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CRÍTICAS - CINE

Permitidos

(Argentina, 2016)

Dirección: Ariel Winograd. Guión: Gabriel Korenfeld y Julián Loyola. Elenco: Lali Espósito, Martín Piroyansky, Liz Solari, Benjamín Vicuña, Guillermo Arengo, Anita Pauls, Gastón Cocchiarale, Maruja Bustamante, Abel Ayala, Pablo Rago. Producción: Ricardo Freixa, Joana D’Alessio y Nathalie Cabiron. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 116 minutos.

En los últimos años la comedia argentina tuvo una importante y necesaria renovación. Estas películas beben de la influencia de la Nueva Comedia Americana, pero sin caer en la mera imitación, evitando el guiño para conocedores y sí adaptando el timing, los tópicos y la esencia a una impronta nacional. Ariel Winograd es parte fundamental de esta reinvención del género. Desde Cara de Queso, su ópera prima, presenta a seres transitando con dificultad la madurez, pero siempre valiéndose de un humor que mira a directores como Judd Apatow, Greg Mottola, Nicholas Stoller y Adam McKay, entre otros, y sin perder el eje de una mirada personal. Su quinta película, Permitidos, confirma sus preocupaciones y su talento.

Camila (Lali Espósito) y Mateo (Martín Piroyansky) conforman una joven pareja que recién comienza a convivir. Un noviazgo a prueba de todo, sin duda. ¿Sin duda? Durante una cena con amigos surge una charla sobre una cuestión actual: los permitidos. ¿Con qué famoso tendrías permitida una aventura? Mateo menciona a Zoe Del Río (Liz Solari), la bella actriz del momento. Días después, el muchacho impide el robo a una chica… que resulta ser Zoe, y será el comienzo de una inesperada relación. Por supuesto, no pasa mucho tiempo para que Camila se entere. Su explosión de furia la convierte en un personaje mediático, y anunciará su permitido: Joaquín Campos (Benjamín Vicuña), performer, activista ecológico y galán maduro. No tarda en vincularse con su elección, que parece ser un príncipe de cuento. Sin embargo, Camila y Mateo aún sienten algo el uno por el otro, y deberán tomar decisiones cruciales para rescatar la relación.

Impulsos, enredos y equívocos son el motor de una comedia romántica acerca de las relaciones sentimentales en el mundo actual. Un mundo donde proliferan Internet, YouTube, redes sociales, smartphones, emojis, aplicaciones, WhatsApp… Las desventuras de Camila y de Mateo (y la de todos los personajes) están muy influidas por los recursos tecnológicos a la hora de ser descubiertos con sus permitidos o popularizados de manera repentina. Y aquí se desprende otra temática: la imagen que los medios virtuales proyectan sobre una persona y lo que la persona es en realidad, y cómo a veces resulta inevitable aferrarse a la ilusión, a la pose, con tal de obtener determinados objetivos. Todo esto, en medio de gags, romances inesperados, una subtrama policial y otras sorpresas.

Martín Piroyansky sigue dejando en claro que es el actor argentino de comedia del siglo XXI. Como Seth Rogen, Jay Baruchel, Jason Segel o Paul Rudd en la factoría Apatow, posee una presencia y unos movimientos que encajan perfectamente en este estilo de películas. Viene trabajando a las órdenes de Winograd desde el comienzo, pero aquí tiene el primer y muy esperado protagónico en su filmografía. Además, las series y películas que dirige (principalmente Voley) permitieron el nacimiento de la denominación Nueva Comedia Argentina, que tiene con qué para consolidarse. Lali Espósito es la gran revelación del film: aunque ya tenía experiencia en programas de televisión con buenas dosis de humor, en esta oportunidad interpreta a una chica real que lidia con problemas extraordinarios, y a partir de allí surgen los momentos graciosos. También es muy convincente en las escenas románticas y dramáticas, señal de que su carrera actoral no conoce límites. Liz Solari y Benjamín Vicuña, los permitidos en cuestión, encarnan a actores delante y detrás de cámara; son pantallas que a veces ocultan algo mejor de lo que parecen, y a veces no. Y al igual que en sus anteriores largometrajes, Winograd sabe exprimir lo mejor de hasta el último actor secundario, como se nota en las breves pero desopilantes intervenciones de Pablo Rago.

Permitidos es un nuevo y notable ejemplo de comedia nacional con un dinamismo y una frescura propias de las que llegan de Hollywood, pero estupendamente adaptadas a estas tierras. El desparpajo y la química entre Lali Espósito y Martín Piroyansky es determinante para convertirla en una película divertida, actual y que deja fantaseando con qué famoso querríamos vivir una relación.

calificacion_4

Por Matías Orta

[email protected] | Twitter: @matiasorta

 

Una screwball comedy posmoderna.

Permitidos, la última película de Ariel Winograd, conocido principalmente por Cara de Queso: Mi Primer Ghetto (2006), Mi Primera Boda (2011) y Sin Hijos (2015), narra la crisis de pareja entre Camila y Mateo. Desde los créditos se hace una síntesis del vínculo alegre y alocado entre ambos mediante el recurso del back-projecting, con un recorrido en moto que funciona como metáfora del trayecto de la pareja, situándonos así en el universo de la taquillera dupla compuesta por Lali Espósito (Camila) y Martin Piroyansky (Mateo).

En una de las secuencias iniciales la pareja va al cine, produciéndose así el fenómeno del “cine en el cine”, en donde los novios de la ficción (dentro del gran relato) se separan como metáfora que anticipa la futura crisis, creando estructuralmente dos niveles de lectura. Inmediatamente después de esa escena, en una conversación con otra joven pareja amiga, hablan de sus “permitidos” y lo que para Camila será una fantasía, Mateo lo tomará muy en serio. A partir de allí la felicidad de dicha relación, que ha ido creciendo con el tiempo, hará que se trastabillen todos los proyectos de una vida juntos. Una vez planteado el problema, Permitidos despliega una sucesión de casualidades, enredos y mentiras que parece no tener final.

Este último aspecto es el que nos permite, junto con su tono de comedia, vincularla a la screwball comedy. Dicho género, surgido durante el cine clásico norteamericano, fue reinterpretado en Argentina por directores como Carlos Schlieper, recibiendo el nombre de “comedia sofisticada”,  “alocada” o “de enredos”. En esta screwball comedy posmoderna las redes sociales jugarán un papel fundamental, evidenciando la relevancia que han cobrado las mismas en la vida cotidiana. Recurso “de moda” que en el cine nacional quizás ha comenzado con el episodio de “Bombita” de Relatos Salvajes (2014). Entre los enredos es notable la cita a una de las películas románticas más reconocidas de los últimos lustros, cuando Mateo se inmiscuye en el rodaje de una actriz a quien venera, lo que remite a una escena de Un Lugar Llamado Notting Hill (1999).

Lo paradoja de quien escribe fue azarosamente haber visto justo el día anterior -mediante el portal Odeon, el “Netflix nacional”- el film El Crítico (2013), en el cual su protagonista, un crítico de cine, odia las comedias románticas, ya que considera que están construidas a fuerza de clichés y situaciones extrañamente idílicas. En este caso, Permitidos por momentos se burla adecuadamente de los clichés de las películas románticas, utilizándolos a favor, pero por otro lado abusa de los mismos, sobre todo llegando el final.  En consecuencia, esta comedia romántica que ha comenzado de forma perspicaz y entretenida, entrada la mitad se vuelve algo reiterativa y pierde su potencia original: llegando el desenlace falsea encanto, abusando de los enredos y extendiéndose en consecuencia más de lo que “debería”.

A pesar de ello, la propuesta resulta entretenida para el espectador, haciéndole pasar un buen rato y divirtiéndolo gracias a su constante comicidad. Los que esperan ver cantar a la estrella teen del momento, Lali Espósito, estarán satisfechos no sólo por una escena en la que efectivamente canta con ímpetu, sino también porque la comedia siempre le queda muy bien. La interpretación de Piroyansky es más que correcta pero no deslumbrante como en otras oportunidades. Con respecto al resto del elenco coral, hay un abuso de cameos que saturan al espectador. Sin embargo, cabe destacar el excelente casting, no sólo en los personajes principales sino también en los secundarios, como los padres de la pareja: en el caso de Camila, su padre (Guillermo Arengo), y en el caso de Mateo, la típica “idishe mame” (Miriam Odorico), resaltando así -al elegir los géneros opuestos- los vínculos edípicos, pues la madre de Camila no aparece y tampoco el padre de Mateo. La exageración es una constante en toda la película, en donde no sólo abundan los cameos y enredos, sino que además nos encontramos con un final apoteósico.

calificacion_3

Por Denise Pieniazek

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