(Francia/ Bélgica, 2013)
Dirección y Guión: Hélène Giraud y Thomas Szabo. Producción: Philippe Delarue. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 89 minutos.
Entomología para principiantes.
En lo que respecta a la animación de las últimas décadas, los insectos estuvieron un tanto relegados frente a los vertebrados superiores, entre los cuales siempre se destacaron los mamíferos y las aves. Los realizadores pocas veces optaron por antropomorfizar y convertir en protagonistas a criaturas tan pequeñas que en ocasiones arrastran estigmas negativos y por ello no habilitan esa identificación automática que quizás sí despierta otro tipo de animales más afines al ser humano, ese primate que sólo se siente cómodo mirándose en el espejo de la fauna y la flora trastocadas según su conveniencia. Por lo general la falta de ideas novedosas encauza hacia la reincidencia en cuanto al casting silvestre de turno.
No obstante, hay algunos antecedentes que permiten sopesar a la simpática Minúsculos (Minuscule: La Vallée des Fourmis Perdues, 2013), la película que nos ocupa: estamos ante una versión un poco más delicada de Bichos (A Bug’s Life, 1998) y Antz (1998). Mientras que aquellas apostaban decididamente a la duplicación de los rasgos concretos que nos caracterizan en tanto bípedos, la tesitura del opus de Hélène Giraud y Thomas Szabo se posiciona en otro terreno estético, más volcado a un naturalismo con toques de caricatura y detalles varios surrealistas. De hecho, la obra instaura una frágil dialéctica del contraste basada en fondos de live action y personajes en 3D construidos a partir de CGI no invasivo.
La trama se centra en una vaquita de San Antonio que se aleja de su clan, es perseguida por una bandada de moscas y eventualmente termina herida, sin poder volar y refugiándose de una lluvia nocturna. Al día siguiente descubre que se encuentra en medio de los restos de un picnic, los cuales están siendo saqueados por distintas clases de insectos que se nutren de los despojos de la cultura humana de la obsolescencia. Pronto la susodicha traba relación con un grupo de hormigas negras obsesionadas con llevar una lata repleta de terrones de azúcar a la reina de la colonia, en lo que se transforma en una adopción improvisada en función del ala dañada de la protagonista y la amenaza que constituyen las hormigas rojas.
Sin atisbos de la premura narrativa del mainstream norteamericano, los directores conducen con simpleza un cúmulo de episodios de tono lúdico que incluyen aventuras, lapsos contemplativos, algo de humor naif, semblanzas sobre la amistad, una fotografía muy bella, ironías implícitas y todo el minimalismo que promete el título (aquí no hay diálogos propiamente dichos, sólo intercambios sonoros entre la mariquita, cuya voz parece una corneta, y las hormigas, que se la pasan “silbando” todo el metraje). Al igual que la serie de cortos televisivos en los que está inspirada, la encantadora Minúsculos no llega a maravillar aunque plantea con eficacia una suerte de aproximación bucólica y sutil a la entomología…
Por Emiliano Fernández