vida hizo desaparecer cualquier atisbo de simpatía por la mayor parte de los ciudadanos comunes, algo que sí existió en cierto grado en los primeros años. 

Sin embargo, hay que decir que la casi total ausencia de producciones que den cuenta de todo esto (y el prejuicio crítico que sostiene esa ausencia) no tiene que ver con la apreciación histórica que se tiene sobre las organizaciones armadas. Más allá de que la desinformación existe, también es cierto que gran parte del progresismo argentino (del cual el sector más activo de la comunidad cinematográfica forma parte) tiene una mirada crítica sobre las organizaciones armadas, sobre todo respecto a sus dirigentes más notorios. No les gustaría que los asocien ideológicamente a la visión política de Montoneros o el ERP; no avalan ni justifican los asesinatos ni los secuestros extorsivos; adhieren seguramente a la idea de que el mesianismo revolucionario de la militancia de los 70 llevó al autoritarismo y el militarismo extremo. ¿Por qué, sin embargo, no tendrían dudas en impugnar una película que busque una reivindicación de la dignidad de las víctimas? ¿Por qué casi no se mostró eso en el cine argentino, si no debería ser tan difícil empatizar con víctimas, sobre todo cuando fueron civiles y no directamente asociados al conflicto? Gerentes de empresas, sindicalistas, suboficiales de la policía, hijos y esposas de militares, choferes, escritores conservadores, políticos, colimbas; son muchas las historias y mucho el dolor provocado. Es como si pensaran “es cierto que hubo crímenes y víctimas, pero no está bueno decirlo ni mostrarlo.” 

Hay algo de hipocresía, mucho de cobardía intelectual, bastante de cinismo. Pero también hay una causa que no es tan visible, que además genera la diferencia fundamental con lo que sucedió con ETA, IRA o las Brigadas Rojas. La dictadura que tomó el poder en marzo del 76 dejó un tendal monstruoso de crímenes y violaciones a los derechos humanos, más allá del límite de lo concebible y lo tolerable. La cantidad enorme de víctimas y la característica perversa que tuvo el plan de exterminio anularon la posibilidad de recordar a las otras víctimas, las de la guerrilla. Esas también fueron muertes que no debían haber sucedido, muertes que tienen sus culpables y sus responsables, que merecerían nuestro recuerdo y homenaje. 

Esta situación de negación o, al menos, de incomodidad del progresismo frente al dolor de las víctimas, se potencia por el hecho de que muchos de los victimarios, los cuales ocasionaron un dolor injustificable y por mucho tiempo silenciado, fueron luego víctimas de un horror y una violencia aún mayor. No ha resultado fácil señalar honestamente la responsabilidad de los crímenes de la guerrilla, precisamente porque muchos de esos responsables fueron a su vez víctimas de torturas inhumanas,  violaciones, fusilamientos, asesinatos cobardes, un horror potenciado por un aparato clandestino que actuaba en las sombras usando las herramientas y la logística del estado. Muchos de los que cometieron crímenes imperdonables fueron a su vez víctimas de crímenes aún más terribles, lo que anuló la posibilidad de recordarlos como victimarios. Sergio Bufano cuenta que cuando arrancó con la revista Lucha Armada, muchos no se bancaron la revisión que se hacía de la militancia revolucionaria. “¿Cómo vas a criticar a los muertos si ellos no pueden responder?” era el reproche con que se encontraba. 

Ya es hora de que el cine argentino asuma la verdad histórica y una apreciación de los hechos más honesta y libre de prejuicios, sin miedo a que nos acusen de suscribir una teoría (la de los dos demonios) que existe más en la mente de los que quieren impugnarla que en los que supuestamente adhieren. Hay que animarse a criticar a los muertos, aun cuando hayan sido luego víctimas de atrocidades. Plantarse ante los hechos con honestidad intelectual no es “hacerle juego a la derecha” sino todo lo contrario; es la única manera de evitar que la reivindicación de las víctimas y la crítica a la guerrilla sean exclusividad de las miradas revanchistas o de los nostálgicos de la dictadura. 

Hay una película notable de 2024, que no se estrenó comercialmente en las salas argentinas ni tuvo paso por las plataformas. The Order, producción norteamericana dirigida por el director australiano Terry Kurzel, narra con mano firme, tono seco y ritmo clásico, las acciones criminales de un grupo de terroristas que adhieren a las teorías del suprematismo ario, liderados por un joven y carismático líder. Se basa en hechos que sucedieron en la realidad, en la década del 80, en el norte de Estados Unidos. Bob Mathews es, en la película, un muchacho de aspecto agradable, con un rostro dulce, la sonrisa fácil y maneras amables. La película no necesita remarcar su mesianismo a través de rasgos exteriores negativos y obvios, sino que elige todo lo contrario, lo que es una decisión muy inteligente. Bob está convencido de sus valores, cree sinceramente que es necesario preservar el estilo de vida rural y tradicional norteamericano. Cree en una tierra habitada solo por blancos puros, rechaza la presencia de mexicanos y nazis, su convicción es sincera y está dispuesto a ir a fondo, no especula ni está dispuesto a negociar. La lucha por lo que quiere para Estados Unidos lo lleva a optar por cualquier camino para lograrlo, convencido de que el fin justifica los medios: el asesinato a mansalva de un periodista judío, el robo de bancos para financiarse, el reclutamiento de jóvenes, la ejecución de un compañero al que consideran sospechoso y la lucha armada como principal camino para lograr el fin que lo desvela. Su imagen y sus formas no están en coincidencia con la bestialidad de su pensamiento sino con lo que él cree que es su lucha, con su convicción de estar haciendo el bien, de estar ayudando a crear un país mejor para su hijo recién nacido. 

La gran diferencia entre Bob Mathews, por un lado, y Gerry Adams (joven dirigente del IRA y uno de los personajes principales de No digas nada), Mario Firmenich o Mario Santucho, por el otro, es que estos últimos pretendieron justificar la violencia a partir de supuestas causas nobles. La liberación de pueblos oprimidos, la lucha contra la pobreza y el hambre, la liberación de un territorio ocupado, el combate contra una tiranía asesina o incluso la necesidad de tomar el poder para imponer la revolución socialista han justificado la lucha armada en los 70 en distintos lugares del mundo. El devenir de los acontecimientos, tanto en los casos en los que la lucha terminó en victoria como en las múltiples derrotas, ha probado que cuando se elige la violencia como principal medio de lucha muy pronto se olvidan las causas originales y el desvío hacia el mesianismo paranoico es inevitable. 

En el caso de Bob Mathews no hay ni siquiera la posibilidad de una simpatía inicial generada por una causa noble. No es posible construir su personaje en la lógica de un desvío desde un ideal liberador y justo hacia la violencia y el autoritarismo. Sus ideas y objetivos, más allá de que pueden coincidir con una parte importante de los ciudadanos norteamericanos, no son políticamente correctos; son impugnables por cualquier persona con mínimos valores morales y éticos. Lo notable de la decisión de Kurzel es, en ese sentido, construir un personaje con cierta aura de pureza, incluso de aparente bondad. Es un monstruo, pero sabemos que no hay peor monstruo que el que no lo parece. Es a través de esa caracterización del personaje (que puede responder a la verdad histórica o no), tanto en la firmeza de sus convicciones como en su apariencia física, que Kurzel parece querer decirnos que cualquier opción política mesiánica es repudiable, que la violencia sistemática no puede traer la paz, que la supresión del otro (sea del color político que sea) es siempre un crimen. Si Bob Mathews fuera un neo-nazi violento y obvio el resultado sería menos interesante narrativamente, pero sobre todo haría que la película no tenga tanta potencia política. 

Cuando la muerte es lo que ocupa un lugar privilegiado en la lucha no importa que la ideología que domina el horror sea supuestamente liberadora, como tampoco importan las buenas intenciones ni los ideales revolucionarios. The Order nos recuerda que Mathews, Adams, Firmenich y Santucho no son tan diferentes, sus acciones respondieron al mismo patrón de mesianismo asesino. 

12 comentarios en “Libreta de apuntes (20) | De silencios y ausencias en el cine argentino”

  1. Jorge Antonio Leiva

    Pero parece que el que necesita esa película es el propio Villegas, que es quien siente la necesidad de preguntarse todas estas cosas. El es cineasta. Porque no hace el mismo esa película que el necesita?

  2. Iba a preguntar lo mismo que el señor Leiva, pero le adelanto que: 1) Como muchos otros que lamentan esa omisión, Villegas seguirá sin hacer la película que reclama. Nadie lo impide, y menos ahora, pero quienes así se lamentan son incapaces de hacer algo que no sea demostrar la parcialidad que denuncian. Ojalá tuviéramos un Fassbinder que hubiera filmado por izquierda “La tercera generación”, pero lo único que se produjero por derecha son documentales directamente procesistas, o películas lamentables como Secuestro y muerte. 2) Villegas nunca responde, pese a su presunta voluntad polémica. Porque suele estar flojo de papeles: Habla de “cálculos verosímiles” y no cita la fuente… Dice “mucha gente no sabe” cuando se ha hecho de estos temas una reiterada campaña (basada generalmente no en “cálculos verosímilies” sino en generalizaciones a partir de casos). Por último, reducir todo (incluso los tan diversos ejemplos que da) a un común “mesianimo asesino”, da una idea de lo corto que puede ser cualquier acercamiento de este tipo a la complejidad histórica (de ahí que sólo pueda dar lugar a notas como esta o películas como las mencionadas). Tan ridículo como reducir el exterminio represivo a esa misma formulación: ni la más idiota película que Hollywood haya hecho sobre el nazismo hizo esa caricatura. La banalidad es el mal

  3. Gracias Nicolás por leer.
    Voy a tratar de responderte.
    1) Voy a hacer, muy pronto, una película que le dé voz a las víctimas. Secuestro y muerte me parece una muy buena película.
    2) ¿Qué cálculos tenés vos? Las fuentes son diversas, incluyendo los comunicados y reportes de las propias organizaciones.
    No sé trata de “generalizar” a través de casos, sino de ejemplificar. Son muchos y vos lo sabés.

    El contexto de los 70 es muy complejo, claro que sí. Pero negar crímenes e invilizar a las víctimas no es una forma de dar cuenta de esa complejidad, sino todo lo contrario; es una forma de escapar al debate sincero, una simplificación que no ayuda a nadie.

    1. 1) “La voz a las víctimas” se les ha dado ya desde la misma dictadura. Lamentáblemente, sólo para justificar el terrorismo de Estado. La “memoria completa” sólo importó desde que hubo juicios (cuando no los hubo se conformaron con la impunidad).
      2) “¿Qué cálculos tenés vos?”: Sos vos el que habló de “cálculos verosímiles”, pero ahora decís que “las fuentes son diversas”… Yo no tengo ni hago cálculos. Los números sólo parecen importarle mucho a los que jamás se los pidieron a los represores.
      3) Lo que hacen es “generalizar” a través de casos, para emparejar el “mesianismo asesino” (esa es la teoría de los dos demonios que repetís y a la vez negás). Y lo hacen al “ejemplificar”siempre con los mismos casos que todos conocemos y lamentamos.
      4) Si el contexto de los 70 es muy complejo, entonces difícilmente ayude (salvo a ya sabemos quienes) este tipo de campañas y discursos. Nadie negó nada, ni se invisibilizaron las víctimas: esa es precisamente una forma de espejar lo que si hizo la dictadura y quienes la siguen reivindicando… No hay ningún “debate sincero” (¿cual sería, por otra parte?): Lo único que se busca es relativizar el terrorismo de Estado, cuando no se atreven directamente a reivindicarlo… Pero a esta altura ya se atreven a todo, gracias a quienes los pusieron en el centro de la escena (aunque luego finjan estupor al oírlos vociferar, sorprendidos de que un nazi haga cosas de nazi).
      5) Hablando de cine y nazismo, no hay una sola película sobre la segunda guerra (y se siguen haciendo a rolete) que hable de la “memoria completa”… Andá a hacerla con el cuento de que no “debaten”. Porque ni a los neonazis se les ocurriría algo así! En cambio acá te van a aplaudir a cuatro manos, porque estamos rodeados de procesistas que perdieron la verguenza (aunque nunca te hagas cargo de con qué bueyes arás).

  4. 6) Por no hablar de la tibieza ahistórica de Secuestro y muerte, vayamos a esas películas deplorables que destacás: el problema de fondo de “La escuelita de Manchalá y Los valientes de Formosa no es que sean “cinematográficamente limitados y narrativamente deficientes” (lo que no impidió que tu amigo Noriega los pusiera entre los mejores documenteles de la historia argentina), sino la abyección de sugerir desde una supuesta reivindicación del “punto de vista de las víctimas” la justificación de la represión ilegal como virtuosa y valerosa “respuesta”. Vos seguramente elegirás mejor tu “ejemplo”… Lo que no vas a poder evitar es tu punto de vista, que la cortedad de todo lo que has escrito al respecto (como esta misma nota) revela.

  5. Juan Villegas

    No me importa si lo que yo digo lo usan a su favor los que defienden la dictadura o justifican o niegan el terrorismo de estado. Por otro lado, lo dudo, ya que está claro que yo no estoy en eso. Es más sencillo: ¿Se cometieron crímenes injustificables desde las organizaciones armadas? ¿Favorecieron a que esos crímenes sucedieran las propias lógicas de las organizaciones y las premisas ideológicas y operativas que las sostuvieron? ¿No merecen las víctimas de esos crímenes que se los recuerde, que tengan un lugar en la historia, sin que eso signifique reivindicar a la dictadura? Respondé estas preguntas. Eso sería un debate.

    Y no me hagas decir lo que yo no digo. No estoy relativizando el terrorismo de estado; no estoy espejando víctimas. No me importa la idea de “memoria completa; yo nunca usé esas palabras, porque es una idea que ya está muy manoseada y, efectivamente, se usa para igualar responsabildiades, minimizar los crímenes de la dictadura, etc.

    Me interesan los números, sí. No son datos menores. Hubo muhcos muertos. ¿Vos creés que esas víctimas son solo daños colaterales de una causa que era justa? Yo no. No se trata solo de “los mismos casos que todos conocemos”, lo que decís como si se tratara de un par de muertos. No fueron errores o malos cálculos, fueron el resultado lógico de aciones violentas.

    Otra cosa. La dictadura le dio voz, especialmente, a los militares muertos, casi nunca a los civiles. Homenajearon a su “tropa caída en combate”.

    1. “No me importa si lo que yo digo lo usan a su favor los que defienden la dictadura o justifican o niegan el terrorismo de estado”. No tiene mucho sentido seguir hablando después de eso: si no te importa, dificilmente entiendas ese o cualquier otro problema…

      Decís “no estoy en eso”, como muchas almas bellas que apoyaron, votaron y sostuvieron a personas que tienen ese discurso… Lo que no es llamativo visto que “no les importa”!

      Efectivamente (nadie lo negó nunca): se cometieron crímenes desde las organizaciones armadas. Es curioso que tengas que usar la palabra “injustificables”, lo que supondría que los hay justificables… Pero tal vez tengas ganas de debatir los atentados contra Hitler también.

      Nadie niega esas muertes, y de hecho “las propias lógicas de las organizaciones” las condujeron a la militarización que aceleró su exterminio en manos de las FFAA… Son ustedes (los que insisten en hablar como si todo esto no hubiera sido ya historizado y escrito) quienes quieren “debatir” lo evidente, e insisten en hablar de un silencio que nunca existió (salvo para seguir sin decir que hicieron con los desaparecidos).

      Las víctimas de la guerrilla siempre tuvieron quien los recuerde, empezando, como es obvio también, por la propia dictadura que las usó para justificar el terrorismo de Estado. Y los que las traen a cuento publicamente son en general los que reivindican la dictadura: basta ver como Famus y otras organizaciones sólo aparecieron cuando estuvo abierta la posibilidad de juicio. Mientras duró la impunidad jamás se manifestaron.

      Todos estos son datos objetivos, que constan en archivos y abundante bibliografía. Informate antes de hablar, no digamos ya escribir o filmar… Lo que decís sobre que la dictadura “casi nunca le dió voz a los civiles” es falso. De hecho hicieron lo mismo con los “familiares de guerrilleros arrepentidos” en las notas para desinformar que hacian Gente y Para tí, y que muchos siguen repitiendo (trayendo el mismo discurso negacionista de ayer a hoy).

      La idea de “daños colaterales” es militar… Pero nunca dieron el número y destino de esas víctimas, que al parecer te inquietan menos aunque en ese caso no hay datos concluyentes. Se sabe que no fueron una par de muertos las víctimas de la lucha armada, pero no fueron producto de un plan sistemático de exterminio, que además por definición solo puede aplicar el Estado, justíficandolo precisamente como “resultado lógico” del “combate” que nunca existió.

      Parece mentira tener que decir todas estas obviedades, pero es lo que nos obligan a “debatir”, con la excusa de esa “memoria completa” que no mencionás pero replicás.

    2. Estimado Villegas, me tomé el trabajo en el verano pasado de armar un excel con la nómina de la sección “víctimas” de la página del CELTyV. Cargué datos en relación a fecha, lugar, tipo de hecho, tipo de víctima, descripción, autor del delito. El resultado fue el de 288 casos, los cuales corresponden a un período que se inicia en 1960 y llega hasta 1989 (incluye los militares y policías muertos en La Tablada). El listado muestra curiosidades por donde se lo mire. Es un trabajo de militancia muy como fiable en términos jurídicos que emula a los grupos de facebook o las páginas viejas de homenajes a militantes de los setenta. Prima, sin dudas, el registro victimista de la muerte. Cada caso está asociado generalmente a una reseña de un familiar o una nota de un diario extraído de hemeroteca. Por ejemplo, es posible encontrar varios casos como “bebe N.N muerto” o “niño muerto”, con la anexión de una nota de un diario en donde se comenta una muerte doméstica por una bomba pero es imposible saber el origen de la bomba. También son interesantes las muertes del CNU. De hecho, hay nombres en el listado que figuran al mismo tiempo en el Parque de la Memoria.
      Destaco algunas cuestiones del listado que me parecen fundamentales: 1) no hay casos de desapariciones forzadas entre la víctimas de las guerrillas; 2) se pueden distinguir “ajusticiamientos” de asesinatos involuntarios, y estos son muy pocos en relación a los anteriores; 3) el RUVTE (registro unificado de víctimas de terrorismo de Estado) cuenta aproximadamente con 9100 casos probados comprendidos en el período 1966-1983, así que me parece realmente necesario tener en cuenta la desproporción entre un listado y el otro para establecer un cómo hablar de estas violencias. De hecho, si nos ponemos a pensar en frío y sin los marcos impuestos en estos 40 años sobre los sesenta y setenta, los muertos que contabiliza el CELTyV son menos que los que se cuentan en 9 meses en Rosario por narcotráfico desde el 2010 a la fecha. Por lo tanto, hasta cabría pensar en la sobredimensión que tiene la violencia política en el debate argentino más que en sus “silencios” u “omisiones”. Con respecto a eso, coincido con NP, desde que Punto de Vista en 1983 hasta las actuales columnas de Perfil, el tema está puesto sobre la mesa, incluso podríamos sostener que fue hegemónico durante los ochenta y noventa.
      De hecho, muchos militantes que fueron juzgados penalmente antes del golpe de Estado del ’76 (por legislaciones por demás cuestionables) cumplieron sus condenas hasta entrados los años ochenta (de eso no se habla). Por otro lado, NP no se equivoca cuando establece que el discurso por las víctimas del terrorismo estuvo asociado más al proceso de juzgamiento de los militares que a un objetivo de justicia en su nombre. Se dejó de militar la causa en los noventa y volvieron al debate público cuando se reabrieron los juicios de lesa. Tampoco se habla del juicio a Montoneros en 1987, luego amnistiados por Menem. Hablemos de los olvidos completos jeje…
      En fin, espero que el aporte sirva y bienvenida sea la película. De mi parte, todavía no entiendo cómo nadie filmó el asesinato de Somoza por el comando ex PRT-ERP, sería bien pochoclera (la tiro…). Si hay algo que sí me parece necesario, es salir de la lagrimita setentista ya sean lágrimas de derecha o de izquierda…No hay revoluciones sin muertes, no es el problema “el concepto”, así como no hay liberaciones nacionales ni independencias sin muertes, ni democracias sin muertes. Es éticamente necesario el No Matarás para fundar una comunidad política y racionalizar la violencia, pero si hay que recordarlo es porque no ha pasado la prueba de la historia, que siempre es trágica. Toda comunidad se funda sobre el asesinato.

  6. Juan Villegas

    No me queda claro si tu problema con mi postura es porque:
    a) Es funcional a los procesistas y negacionistas, abona la teoría de los dos demonios, etc
    b) No está de acuerdo, según lo que vos creés, con la verdad histórica.
    Las dos opciones juntas no son posibles. Me gustaría entender qué estamos discutiendo.

    Respecto a lo primero, estoy convencido de que no es así, que la negación y silencio a los que me refiero en la nota alimentan mucho más los discursos reivindicadores de la dictadura. Pero esto es una opinión, puedo estar equivocado.

    No creo que tenga sentido ir por ese lado, porque te lleva a acusarme de cosas de las que no me voy a hacer cargo.

    La otra es una discusión más interesante. Creo que te molesta mi insistencia en las víctimas no porque las niegues (en ese sentido, tu último comentario es muy claro y honesto), sino porque es un tema obviamente incómodo, porque te obligaría a admitir (o al menos a considerarlo) que la derrota de la gesta revolucionaria no solo fue un fracaso político, estratégico o militar, sino ético. Vos creés (y tenés todo el derecho del mundo) que esa gesta era justa y necesaria, que las muertes ocasionadas son el resultado, en todo caso, de errores (podría decir “de excesos”, aún a riesgo de que me vuelvas a acusar de estar esperando crímenes). Yo creo, en cambio, que la propia idea de revolución, tal como estaba planteada, fue un error.

    No creo que nos pongamos de acuerdo en esto, pero sí desearía que se admita y se reconozca el dolor producido con un poco más de grandeza y sentido humanista.

    No, las muertes provocadas por la guerrilla no respondieron a un plan sistemático de exterminio, pero eso no me impide poder hacer un juicio histórico crítico sobre el uso de la violencia.

    Para terminar (por ahora), te agradezco la observación acerca de lo innecesario de agregar el adjetivo “injustificables” para referirme a los crímenes.

    Tampoco debí escribir que”no me importa” el uso que pueda darse a lo que yo diga. Sí que me importa, me importa mucho, me molesta, me duele que se usen esas muertas para justificar el horror de la dictadura. Precisamente por eso voy a seguir hablando de esto, aunque sea incómodo para muchos. Seguiré tratando de empatizar, escuchar y dar voz a todos los familiares de esas víctimas y ojalá pueda ayudar, aunque sea un poco, para que deje de ser incómodo para todos los que creen, como yo, que el plan de exterminio de la dictadura fue lo peor que pasó en la Argentina en toda su historia. Me parece inverosímil que moleste tanto, que no se pueda empatizar con ese dolor, que no se admita que es un dolor que sigue teniendo un lugar negado en gran parte de la “intelligentzia” progresista (sí, leí a Jauretche, mucho, en mí adolescencia, tanto que puedo darme cuenta de todo lo que erraba en su lectura histórica, pero también puede servirme para usar sus categorías).

    Te agradezco mucho que me ayudes a pensar. Tengo las cosas incluso más claras que antes. Pero te pido que bajes tu soberbia y no asumas un lugar de superioridad intelectual, que se basa, supuestamente, en que tendrías más lecturas que yo, lo que te daría más derecho a hablar de ciertos temas.

    1. No es “mi” problema con “tu” postura: no es una cuestión de opiniones sino de hechos.

      Lo que defincis como opciones a (“funcional a los procesistas y negacionistas, abona la teoría de los dos demonios, etc”) y b (“no está de acuerdo, según lo que vos creés, con la verdad histórica”) son perfectamente compatibles. Y -de nuevo- no es una cuestión de “creencias”, sino de datos e investigaciones objetivas.

      No “estamos discutiendo” nada: sos vos el que pretende “debatir” cuestiones saldadas, como la ultraderecha aquí y en todo el mundo. Esa es la estrategia: hacernos “discutir” lo indiscutible, como los derechos que el verdadero liberalismo dió por ganados…

      Fijate (digo a los lectores de este intercambio) que no respondés nada de lo que digo. Simplemente volvés con la misma cantinela…: no hubo “negación y silencio”. Efectivamente, tu “opinión” es equivocada, pero no parece importarte mucho la verdad.

      Seguramente esta será más una de las “cosas de las que no me voy a hacer cargo”… No te hacés cargo ni de lo que decís a viva voz.

      Esa es la única “insistencia” que me molesta. Lo demás es otra asunción tuya: la supuesta incomodidad de “admitir que la derrota de la gesta revolucionaria no solo fue un fracaso político, estratégico o militar, sino ético”. Todo está mal en esta formulación: yo nunca hablé de “gesta revolucionaria”, y menos se me ocurriría generalizar e igualar todos esos “fracasos”. Por no hablar de lo absurdo de hablar de un “fracaso ético” (cosa que supongo le cabría hasta a las revoluciones vencedoras, empezando por la francesa). Para vos la idea misma de “revolucion” es un error, lo que tampoco es ninguna originalidad: ya lo dijo en ese mismo momento Edmund Burke, y la repiten desde entonces todos los que quieren que nos conformemos con las cosas tal como están).

      Pero yo no creo ni hablaría nunca en términos de “gesta”, y “justa y necesaria” pueden ir separadas… Las palabras son importantes, como decía Moretti. Dijiste “excesos”, y sí, ya sabemos quienes la usaron y para justificar qué.

      No se trata de ponernos de acuerdo: decís “desearía que se admita y se reconozca el dolor producido con un poco más de grandeza y sentido humanista”, y no se entiende a quien se lo reclamás. De hecho nadie puede responder ese requerimiento, sobre todo porque nunca se dejó de admitir. Pero a los que así hablan no les importa más que repetirlo, porque detrás de ese “humanismo” sólo les importa “hacer un juicio” no histórico ni crítico sobre el uso de la violencia (tema que se ha debatido en todo el mundo incluso antes de que existiera ninguna revolución, porque la violencia está hasta en la Biblia, y aplicada por Dios…)

      Si te “duele que se usen esas muertas para justificar el horror de la dictadura”, empezá a pensar cómo no hacerlo… “Incómodo” va a ser para vos que vas a pasar a hacer ese cine “oficialista” que criticás.

      Para terminar, volvés (una y otra vez con la misma falsedad de base): “dar voz a todos los familiares de esas víctimas” se hizo desde la misma época de la dictadura. Podés “empatizar” todo lo que quieras con ese dolor, lo que no podés es seguir repitiendo que que “sigue teniendo un lugar negado”, cuando vos mismo no hablás de otra cosa…

      No tengo ninguna “soberbia”, simplemente estoy cansado de escuchar las mismas cosas. Las escuché de niño y las sigo escuchando ahora… Te lo digo desde la experiencia. Pero como eso es intransferible te sugiero que leas más y divagues menos. No hace falta tener superioridad intelectual: basta con tener la precaución de informarse antes de creerse que todo es cuestión de “opinión”. El “derecho a hablar” hay que honrarlo con honestidad, intelectual y cde cualquier otro tipo.

  7. Hablás de “datos e investigaciones objetivas” y que no se trata de opiniones, cuando mi punto principal es que hay un tabú y una incomodidad en el progresismo y la izquierda argentina respecto a la cuestión de las víctimas de la guerrilla. Admito que sí se las incluyó en el debate, pero generalmente para reivindicar la dictadura. Y que a mí me interesaría que se las pueda nombrar y narrar desde otro lugar, simplemente como víctimas.

    Frente a esto, lo que recibo de vos es enojo, acusaciones de todo tipo: procesista, que divago, que me falta leer, que busco hacer cine oficialista…

    Vos creés que no hubo negación y silencio; yo creo que sí. No discutamos más. Podés contestarme, si querés. Siempre te gusta quedarte con la última palabra. Yo no voy a seguir.

  8. Ya te dije que esto no fue una discusión. Primero, porque los hechos no son discutibles. Segundo, porque no hacés más que repetir una y otra vez las mismas falsedades y errores conceptuales, por ser generoso. Yo argumento, ejemplifico, etc, y vos tiras siempre las mismas dos líneas…

    Ahora decís que las querés “nombrar y narrar desde otro lugar, simplemente como víctimas”… Otro absurdo: no las víctimas de accidentes de tránsito son “simplemente víctimas”. Siempre hay motivos y complejidades. Y como víctimas ya fueron nombradas y narradas (y utilizadas). Y tienen una sepultura… Las otras siguen aguardando esas cifras que tanto les preocupan pero nunca buscan clarificar, además de saber cual fue su destino final.

    Ahí sí hubo “negación y silencio”, que fue rompiéndose de a poco. El silencio, porque la negación sigue…

    Y nada de esto es una cuestión de “creencias”: a nadie debería interesarle lo que vos “creas”. Pero ya sabemos que ese es precisamente el discurso, como el que mantuviste aquí: insistir con la “opinión” como si tuviera el mismo valor que los hechos.

    Hace años que venís hablando del tema, pero siempre como si lo ignoraras todo. Evidentemente no es sólo falta de lecturas (que no sean los libros de Laje y Marquez): de hecho mencionás la polémica “No mataras” (que al ser compendiada ocupó dos largos tomos) para luego seguir insistiendo en que nunca se habló del tema “tabú”… No se cómo calificar eso: ignorante (al menos en conocer los títulos) no sos. Y todas las otras posibilidades son peores.

    Pero no sos procesista, no: sos de esas almas bellas que “creen” que no contribuyen a la oscuridad y la esparcen. Las hubo entonces y las sigue habiendo ahora. Y son las que hacen posible que reine el mal, aunque nunca se sientan parte.

    Pero imposible esperar otra cosa (ni vos tampoco), si alabás películas como “Los valientes de Formosa”… Seguramente la tuya será un poco más cuidada, pero nadie esperará que tus “opiniones” sean muy diferentes.

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

También te puede interesar...

Recibe las últimas novedades

Suscríbete a nuestro Newsletter