A Sala Llena

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CRÍTICAS

Parte de este Mundo

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Parte de este Mundo

Dramaturgia y dirección: Adrián Canale. Asistencia de dirección: Belén Bevcar. Diseño de vestuario y ambientación: Gabriela Delmastro. Elenco: Tian Brass, Valeria Castro, Sergio Florio, Silvio Palmucci, Sylvia Tavcar y Ximena Viscarret. Prensa: Simkin & Franco.

Una mesa enorme a lo gran almuerzo familiar, de asado y vino, de anécdotas e historias. El espectador puede llevar lo que desee compartir en esta mega merienda –nos van a deber el asado- o comprar la entrada que incluye “la consumición”. Se intenta lograr la sensación de público partícipe. Los actores están disimulados entre los civiles, sentados como cualquier otro y  de un momento a otro intervienen en la obra.

Los textos están inspirados en poemas y cuentos del norteamericano Raymond Carver pero empujados por la improvisación. Se sabe que ninguna función es igual a otra, incluso por la presencia de invitados que rotan cada domingo.

Somos testigos de diferentes historias de relación entre dos intérpretes que dialogan y se mueven alrededor de la mesa. Las parejas varían y eso contribuye a la desorientación en cuanto a personajes y en consecuencia en cuanto a las historias. Al mismo tiempo el desplazamiento de los actores rodeando al público, que en realidad se está mirando las caras entre ellos, genera una obligación incómoda de darse vuelta para ver a uno y mover la cabeza a modo de ping pong mientras dure el diálogo.

Los conflictos y los climax de cada historia son poco intensos y dispersos. Las actuaciones son llanas y similares en los distintos papeles, poco profundas. No logran llamar la atención, conmover e involucrar al espectador con el texto. En varios casos las parejas son poco reales y frías. Siempre hablamos de parejas amorosas que inician, terminan sus relaciones o de encuentros que pretenden recomponer el vínculo roto o al menos marchito. Todos casos donde la buena interacción y química ficcional es sustancial para el funcionamiento de las diferentes historias. Aquí no se logra.

Que el actor sirva al espectador un vaso de vino, le acerque un plato de canapés, unos bizcochitos  no es normal, eso seguro. Es innovador, vanguardista, si se quiere, al romper con la convención clásica del teatro y acercarse a compartir la mesa. Pero el tema de la mesa y la comida es un recurso contradictorio: genera una cercanía interesante, es original y simpático pero al mismo tiempo distrae e inhibe un poco, de modo que no existe un compartir real entre los comensales y al mismo tiempo es imposible que se genere un diálogo de los actores con el público. Se quiere generar la idea de que es posible la participación del  público y que incluso es deseada por este, pero resulta en lo concreto bastante alejado de eso.

Insisto en que la improvisación hace cada obra distinta, sin embargo no veo mucho sustrato o material con el que se pueda revertir aquellos elementos pobres de esta propuesta. Por otra parte es ampliamente válido reconocer la inventiva de intentar generar esa comunión público actor, presente en el comienzo, pero el elemento sorpresa pronto se diluye para convertirse en incomodidad.

La obra termina sin aviso. El público se queda esperando que ocurra algo más… o algo. Y eso nunca es buena señal.

Teatro: Abasto social club – Yatay 666

Funciones: Domingo 17.30

Entradas: Con consumición $40. Sin consumición $30.

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