La semana pasada, el jueves o el viernes, me lo pasé echada toda la tarde. Estuve en la cama, boca arriba, rodeada por mis gatos, embutida en los boxers de mi chuchi, con la melena despeinada, alguna camiseta rockerita del año de Ñaupa y las botas “pata de oso”. Creo que ni los dientes me lavé, pero igual me sentía increíblemente sexy (misterios de la mente desequilibrada). Decidí que sería un día a puro hedonismo: fiaca, melancolía, música, modorra, festival de redes sociales, un poco de pornografía (para qué negarlo), cine… Ustedes me dirán “Y cuál es la diferencia con un día común jajajaja”; la diferencia es que me topé con una película que me voló la peluca hasta la estratósfera. Una película/poema.
Esta película me conmovió profundamente. Debo confesar que la vi online solo porque no aguantaba esperar a saber si se estrenaría. De hecho, si llegara a los cines de Buenos Aires, me echaré un clavado para verla nuevamente e instaré a que me acompañe, a cualquiera de ustedes que quiera venir: ¡YO INVITO!, y ustedes pagan…
Puedo hablarles de la película, de su maravillosa fotografía, de su letanía, de su puesta en escena tan fascinante como austera, de lo apropiado de las actuaciones, de su justo grado de superficialidad y humor, del espectacular diseño de vestuario, maquillaje y peinado. Puedo hablarles de su TREMENDA banda sonora y de su increíblemente ajustada puesta de luz y diseño fotográfico. Pero, la realidad, es que a mí la película solo me inspiró poesía. Tal vez, si fuera músico, hubiera compuesto algo. Pero lo mío son las palabras o, por lo menos, eso intento.
Después de ver la cinta online, me quedé sin aliento. Estuve un largo rato mirando el techo, con las lágrimas aflorándome en los ojos. Me gustó tanto… Pero, además, me pasaron muchas cosas por la mente.
La película la va de dos vampiros enamorados. Un hombre y una mujer. Uno de ellos (Él), ya no le encuentra significado a la vida y quisiera acabarla aunque, tal vez, todo se reduzca solo a una especie de rapto melodramático y romántico. La otra encuentra el milagro en cada pequeño acto de gentileza que el mundo tiene para dar. Aun cuando no abunden, es allí donde le encuentra sentido a la vida eterna. Ambos se refugian en el arte. Él, músico virtuoso, recluido, desencantado. Ella, lectora ávida, perseguidora de la belleza de las palabras.
Me quedé flotando, preguntándome un par de cosas una vez acabada la película. Pero, sobre todo, me pregunté UNA: ¿La necesidad del arte es real cuando se vive eternamente?
Es decir, vemos muchas películas de vampiros que ostentan gusto exquisito por todas las manifestaciones del arte. Coleccionistas, melómanos, mecenas… pero, a mí me intriga el interrogante. Porque, después de todo, ¿qué sucede cuándo la muerte no te pisa los talones? ¿Cuál es la necesidad del arte en ese caso? ¿Es entretenimiento, ornamento, alimento, WTF?
En Only Lovers Left Alive de Jim Jarmusch, la cinta en cuestión, lo único que queda en pie, es el amor. Pero, tanto el amor como el arte, cobran una dimensión mucho más compleja frente a la muerte.
¡Si, ya sé! He fatigado esta cuestión hasta el hartazgo. Les tengo las bolas llenas y con total y absoluto fundamento. Pero, lo diferente de todo esto, es que la película me disparó un millón de imágenes en forma de poma y me aventuré a escribirlo.
Ustedes dirán “¿Y quién mierda es esta mina, que se cree digna de escribir poesía?” y TAMBIÉN tendrán razón. Pero, a lo largo de mi vida, ha sido solamente esa sensación de “derecho”, de “dignidad” si se quiere o de (a falta de una palabra en español) “entitlement”, lo que me ha dado impulso para hacer cualquier salvajada que se me ocurriera. Y, paradójicamente, cada vez que alguien me pide cuentas, me acovacho en la noción irrebatible de que todos vamos a morir. Cosa que no podría hacer, si fuera un vampiro…
Así que, en vez de hablarles de la película otro párrafo más, les paso el poema que me inspiró. Los que son amigos de Facebook, ya habrán leído, por lo menos, la primer parte. Y si no, sin nada de respeto y con menos humildad, acá les va:
Estamos en la cresta de la ola azul
tú y yo
estamos en la noche del lobo sangriento.
Estamos en las dunas del corredor del placer
tú y yo
estamos en los ojos de vidrio del vendedor de gárgolas.
Estamos en el limbo del Edén de los idiotas
tú y yo
estamos en el corazón de la sombra.
Estamos en el pelo negro de la ciudad del puerto
tú y yo
y nuestro barco se incendia y nos llaga las manos.
Estamos en el sueño rojo de la luna viva
tú y yo
estamos en la tempestad risueña.
Estamos en la cama hierba, en la cama tumba
tú y yo
estamos en la madrugada del tigre.
Estamos con el pulso estrellado
tú y yo
estamos en la fortaleza decrépita.
Estamos en el pétalo exiliado
tú y yo
y montamos las lenguas, resecas por el beso.
Y sí amigos, a llorar a la iglesia…