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CRÍTICAS - CINE

Milagro (Miracol)

DILEMA ÉTICO, MORAL Y POLICIAL

El gran cine rumano de las últimas dos décadas ha dejado films recordables y cineastas ya ubicados de buena manera en el mundillo de los festivales. Basta con nombrar a Cristi Puiu (Aurora; La noche del Sr. Lazarescu), Corneliu Porumboiu (Bucarest 12.08; Policía, adjetivo), Cristian Mungiu (Cuatro meses, tres semanas, dos días), Radu Muntean (Martes, después de navidad) y Calin Peter Metzer (La mirada del hijo) para instalar a la cinematografía rumana en un sitio de privilegio en cuanto a novedades estéticas y formales que ya excedieron los años inmediatos al régimen de Ceausescu. En efecto, las imágenes procedentes de la Rumania siglo XXI construyen un discurso donde la ética, la moral y la disección de una sociedad gris y sin salida se imponen a aquellos temas que identificaron a la interminable gestión gubernamental de Ceausescu y esposa que había terminado con los fusilamientos en la noche de Navidad de 1989.

Bogdan George Apetri vive en Nueva York hace tiempo pero retornó a Rumania para registrar su tercer largo luego de Periferic (2010) y No identificado (2020) adentrándose en una historia de dilemas, preguntas sin respuestas y contradicciones morales, tomando como eje estructural un thriller policial con asesinato incluido y escarbando en dos personajes opuestos que representan el punto de vista del film: una joven monja (Cristina) y un detective (Marius). En efecto, se está frente a otra película dividida en dos partes claramente diferenciadas (tal como ocurría en As bestas, que reseñé la semana pasada acá en ASL), una con la monja como eje central y otra con el funcionario policial de referente. Ambas comparten un tono asordinado, de conversación casi permanente en autos (taxis), ligando a personajes que se conocen azarosamente pero que más temprano que tarde se verán involucrados en un caso de violación con su correspondiente investigación.

El plano secuencia, las charlas cara a cara de los personajes y una cámara que no busca encuadres rebuscados sino estar al servicio pura y exclusivamente del relato son los recursos formales a los que apela el director para construir una historia con un crecimiento dramático pausado pero que compromete e invita a la participación del espectador.

Sí, claro, los ecos temáticos resultan transparentes desde El Decálogo de Kieslowski (No matarás, por ejemplo) hasta la puesta de cámara compatible con el mejor cine iraní en cuanto a captar el interés solo con mostrar a personajes conversando en un auto. Sin embargo, Milagro tiene vida propia más allá de sus espejos referenciales.

Esos dos segmentos con similitudes de puesta en escena y un par de escenas de inolvidable recuerdo (la violación, filmada con una cámara lejana a la acción en una única toma y un sonido protagonista; la charla que tienen el detective y el “supuesto” responsable en el auto) se dirigen, sin prisa ni apuro alguno, al polémico final.

Allí Bogdan George Apetri recurre a un doble desenlace que puede resultar satisfactorio o no de acuerdo a cómo se observa semejante manipulación. En esos minutos finales Milagro lleva al espectador de las solapas y lo convoca a la discusión, acaso como lo presentó (a su manera) Michael Haneke en el doble epílogo de Funny  Games y el recordado control remoto del televisor.

Son los riesgos, claro está, de un film de ideas como Milagro.

Son las libertades que se toma un director apelando a la polémica y la discusión de los interesados.

Bienvenidas sean aun cuando no se esté totalmente de acuerdo.

(Rumania, República Checa, Letonia, 2021)

Guion, dirección: Bogdan George Apetri. Elenco: Iona Bugarin, Emanuel Parvu, Valeria Andriuta. Producción: Bogdan George Apetri, Oana Iancu. Duración: 118 minutos.

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